En muchos hogares judíos los viernes por la noche, los padres bendicen a sus hijas con los nombres de nuestras matriarcas: Sara, Rebeca, Raquel y Lea. Lo hacemos para mantener nuestros mejores modelos a seguir para nuestras niñas. Sin embargo, últimamente he estado considerando otro nombre para esta lista de mujeres en cuyos pasos espero que mi hija siga: la embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Nikki Haley.
Haley representa a nuestro país con un liderazgo audaz, honorable y de principios. En ningún foro son estos rasgos más deficientes que las Naciones Unidas. En ningún lugar son más necesarios. Y en ningún aspecto, esto se presenta más claramente que su posición orgullosa y constante en defensa de Israel.
Justamente esta semana, Haley anunció que la delegación estadounidense se retiraría del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en gran parte debido a su historial de ataques y condenas injustas a Israel mientras hace la vista gorda ante los violadores de los derechos humanos como Siria, Irán y Corea del Norte.
A principios de este año, cuando madres y padres en el sur de Israel se vieron obligados a despertar a sus hijos y correr a refugios antiaéreos mientras los cohetes llovían desde Gaza, Haley aseguró a aquellos padres que sus temores se escucharán. No solo condenó estos ataques, sino que también convocó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el terrorismo desde Gaza.
Esto puede parecer una respuesta lógica a tal violencia, pero fue la primera vez que Estados Unidos convocó tal reunión para abordar el problema, a pesar de que se han disparado más de 10.000 cohetes contra Israel desde Gaza durante los últimos 17 años.
Como era de esperar, la reunión de emergencia para examinar la verdadera injusticia -el terrorismo palestino– no fue programada. Pero la medida cambió el procedimiento operativo estándar de la ONU para condenar a Israel en una reunión de emergencia por defenderse contra el terrorismo, ya sean misiles, disturbios o apuñalamientos. No es la primera vez que Haley ha acaparado titulares por su liderazgo.
Recientemente, Haley vetó una resolución patrocinada por Kuwait que no mencionaba a Hamás, pero condenó a Israel por el “uso excesivo, desproporcionado e indiscriminado” de la fuerza “contra civiles palestinos” y luego forzó al Consejo de Seguridad a considerar una medida que condenaba a Hamás como una organización terrorista. Y justo esta semana, reunió suficientes votos para aprobar una enmienda a una resolución respaldada por palestinos que habría condenado a Hamás. Cuando su enmienda fue dejada de lado por una maniobra de procedimiento, calificó el esfuerzo por obstruir el voto como “vergonzoso”.
Haley ha evitado que las Naciones Unidas designen a un diplomático palestino para una misión de la ONU en Libia.
Ha impedido que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al-Hussein, publique una lista negra de compañías que hacen negocios en Judea y Samaria, el Este de Jerusalén y los Altos del Golán.
Y ha detenido un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que habría exigido la revocación del reconocimiento de Jerusalén como capital.
Estas movidas la han convertido en la política más popular de Estados Unidos. Una encuesta reciente de la Universidad de Quinnipiac encontró que el 63 por ciento de los votantes estadounidenses aprueban las habilidades de Haley para tomar decisiones. Su aprobación se extiende por las líneas partidarias: el 75 por ciento de los republicanos, el 63 por ciento de los independientes y el 55 por ciento de los demócratas dicen que aprueban cómo ella está manejando su trabajo.
He visto la admiración generalizada por su liderazgo en público. Ha sido elogiada en la prensa, ha sido agasajada en conferencias pro Israel y será la oradora principal en la cumbre anual de Washington Unidos por Israel (CUFI) el 23 de julio.
Cuando habla, la comunidad pro israelí escucha.
El mes pasado, tuve el privilegio de asistir a la apertura de la embajada de EE. UU. en Jerusalén, donde experimenté este “efecto Haley”. La mera mención de su nombre provocó aplausos espontáneos y prolongados de la multitud que asistió. Ella tiene el respeto de sus colegas diplomáticos, la admiración de los estadounidenses de todas las tendencias políticas y la apreciación de los israelíes.
¿Cómo no podría considerarla un modelo para mis propias hijas?
Si bien, Nikki Haley no es una matriarca judía, no obstante es una heroína para Israel, que está en camino de convertirse en la próxima gran diplomática del mundo.
Shari Dollinger es la codirectora ejecutiva de Christians United for Israel.