Las conversaciones de alto nivel en las que participan Israel, Hamás, la Autoridad Palestina y Egipto están en pleno desarrollo. Con el patrocinio de Egipto, las conversaciones pretenden garantizar una tregua efectiva entre Hamás e Israel, poniendo fin formalmente al conflicto en Gaza.
Han pasado siete años desde el último intento serio de llegar a un acuerdo sobre la eterna cuestión israelo-palestina: las conversaciones de paz patrocinadas por el presidente estadounidense Barack Obama, que se esfumaron en abril de 2014. Curiosamente, fracasaron porque el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, pensaba que había conseguido un acuerdo con Hamás -una “reconciliación histórica”, según él- junto con un acuerdo para formar un gobierno palestino unificado. Como dijo entonces el primer ministro Benjamin Netanyahu, Abbas podía “tener la paz con Israel o un pacto con Hamás. No puede tener las dos cosas”.
Por supuesto, nunca surgió un gobierno conjunto de Al Fatah y Hamás. A lo largo de los años numerosos intentos para lograr una reconciliación han fracasado, al igual que el actual esfuerzo por celebrar elecciones legislativas y presidenciales. La división en el corazón del cuerpo político palestino parece irreconciliable.
Unos cinco millones de árabes palestinos viven en Tierra Santa. De ellos, unos tres millones ocupan Cisjordania, la mayoría bajo la administración civil de la Autoridad Palestina. Unos dos millones en la Franja de Gaza cayeron bajo el control de Hamás en 2007, cuando se apoderó del territorio, mató o expulsó a todos los funcionarios de Al Fatah y estableció su propia administración.
Esa ocupación no es reconocida como legítima por gran parte del mundo civilizado, y desde luego no por la UE, Estados Unidos o el Reino Unido. La Autoridad Palestina, que se formó en 1993 como parte de los Acuerdos de Oslo, se estableció para administrar las zonas ocupadas por los palestinos en Cisjordania y también en Gaza. Se pretendía que fuera un paso intermedio en el camino hacia una solución definitiva del conflicto palestino-israelí, un camino que se estancó desde el principio y que, a pesar de muchos comienzos en falso, sigue bloqueado.
Tras una persistente y eficaz presión por parte de la Autoridad Palestina, la Asamblea General de la ONU, otros órganos de la ONU y gran parte de la opinión mundial han reconocido un “Estado de Palestina” en Cisjordania y el este de Jerusalén, sin especificar con exactitud cuáles serían sus fronteras ni, sobre todo, si incluiría la Gaza ocupada por Hamás. Estas mismas entidades abogan sistemáticamente por una “solución de dos Estados” como el resultado deseable de la disputa entre Israel y Palestina.
Esta estrategia es un anatema para Hamás y sus dirigentes. Buscar una Palestina soberana confinada en los territorios ocupados por Israel en la guerra de 1967 es reconocer que el Estado de Israel existe legítimamente fuera de esos territorios. La misma lógica se aplica a la solución de dos Estados. Si hay que creer en los propios estatutos, libros escolares y propaganda de Fatah, los dos Estados no son la intención a largo plazo de la Autoridad Palestina, sino simplemente una posición de espera (“Viva Palestina, libre y árabe”, proclama la carta). Sin embargo, Hamás no lo aceptará. No apoyó los esfuerzos de Abbas por conseguir el reconocimiento de un “Estado de Palestina”, ni acepta el concepto de una solución de dos Estados. Toda su razón de ser es eliminar a Israel y ocupar la antigua Palestina del Mandato “desde el río hasta el mar”.
Parece claro que antes de que sea posible cualquier resolución de la disputa entre Israel y la Autoridad Palestina, el abismo que divide al cuerpo político palestino debe ser salvado, al menos en parte. La administración Biden ha dejado clara su posición. No reconoce a Hamás ni su ocupación de Gaza. El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, acaba de terminar una gira por Oriente Medio. Al informar a los periodistas antes de que abandonara Estados Unidos, un funcionario del Departamento de Estado dijo que la administración pretendía estructurar la entrega de ayuda a Gaza de forma que “se inicie un proceso de reintroducción y reintegración de la Autoridad Palestina en Gaza”.
Los dirigentes de Hamás no tenían ninguna duda de que este enfoque pretendía eludirlos y debilitar su control, y no tienen ninguna intención de permitir que la Autoridad Palestina, dominada por Al Fatah, vuelva a entrar. Yahya Sinwar, jefe del ala política de Hamás, acusó a Estados Unidos de querer ampliar la división entre Hamás y la Autoridad Palestina. Esta no es la opinión de Abbas. Al parecer, el 30 de mayo le dijo al jefe de seguridad egipcio Abbas Kamel que cualquier plan de reconstrucción de Gaza debe llevarse a cabo en coordinación con la Autoridad Palestina.
Una tregua prolongada entre Hamás e Israel puede ser posible, pero para alcanzar un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos, Hamás tendrá que ser superado y neutralizado políticamente. La base de cualquier acuerdo serían, casi con toda seguridad, los Tres Principios establecidos en 2006 por el Cuarteto para Oriente Medio (la ONU, la UE, Estados Unidos y Rusia), principios respaldados por el Consejo de Seguridad de la ONU en su Resolución 1850 y que Hamás no podría suscribir.
Son que un Estado palestino debe:
- Reconocer al Estado de Israel sin prejuzgar los distintos agravios o reclamaciones que correspondan.
- Respetar los acuerdos diplomáticos previos.
- Renunciar a la violencia como medio para alcanzar objetivos.
Hamás tiene su propio juego. No busca la paz ni la reconciliación. Busca establecerse como la alternativa popular a la Autoridad Palestina, como el “salvador” del pueblo palestino. No desea una solución de dos estados -o, de hecho, ninguna solución- para el prolongado conflicto. Busca la victoria y la destrucción del Estado de Israel.
Si no se puede derrotar a Hamás en el conflicto, debido al nivel inaceptable de muertes y bajas civiles resultantes, entonces debe ser debilitado, disminuido y socavado por medios políticos y diplomáticos hasta que la Autoridad Palestina pueda afirmar razonablemente que está negociando en nombre del pueblo palestino en su conjunto.
El objetivo inmediato es una tregua entre Israel y Hamás con la mediación de Egipto, pero hay que diseñar y poner en marcha urgentemente una estrategia a más largo plazo para acabar con las armas de Hamás de forma permanente y resolver la cuestión palestino-israelí. Debería ser una prioridad en la agenda del nuevo gobierno israelí.