La creciente conciencia pública de la propagación del coronavirus y la evidente presión para evitar que llegue a Israel a cualquier precio ha puesto desde el lunes a los que regresan de los países donde el virus se ha afianzado en una situación difícil.
Cualquiera que regrese en un futuro próximo de lugares de alto riesgo, China, Singapur, Macao, Hong Kong y Tailandia, tendrá que planear cuidadosamente para después de su llegada.
¿Cómo saldrán del aeropuerto, prohibidos como están de los transportes públicos? ¿Dónde completarán su cuarentena obligatoria de dos semanas? ¿Quién les traerá las provisiones? Estas no son preguntas que el Ministerio de Salud pueda responder.
De hecho, ha habido más y más preguntas sin respuesta en los últimos días: ¿Bajo qué condiciones deben pasar los viajeros que regresan estas dos semanas? ¿Se les permite entrar en contacto con sus familias? ¿Qué pasa con los miembros de la familia ya expuestos a los recién llegados? ¿También se les obliga a permanecer en aislamiento?
La incertidumbre que rodea todas estas cuestiones ha provocado reacciones extremas e imperdonables, como la retirada de la escuela de los niños cuyos padres han regresado de uno de estos países o ser denunciados públicamente como peligrosos, como sucedió con los hijos pequeños del futbolista Eran Zahavi.
En lugar de intentar calmar a la población y dar explicaciones responsables y reflexivas sobre las medidas necesarias para evitar la propagación de la enfermedad, lo que crearía el compromiso público esencial para luchar contra el virus, el propio Ministerio de Sanidad se ha encontrado en un estado de histeria.
Por eso, por ejemplo, el lunes por la noche se nos informó a todos de que habrá una línea telefónica para que los ciudadanos preocupados informen de cualquier vecino que crean que está violando los términos de su cuarentena. Además, aparentemente habrá ocho inspectores itinerantes que harán visitas sorpresa a los cientos de personas en cuarentena en un intento de asegurar que realmente están en aislamiento.
Estas iniciativas creativas pero totalmente inviables dan lugar a sospechas de que hay personas en el poder que deliberadamente están avivando las llamas del pánico.
Porque no hay nada como un buen apocalipsis biológico para desviar la atención de un paralizante callejón sin salida político o de los procedimientos penales que se ciernen sobre las cabezas de varios altos miembros del gobierno.
Y esta situación podría ser divertida si no fuera por su gravedad. Este agresivo virus ya se ha propagado a 28 países aparte de China.
Decenas de miles de personas han sido infectadas y casi 2.000 han muerto. Los médicos de alto nivel han estado advirtiendo durante semanas que Israel simplemente no está preparado para un escenario de infección masiva.
Con la ausencia de condiciones de aislamiento estrictas, suficiente personal médico e incluso respiradores necesarios para tratar a los pacientes en estado crítico, el sistema de salud de Israel puede encontrarse en una situación sin precedentes en la que debe decidir quién recibe ayuda y quién queda para luchar contra este virus solo.
El pandemonio actual es solo la primera muestra de lo que es probable que venga. Si esta es la situación antes de que el virus llegue a Israel, es aterrador imaginar lo que sucederá una vez que el primer paciente sea diagnosticado.