Medio siglo después de la ejecución en Siria del legendario espía Eli Cohen, el servicio de inteligencia de Israel, Mossad encontró su reloj pulsera y se lo entregó a la familia. Se trató de una operación especial del Mossad que todavía no ha terminado: intenta recuperar el cadáver de “nuestro hombre en Damasco”, como se lo llamó, quien fue detenido, torturado y ahorcado en 1965 por haber pasado a su país información que dos años más tarde se probaría como decisiva para el desenlace de la Guerra de los Seis Días.
La esposa y la hija de Cohen aceptaron que la pieza, que les entregó el director del Mossad, Yossi Cohen, esté en exposición en la sede de la agencia, hasta que en Rosh Hashaná, el año nuevo judío, en septiembre, les sea definitivamente reintegrado.
Según The New York Times, la operación para recuperar los restos de Cohen lleva ya 14 años. Y como parte de esa búsqueda los espías israelíes identificaron a un hombre que tenía su reloj. Comenzó entonces una acción paralela para recuperar lo que el primer ministro Benjamin Netanyahu llamó “un recuerdo de un luchador heroico que contribuyó enormemente a la seguridad del Estado”.
El Mossad “ha invertido grandes sumas y recursos en esta gran misión, que incluyó poner vidas en peligro y sobornar a agentes”, dijeron al periódico estadounidense oficiales de inteligencia de Israel. Porque la misión de Cohen en Siria a comienzos de la década de 1960 fue quizá “el episodio militar y de espionaje más fabuloso de la historia de Israel, que es considerado uno de los mayores éxitos, y uno de los mayores fracasos”.
Cohen —un judío egipcio, que emigró a Israel en 1957 y se sumó a la inteligencia militar tres años más tarde—, fue un agente encubierto que, al estilo del imaginario sobre los espías, llevó una vida de relaciones con el poder sirio. En su casa se hacían fiestas con abundancia de alcohol y prostitutas, en las que él recolectaba información complementaria a la que recababa como consejero del ministro de Defensa de Siria.
Con la identidad falsa de Kamal Amin Taabet, un hombre de negocios sirio que había vivido en Argentina, Cohen hizo numerosos viajes desde 1962 y se ganó la confianza de militares, políticos y empresarios. No solo obtuvo información valiosa sobre el accionar del ejército sirio, la ubicación de fortificaciones, las relaciones con la Unión Soviética y las luchas políticas entre las autoridades: según la Biblioteca Virtual Judía (JVL), logró que sus conexiones lo llevaran a las Alturas del Golán —una ubicación estratégica Siria desde 1948—, donde observó directamente las defensas secretas del lugar.
Allí se tomó una foto mirando hacia Israel, rodeado de altos oficiales sirios. Pero, más importante, “recordó y transmitió a la inteligencia israelí la posición de cada arma, trinchera y ametralladora en la fortaleza” y “las trampas para tanques, diseñadas para impedir un ataque”. Llegó a sugerir a los sirios que plantaran árboles para ocultar las construcciones y para brindar sombra a los soldados. Así, años más tarde, al identificar los eucaliptos, “Israel supo exactamente dónde estaban las fortificaciones sirias”, según JVL.
Se cree que por la presión de sus jefes y acaso demasiado confiado en su cobertura, comenzó a descuidarse y a enviar mensajes en Morse desde su casa, dos veces por día. La regularidad de la primera emisión, a las 8:30 de la mañana, llamó la atención de la Jefatura Mayor del ejército sirio, ubicada al otro lado de la calle, cuya radio interceptaba. La inteligencia soviética hizo el resto.
Cohen fue arrestado, interrogado, torturado, juzgado, sentenciado a muerte y ahorcado en la plaza Marja, en el centro de Damasco, el 19 de mayo de 1965. Su cuerpo quedó colgado durante horas, como un mensaje a Israel. Siria se negó a devolverlo.
El Mossad propuso un primer plan de recuperación en 2004. Sin embargo, solo se logró averiguar que Cohen había sido exhumado del cementerio judío de Damasco y no se sabía dónde se habían llevado sus restos. “Algunos oficiales de inteligencia israelí concluyeron que ni siquiera la inteligencia siria sabe a esta altura dónde está enterrado el espía”, según The New York Times.
Hace dos años, mientras se continuaba con la investigación, los agentes que hablaban con algunos de los participantes en el arresto, el juicio y la ejecución averiguaron que alguien había conservado el reloj pulsera de Cohen, por alguna razón, sin la malla. Y esa persona se lo había regalado a otra. “Durante los pasados 18 meses, el Mossad ha conducido una operación compleja en el corazón de Damasco para obtener el reloj de ese hombre”, siguió el periódico de Nueva York.
Sin explicaciones de cómo se lo obtuvo, la pieza llegó a Israel, donde se la identificó. Por su pantalla de hombre de negocios, Cohen viajaba a Europa (donde, en realidad, se encontraba con sus jefes y operadores) y en uno de esos viajes adquirió un reloj Omega muy caro, que se acomodaba a su identidad siria. Los documentos de la compra se hallan en poder del Mossad y permitieron identificar, junto con expertos y archivos suizos, la autenticidad del objeto.
“En el momento en que me informaron [que habían recuperado el reloj] sentí un escalofrío”, citó BBC a la viuda de Cohen, Nadia. “Sentí que podía tocar su mano, que parte de él estaba con nosotros”. Agregó a Haaretz: “Su sangre está en ese reloj”. Su hija comentó que es la primera y única pertenencia de su padre que tiene. “Con la voluntad de Dios, un día también nos devolverán su cuerpo”, agregó la viuda.