El YF-118G, desarrollado en Área 51 en los 1990, probó tecnologías furtivas que influyeron en aviones y drones modernos por $67 millones.
Desarrollo del YF-118G en Área 51
El YF-118G, conocido como “Ave de presa”, se desarrolló entre 1992 y 1999 en Área 51, Nevada, como un proyecto secreto de McDonnell Douglas, luego absorbido por Boeing en 1997. Este avión monomotor, financiado con $67 millones, se diseñó como demostrador tecnológico para poner a prueba técnicas furtivas de baja observabilidad. Realizó su primer vuelo el 11 de septiembre de 1996 y completó 38 vuelos hasta 1999. Su diseño, basado en la nave klingon de “Star Trek”, priorizó la evasión de radar por encima de la velocidad o la altitud.
El proyecto incorporó componentes comerciales, como el tren de aterrizaje de aviones Beech King Air y Queen Air, y un motor Pratt & Whitney JT15D-5C con 3,190 libras de empuje. Su velocidad máxima alcanzó 300 millas por hora y su techo operativo fue de 20,000 pies, una capacidad limitada frente a otros aviones de su época. El objetivo no fue alcanzar un alto rendimiento, sino validar tecnologías de sigilo a bajo costo. El diseño sin cola y con superficies de control sin fisuras redujo al mínimo la detectabilidad por radar.
El YF-118G se construyó bajo la división Phantom Works de McDonnell Douglas, dedicada a proyectos clasificados. La aeronave utilizó técnicas de diseño asistido por computadora y herramientas desechables para reducir costos y acelerar la producción. A diferencia de otros programas furtivos, no incluyó sistemas de control asistidos por computadora, sino que operó con controles hidráulicos manuales para mantener el presupuesto limitado.
El programa permaneció en secreto hasta su desclasificación en 2002, cuando Boeing presentó el avión al público. La aeronave fue donada al Museo Nacional de la Fuerza Aérea de EE. UU. en Dayton, Ohio, donde se encuentra en exhibición desde el 18 de octubre de 2002 en la galería de vuelo moderno, junto a un F-22 Raptor.

Características clave del YF-118G
- Costó $67 millones, financiado por McDonnell Douglas y Boeing.
- Realizó 38 vuelos de prueba entre 1996 y 1999 en Área 51.
- Usó motor Pratt & Whitney JT15D-5C y tren de aterrizaje comercial.
- Validó superficies de control sin fisuras para baja detectabilidad.
Tecnologías furtivas del Ave de presa
El YF-118G incorporó un diseño de fuselaje combinado con alas en forma de gaviota y sin cola, optimizado para desviar ondas de radar. Su toma de aire dorsal, completamente protegida desde el frente, evitó reflexiones de radar. Las superficies de control, denominadas “sin fisuras”, se integraron suavemente en las alas, lo que permitió reducir la visibilidad al radar. Estas innovaciones fueron evaluadas durante 38 vuelos.
El avión incorporó materiales compuestos de una sola pieza para minimizar uniones y mejorar la furtividad. Las pruebas también examinaron técnicas de camuflaje activo, como superficies que podían cambiar de color o luminosidad para adaptarse al entorno, aunque estas no llegaron a implementarse en el prototipo. Estas características influyeron en el diseño de aeronaves posteriores, incluido el X-45A, un vehículo aéreo de combate no tripulado.
El YF-118G no fue concebido como un caza operacional, sino como un banco de pruebas para tecnologías furtivas. Su diseño, estable desde el punto de vista aerodinámico, con bordes de ataque tipo “chine” similares a los del SR-71 Blackbird, permitió que volara sin necesidad de correcciones computacionales. Esta estabilidad facilitó la validación de conceptos que después se integraron en aviones de quinta generación.
El programa demostró que era posible desarrollar prototipos avanzados sin requerir presupuestos elevados. Las técnicas de fabricación rápida y el uso de componentes comerciales permitieron reducir costos y sentaron un precedente para futuros proyectos de bajo presupuesto en la industria aeroespacial.
Influencia en aviones de quinta generación

El YF-118G ejerció una influencia directa sobre el desarrollo del Boeing X-32, un demostrador del programa Joint Strike Fighter, y del X-45A, un vehículo aéreo no tripulado. Sus tecnologías de sigilo, como superficies sin fisuras y materiales compuestos, se incorporaron en el F-22 Raptor y el F-35 Lightning II. El diseño sin cola del Ave de presa también sirvió de inspiración para drones furtivos como el X-45 y el X-47, que utilizan timones de arrastre para controlar la guiñada.
El programa también contribuyó al diseño del F-47, un caza de sexta generación en desarrollo. Las lecciones obtenidas sobre construcción con materiales compuestos y diseño asistido por computadora se aplicaron en el B-21 Raider, un bombardero furtivo que actualmente se encuentra en fase de pruebas. La influencia del YF-118G abarca la capacidad de fabricar aeronaves furtivas con menor inversión, lo que marcó un cambio de enfoque en la industria.
El avión fue pilotado por tres personas durante las pruebas: el coronel de la Fuerza Aérea Doug Benjamin y los pilotos de Boeing Rudy Haug y Joseph W. Felock III. Los vuelos, realizados en Área 51, permitieron evaluar la estabilidad aerodinámica y la baja detectabilidad en diversas condiciones. Los datos obtenidos confirmaron conceptos que mejoraron la furtividad en aviones modernos.
El YF-118G se mantiene en exhibición en el Museo Nacional de la Fuerza Aérea de EE. UU., donde se destaca su contribución al desarrollo de la tecnología furtiva. Su diseño, aunque nunca se destinó a producción, estableció estándares que continúan vigentes en aeronaves actuales y futuras.