Dirigiéndose al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hace unos días, Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, afirmó que buscaba un amplio apoyo internacional para un nuevo mecanismo de negociación con Israel. En realidad, la visita de Abbas a Nueva York fue una declaración unilateral de los palestinos de que cuando se trata de una posible paz con Israel, su liderazgo actual ya no busca una solución, sino que se ha convertido en el problema.
En las últimas semanas, las declaraciones de Abbas se han desviado peligrosamente hacia el reino de las teorías de conspiración antisemita. Hablando en enero, Abbas afirmó que el movimiento sionista, que fue fundado para promover el sueño milenario de devolver al pueblo judío a su patria histórica, era en realidad un complot colonialista. Llegó incluso a afirmar que los judíos aceptaban el antisemitismo como una excusa para avanzar en sus objetivos nacionales.
Estas no son las palabras de un líder palestino dispuesto a aceptar la legitimidad del único Estado judío del mundo y entrar en negociaciones serias. Junto con sus últimas declaraciones de que ahora está boicoteando la mediación estadounidense y en su lugar está buscando nuevos mediadores, el presidente de la Autoridad Palestina prácticamente ha confirmado que su objetivo final es garantizar un estado de conflicto prolongado y sin resolver.
Los partidarios de los palestinos defienden estas odiosas declaraciones de Abbas como las palabras de un líder desalentado que lidia con las consecuencias de las nuevas políticas israelíes y estadounidenses. La verdad es, sin embargo, que nada ha cambiado, nada que perjudicaría el resultado de posibles negociaciones futuras y justificaría tales acciones extremas por parte de Abbas.
Siempre insistiremos en la soberanía israelí sobre una Jerusalén unida, pero incluso los observadores imparciales aceptarían que bajo cualquier acuerdo posible, la ciudad sería reconocida internacionalmente como nuestra Capital y todas las embajadas se trasladarían a su legítimo hogar. Posteriormente, los intentos de Abbas de echar la culpa del impasse diplomático en el reciente anuncio de los Estados Unidos, no son más que un argumento de mal gusto construido como una excusa para evitar la mesa de negociaciones.
Esto plantea la pregunta: ¿qué ha cambiado para llevar a un cambio radical por parte de un líder a menudo promocionado como un moderado palestino que busca un futuro pacífico para su pueblo? La verdad es que todo lo que hemos visto ahora es que Abbas habla abierta y en voz alta al mismo tiempo que retrata los mismos mensajes y políticas que ha apoyado desde hace mucho tiempo para el público nacional y árabe.
En septiembre de 2015, mientras aumentaba la violencia en la región, Abbas avivó aún más las llamas al afirmar que los judíos no eran bienvenidos en el Monte del Templo en Jerusalén, ya que profanarían el lugar sagrado con sus «sucios pies«. Unos meses después, en un discurso a los parlamentarios europeos, Abbas repitió una vil difamación de sangre acusando a los rabinos de intentar envenenar los pozos de agua palestinos. Esto quizás no debería ser una sorpresa al ver que en su disertación de 1984, Abbas hizo la turbia afirmación de una «relación secreta entre el nazismo y el sionismo».
Si bien muchos lo han retratado como un líder que busca una reconciliación histórica con Israel, Abbas ha rechazado consistentemente posibles acuerdos de paz en las últimas dos décadas. Los analistas han notado que en la cumbre de Camp David en 2000, Abbas fue uno de los líderes palestinos que instó a Yasser Arafat a rechazar la oferta sin precedentes hecha por el primer ministro Ehud Barak. Una vez que sucedió a Arafat como jefe de la Autoridad Palestina, Abbas rechazó otra generosa oferta del primer ministro Ehud Olmert y luego dejó sin respuesta las propuestas del secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry.
La última amplificación de sus puntos de vista por parte de Abbas, que niega la legitimidad de Israel como el Estado del pueblo judío, y su insistencia en evitar las negociaciones directas no debe dejar lugar a dudas. Cuando se trata de buscar un futuro mejor para nuestra región, el papel de la generación actual de liderazgo palestino ha terminado.
Los israelíes son personas optimistas. Cubrimos cuatro sangrientas guerras con Egipto mientras esperábamos que un líder, del calibre de Anwar Sadat, se acercara y visitara valientemente Jerusalén. Se necesitaron décadas de conversaciones con Jordania hasta que llegó el momento de que el rey Hussein entrara en lo que con razón llamó una «paz de valientes» con Israel.
No tenemos dudas de que llegará el día en que el pueblo palestino será bendecido con tal liderazgo también. Este será un liderazgo que pondrá fin a la despreciable práctica de incentivar el asesinato pagando salarios mensuales a los terroristas. Será un liderazgo que eduque a su gente hacia la tolerancia en lugar de traficar con el antisemitismo. Finalmente, tendrá que ser un liderazgo que reconozca que Israel es, y siempre será, la Patria Nacional del pueblo judío.
Esperamos ansiosamente el día en que este nuevo liderazgo palestino tome las riendas del poder y traiga la esperanza de un futuro mejor para su pueblo. Hasta que llegue ese día, Israel continuará defendiéndose en todos los campos de batalla y en todos los foros internacionales.