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Exrehén israelí relata abusos sexuales sufridos durante cautiverio en Gaza

23 de noviembre de 2025
Exrehén israelí relata abusos sexuales sufridos durante cautiverio en Gaza

Guy Gilboa-Dalal, exrehén de Hamás, relató en una entrevista con el Canal 12 los abusos sexuales que padeció durante los más de dos años que permaneció cautivo. El joven, de 23 años, liberado en el marco del acuerdo de alto el fuego en Gaza, afirmó que su agresor lo amenazó con un arma de fuego.

Según su testimonio, el mismo captor lo atacó en dos ocasiones mientras se encontraba retenido junto con Evyatar David, Tal Shoham y Omer Wenkert. Gilboa-Dalal es el segundo hombre liberado que denuncia públicamente agresión sexual durante su secuestro, tras Rom Braslavski. También varias mujeres rehenes reportaron violencia sexual y amenazas en Gaza.

“El me llevó a la habitación de los terroristas y me dejó sentado en una silla con los ojos cubiertos”, contó al detallar el primer ataque. “Me cubrió los ojos y me dijo: “Hace mucho que no ves mujeres, ¿verdad? ¿Ves pornografía? ¿Quieres ver pornografía? ¿Quieres que tú y yo hagamos una película porno?””.

“Se acercó por detrás. Empezó a tocarme por todo el cuerpo y quedé inmóvil en ese instante”, prosiguió. “Empezó a tocarme de verdad y a besarme la nuca, a besarme la espalda, y aquello resultó extremadamente aterrador”. Recordó que sintió ardor en el cuello y la garganta tras los tocamientos.

“Me dijo que me amaba, y aquello fue profundamente perturbador”, agregó. “En un momento dado, su mano se detuvo sobre mi pecho, y mi corazón latía con una velocidad descontrolada. Me preguntó: “¿Qué pasa?, ¿tienes miedo?”. Respondí que sí. Entonces me sujetó, me presionó un fusil en la cabeza y una cuchilla en la garganta, y me advirtió que me mataría si lo contaba”.

“Pasé por aquella experiencia espantosa y tampoco pude contárselo a nadie. Debí soportarlo solo, dentro de mí”, expresó. Más tarde, describió un segundo ataque, del que ya se habían difundido fragmentos. Dijo que su captor esperó a que terminara de ducharse y luego lo agredió de nuevo con violencia.

“Me arrastró hasta su habitación e impidió que me vistiera”, relató. “Él mismo se quitó los pantalones. Le dije: “Estás bromeando, ¿verdad? Esto está prohibido en el islam. Eres musulmán; estas cosas están prohibidas””. “No podía verlo; tenía el rostro vuelto hacia otro lado y él estaba detrás de mí. Frotó sus genitales contra mi ano durante varios minutos. Me quedé completamente paralizado”.

Gilboa-Dalal temió quedar aislado del resto de los rehenes, lo que podía exponerlo a nuevos ataques. “Si termino solo, quizá esto se convierta en algo habitual. Quizá empeore de forma gradual: más golpes, más violencia, algo más invasivo. Aquello me aterraba porque, en mi situación, no tenía adónde escapar”.

Afirmó que aquel fue el último abuso sexual, ya que “no volvió a darse una situación en la que él estuviera solo, sin la supervisión de los otros terroristas, los guardias del grupo”. Aun así, confesó que el miedo lo acompañó hasta su liberación. “Solo deseaba que nunca volviera a suceder algo así”.

El exrehén explicó que, además de los abusos, padeció hambre y maltrato físico. Recordó que fue secuestrado durante la masacre del 7 de octubre de 2023 en el festival Nova junto con Evyatar David, Bar Kuperstein y Omer Wenkert, y que los llevaron a Gaza en la parte trasera de un camión.

Dentro del enclave, “nos hicieron recorrer la ciudad. Se detenían, gritaban en árabe: “¡Prisioneros judíos! ¡Cerdos!””, dijo. “Multitudes de civiles se acercaban y empezaban a golpearnos. Y cuando la situación se volvía demasiado extrema, los terroristas realizaban disparos al aire para dispersarlos y seguían hacia otro punto, donde la escena se repetía”.

Relató que los primeros días fueron insoportables y que “lloraba durante todo el día”. Compartió un estrecho túnel con Wenkert, David y Shoham, donde apenas podían moverse. Para mantener la cordura, intentó aprender árabe y fingió interés por el islam, con la intención de “conservar una relación lo mejor posible” con sus captores y obtener información.

Aseguró que una cámara lo vigilaba casi de forma constante. Imaginaba que esas grabaciones eran mensajes para su familia y sus futuros hijos, lo que le ayudó a resistir: “Imaginaba que les enseñaba a sobrevivir, a conservar la fortaleza en cautiverio… en lugar de pensar que aquella transmisión en directo iba dirigida a los terroristas”.

Denunció que los rehenes sufrían hambre deliberada. Solo recibían una ración diaria, generalmente un pedazo de pan pita con una mínima porción de comida, pese a que los captores tenían más provisiones. “Guardábamos la comida, la reservábamos y esperábamos a la siguiente para asegurarnos de que tendríamos algo. Cuando comíamos, la comida ya estaba descompuesta”, explicó.

Describió a los guardias como impredecibles: “Podían comportarse de forma normal durante un tiempo y, sin aviso, convertirse en personas increíblemente crueles”. Relató que el mismo agresor sexual también lo golpeó y humilló junto a Wenkert, obligándolos a posiciones denigrantes antes de golpearlos brutalmente.

“Me colocó una mascarilla, como las mascarillas de COVID”, recordó. “Me dijo: “Quédate aquí, no tienes permiso para moverte”. Luego le dijo a Omer: “Ponte en cuatro patas como un perro y quédate en esa posición”. Después salió. Al volver, me agarró, me arrojó encima de Omer y empezó a golpearnos con fuerza”.

Consultado sobre cómo resistió en cautiverio, respondió: “Debíamos seguir sobreviviendo. Debíamos conservar la fortaleza… Una persona puede quebrarse, y es válido hacerlo, y es válido llorar, pero yo no podía permitirme perder el control allí”.

Añadió: “Hubo tres ideas a las que me aferré para mantenerme firme y no venirme abajo: que me grababan para mi familia, que ellos me veían, que mis futuros hijos me veían, y que debía mantenerme fuerte para demostrarles que todo tiene un sentido”.

Gilboa-Dalal explicó que su amistad con Evyatar David, su compañero desde la infancia, fue esencial para soportar el cautiverio. “Éramos el sostén del otro. Resultó fundamental que permaneciéramos juntos”, aseguró. “Eso fue lo que más nos sostuvo”.

Dijo que ambos estaban presentes durante la grabación del video que Hamás difundió en agosto, en el que David, visiblemente demacrado, cavaba su propia tumba. “Mi masa muscular había descendido tanto que no podía mover los hombros… No podía hacer nada. Hasta el punto de que Evyatar tenía que subirme y bajarme los pantalones”, relató.

“Cuando iba al baño, él me cubría para que no nos congeláramos. No teníamos nada en el cuerpo que nos diera calor”, añadió. “Llegó un momento en que yo le entregaba toallitas húmedas y él me limpiaba esta zona —debajo del brazo— porque yo no podía levantar el hombro de lo débil que estaba”. “Eso es lo que significa ser el sostén del otro”, afirmó.

Al preguntarle qué significa estar de vuelta en casa, respondió: “Ahora las cosas adquieren un significado distinto”. “Lo que antes daba por hecho… Cada momento con mi familia ha resultado extraordinario desde que regresé, y así seguirá para siempre”, concluyó.

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