Los órganos de Mikhael Sammarah, un hombre de 27 años gravemente herido en un ataque con drones de Hezbolá, fueron donados a seis personas, entre ellas una niña de siete meses, durante el fin de semana. Mikhael murió el viernes pasado a causa de las heridas sufridas cuando un misil interceptor Cúpula de Hierro falló durante el bombardeo a principios de la semana.
Nasrat Sammarah, padre de Mikhael, expresó su dolor mientras recibía a quienes acudieron el domingo al centro comunitario de Kfar Yasif, en Galilea Occidental, para ofrecer apoyo a la familia. “Mi hijo salvó a seis personas”, declaró. “¿Y cuántos representantes del gobierno vinieron a dar sus condolencias? Ninguno”.
Mikhael, quien estudiaba ingeniería química en la República Checa, estaba de visita en Israel cuando murió en un accidente en la carretera Ruta 4, a solo diez kilómetros de su casa. “Vinieron representantes de los gobiernos de Eslovaquia y la República Checa”, añadió Nasrat. “Pero nadie de nuestro propio gobierno”.
Mikhael creció en Kfar Yasif, en la Galilea Occidental. Su madre, Janka, originaria de Eslovaquia, es profesora de deportes en la escuela primaria local. Conoció a Nasrat mientras ambos estudiaban en la universidad, y se mudó a Israel con él hace 30 años. La pareja tiene otros dos hijos, George y Joni.
En el centro comunitario, Janka permanecía cerca de una fotografía de su hijo, sin poder apartar la vista. “Al principio, no sabía si quería que Mikhael fuera donante de órganos”, confesó. “Como su madre, sentía cada corte en su piel. Pero consulté con mi sacerdote y me dijo que sí, que debía hacerlo. Ahora, gracias a él, otras personas pueden vivir”.
“Debo mantenerme fuerte porque la gente está aquí”, añadió Janka, “pero por dentro, siento que voy a explotar”. Recordando la naturaleza generosa de Mikhael, dijo: “Desde pequeño, amaba dar. Si veía una hormiga, no la aplastaba. Daba felicidad. Incluso en la muerte, ha dado vida”.
Mikhael fue tratado en el Centro Médico Galileo, donde, según su padre, recibió una atención excelente. El Centro Nacional de Trasplantes informó que sus órganos fueron donados a seis personas.
El ambiente en el centro comunitario era sereno y solemne, sin lugar para la política, solo para el duelo. La familia, sentada en una larga fila frente al escenario, recibía el pésame de quienes entraban al lugar. Un hombre, siguiendo la costumbre, servía café negro amargo a los presentes. La gente se acercaba a la familia, estrechando manos, abrazando y llorando en silencio, en un ambiente cargado de incredulidad.