Estrictas medidas y sobrepoblación agravaron la crisis carcelaria desde octubre de 2023: auditoría estatal reporta hambre severa, agua limitada, violencia y condiciones insalubres generalizadas.
Informe estatal describe desnutrición, delgadez extrema y deterioro
Una auditoría de la Oficina del Defensor Público describió un cuadro crítico entre presos palestinos por delitos de seguridad desde octubre de 2023. El informe reportó hambre severa, pérdida de peso drástica y signos claros de desnutrición. Inspectores observaron internos extremadamente delgados, en algunos casos en un grado extremo, y confirmaron un deterioro generalizado de las condiciones carcelarias. Testimonios de presos reforzaron esa conclusión y aportaron detalles sobre privación alimentaria y falta de condiciones básicas.
El contexto inmediato explicó parte del agravamiento. Tras el ataque del 7 de octubre de 2023 y el inicio de la guerra con Hamás, el número de presos creció y presionó una infraestructura saturada. La auditoría afirmó que los presos por delitos de seguridad recibieron un trato severo: raciones mínimas de comida, golpes frecuentes de los guardias y condiciones insalubres que favorecieron la propagación de enfermedades en celdas pequeñas y abarrotadas, con impacto en la salud.
Para documentar la situación, inspectores de la Oficina del Defensor Público visitaron 43 centros de detención entre 2023 y 2024: 27 del Servicio Penitenciario de Israel, 12 comisarías y cuatro celdas judiciales. Organizaciones de derechos humanos en Israel y en el exterior advertían un deterioro prolongado. La auditoría adquirió un peso inusual porque provino de una entidad estatal israelí y corroboró con observaciones directas los hallazgos que grupos civiles habían señalado durante años.
El documento analizó la situación de detenidos por delitos penales y de seguridad y presentó un diagnóstico transversal. Los relatos sobre delgadez extrema coincidieron con observaciones de inspectores que vieron a numerosos internos con signos de desnutrición. La oficina concluyó que las condiciones carcelarias sufrieron un deterioro generalizado desde el inicio de la guerra y que ese empeoramiento afectó diversos tipos de instalaciones, con consecuencias acumuladas sobre alimentación, higiene, acceso a agua potable y estabilidad sanitaria.
Datos clave de la auditoría y del sistema penitenciario
- 43 centros visitados entre 2023 y 2024: 27 del Servicio Penitenciario, 12 comisarías y cuatro celdas judiciales.
- Orden del 16 de octubre de 2023 restringió llamadas, visitas, salidas diarias y pertenencias.
- Tribunal Superior ordenó en septiembre garantizar alimento suficiente para una existencia básica.
- Población penal: 16.353 (6/10/2023), 19.000 (dos meses después), 23.000 (fines de 2024), 24.715 (septiembre de 2025).
- Fallo de 2018 fijó 4,5 m² por persona; más del 90% de terroristas presos quedó por debajo de tres.
Política oficial endurece régimen y cancela actividades a detenidos
El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, responsable del sistema penitenciario, alardeó públicamente sobre las medidas. En octubre declaró ante un comité de la Knéset sentirse orgulloso porque las prisiones se convirtieron en una “pesadilla para los terroristas”. En coherencia con ese enfoque, poco después del inicio de la guerra el Servicio Penitenciario emitió una orden que restringió o canceló actividades rutinarias en centros con presos por delitos de seguridad.
Con fecha 16 de octubre de 2023, la orden prohibió realizar llamadas, recibir visitas familiares o de la Cruz Roja, salir de las celdas más de una hora diaria y conservar objetos como libros y fotografías. Las restricciones se aplicaron a todos, incluso a menores, sin considerar circunstancias personales. El servicio diseñó un menú con raciones reducidas en prisiones militares; inspectores constataron raciones más pequeñas y productos en mal estado, como arroz crudo o vegetales podridos.
Funcionarios que visitaron prisiones como Ramón, Megiddo, Ayalon, Shatta, Eshel y Ketiot recogieron testimonios sobre un sentimiento de hambre y constataron limitaciones en el acceso a agua potable. En septiembre, el Tribunal Superior ordenó al gobierno garantizar alimento suficiente para una existencia básica. Grupos de derechos humanos sostienen que la situación no mejoró y exigen nutrición adecuada. Raciones insuficientes y agua restringida derivan en pérdida de peso acelerada, signos de desnutrición y un riesgo sanitario creciente.
El informe documentó violencia rutinaria por parte de guardias durante registros, traslados a audiencias y salidas médicas. Según internos, el temor a palizas disuadió solicitudes de atención sanitaria y agravó su estado físico. Inspectores reportaron, además, que la sarna se extendió entre presos por delitos de seguridad y alcanzó niveles epidémicos en ciertos periodos, como resultado de la sobrepoblación carcelaria y de condiciones de higiene deficitarias que favorecieron la transmisión dentro de espacios cerrados y saturados.
Hacinamiento extremo y medidas de emergencia tras el inicio de la guerra
El hacinamiento se agravó tras la guerra, cuando la Knéset aprobó medidas de emergencia que autorizaron mantener a los presos en celdas repletas, sin cama. La Oficina del Defensor Público calificó el panorama una crisis sin precedentes por el volumen de detenciones y su impacto sobre la capacidad instalada. Presos criminales y de seguridad compartieron celdas estrechas y abarrotadas, con personas que durmieron en el suelo; en áreas evitaron camas vacías por la presencia de chinches.
Las cifras mostraron la progresión. Antes de la guerra, Israel ya excedía su capacidad de 14.500 plazas. El 6 de octubre de 2023 había 16.353 presos; dos meses después sumaron 19.000 y, a finales de 2024, la cifra alcanzó 23.000. Datos de septiembre de 2025 del Centro de Investigación e Información de la Knéset registraron 24.715 detenidos, de los cuales 11.115 correspondieron a presos por delitos de seguridad en el sistema.
Esa presión cuantitativa incidió de forma directa en el espacio disponible. Mientras el 35% de los reclusos criminales dispuso de menos de tres metros cuadrados por persona, más del 90% de los detenidos por delitos de seguridad vivió en esas condiciones, pese a un fallo judicial de 2018 que fijó un mínimo de 4,5 metros cuadrados por individuo y ordenó mejorar el estándar para garantizar dignidad y condiciones básicas de reclusión.
La saturación alcanzó a las comisarías. Algunos sospechosos permanecieron en celdas policiales durante días o semanas, pese a instalaciones no adaptadas para estancias prolongadas. En la comisaría de Bat Yam, inspectores hallaron detenidos que pasaron diez días sin cambio de ropa y durmieron en el suelo, sin colchones ni artículos de aseo. Situaciones similares aparecieron en Jaffa, Mesubim y Glilot, con internos que permanecieron con la misma vestimenta y sin medios para mantener su higiene básica.
