Las Naciones Unidas (ONU) condenaron el miércoles un aumento mortal de la violencia contra civiles en el último bastión de la oposición en Siria.
Najat Rochdi, asesor humanitario de alto rango del enviado sirio de la ONU, hizo un llamamiento a la “desescalada inmediata” un día después de que un monitor de guerra informara de que los ataques aéreos del régimen y los disparos de artillería habían causado la muerte de 23 civiles.
Rochdi condenó “la reciente intensificación de las hostilidades en el noroeste de Siria, en particular los bombardeos aéreos y el uso de barriles bomba, que han causado la muerte de decenas de civiles, entre ellos mujeres y niños”, dijo su oficina en un comunicado.
Se supone que la región de Idlib, dominada por los jihadistas, está protegida por un acuerdo de alto el fuego de hace meses para evitar una amplia ofensiva del régimen, pero los bombardeos han continuado.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, dijo el martes que unas 30 personas resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad.
Un corresponsal de AFP dijo que los ataques continuaron en la zona el miércoles, y el Observatorio informó que cuatro civiles habían muerto a causa de los bombardeos en la zona por parte del régimen y su aliado ruso.
“A pesar de las reiteradas garantías de que las partes beligerantes solo atacan objetivos militares legítimos, los ataques contra las instalaciones de salud y educación continúan”, dijo Rochdi en su declaración.
La región de Idlib, que alberga a unos tres millones de personas, muchas de ellas desplazadas por la guerra civil de Siria, está controlada por la antigua filial de Al Qaeda del país.
El régimen de Damasco ha prometido repetidamente retomar el control del mismo.
En abril, las fuerzas progubernamentales lanzaron una arrolladora ofensiva contra la región, matando a unos 1.000 civiles y desplazando a más de 400.000 personas de sus hogares.
Moscú anunció una cesación del fuego a finales de agosto, pero las huelgas y las escaramuzas han persistido.
La guerra de Siria ha matado a más de 370.000 personas y ha desplazado a millones de personas de sus hogares desde que comenzó en 2011 con la brutal represión de las protestas contra el gobierno.