Leia, de 83 años, lleva muchos años sin salir de Kiev. Desde que murió su marido, hace 20 años, vive sola en su casa de Ucrania. En los últimos años su estado de salud ha empeorado, sufre de presión arterial y otros problemas de salud. En su complicada situación, decide no abandonar su casa de Kiev a pesar de la guerra y los bombardeos. También Ema, de 70 años, prefirió quedarse en Kiev a pesar del peligro. Llegó a Kiev en 2014 procedente de Donetsk, ocupada por los rusos.
En la última semana, Ema y Leia, junto con decenas de ancianos, fueron rescatados por la comunidad judía JCC Jabad de Kiev y trasladados a Lodz, Polonia. “El frío alcanza ya los 10 grados bajo cero, y la mayoría de las casas de la ciudad carecen de calefacción. Los largos cortes de electricidad hacen imposible calentar las casas. Si a eso se añaden los cortes de agua y los precios de los alimentos, que se han encarecido mucho, se llega a una situación en la que muchos ancianos que están en sus casas pasan frío y hambre de pan”, explica el rabino Yonatan Markovitch, rabino de Kiev. “Llegamos a la decisión de que debíamos dar un paso inusual y llevarlos a un lugar seguro al menos durante el invierno”.
Como Ema y Leia, la mayoría del grupo que fue rescatado de la helada y oscura Kiev, son ancianos y enfermos que se quedaron en la ciudad por falta de capacidad para trasladarse a Israel y pasar por el largo viaje y la burocracia. “Vivo en un octavo piso, tuve un infarto hace unos años, incluso con bastón me resulta muy difícil andar”, dice Naum, de 82 años. Antes de la guerra, le ayudaba su hijo, que vivía cerca de él, pero cuando empezó la guerra el hijo fue llamado a filas, y él se quedó solo, casi sin poder moverse de casa ni bajar a un refugio seguro.
“Tenemos una lista de unas 400 personas mayores y enfermas cuyas vidas corren peligro si permanecen en sus casas, y las estamos evacuando a Polonia. En este grupo de riesgo hay personas mayores de 65 años o enfermos jóvenes que están libres de ser reclutados por el ejército. Nos dimos cuenta de que permanecer en un apartamento sin agua, electricidad ni calefacción durante el invierno, puede ser más peligroso que los misiles. Si no les encontramos una solución, pueden peligrar vidas”, explica el rabino Markovich.
Hace unas dos semanas se rescató al primer grupo, entre ellos decenas de ancianos. Un equipo de voluntarios de asistencia médica y apoyo a los ancianos acompañó al grupo. “El viaje fue muy difícil, pero ahora ya no tengo miedo de morir de hambre, frío o por las bombas”, dice Leia. Más de veinte horas de conducción peligrosa, en parte por carreteras bombardeadas atravesaron los ancianos, hasta que fueron recibidos en la casa de huéspedes de la comunidad judía de Lodz.
El último jueves por la mañana salió otro autobús con un grupo de unas 30 personas y llegó a Lodz para el sábado. La gente de Lodz ya está esperando y emocionada encontrarse con sus amigos de la comunidad de Kiev.
“Todo el mundo quiere que termine la guerra para poder volver a casa”, dice Naom. “Pero aquí estamos con nuestros amigos, mucho más seguros, y la gente de la comunidad judía de Kiev y Lodz se ocupa de todo lo que necesitamos”.