Omer Wenkert, recientemente liberado tras su cautiverio en Gaza, se reunió con los familiares de Evyatar David y Guy Gilboa-Dalal, compañeros de encierro que aún permanecen bajo tierra. Según relató, ambos siguen confinados en un corredor estrecho de apenas un metro de ancho, separados por una puerta, sin acceso al exterior.
Afirmó que el entorno está regido por normas estrictas: no se permite apagar las luces, moverse libremente ni acercarse a la puerta. Los secuestradores los vigilan mediante cámaras durante todo el día y les impiden dormir, manteniéndolos bajo constante agotamiento físico y mental.
Durante los primeros 34 días, David y Dalal fueron interrogados y torturados. Permanecieron atados, con los ojos vendados y de cara a la pared. Compartieron su celda con otros dos rehenes, Bar Kupershtein y Elkana Bohbot, quienes también continúan secuestrados.
Wenkert recordó un momento especialmente cruel, cuando uno de los captores sufrió un brote psicótico y ordenó que Dalal permaneciera inmóvil, vendado y con el rostro pegado a la pared. Él mismo fue obligado a arrodillarse y ladrar como un perro, antes de ser brutalmente golpeado.
Expresó su angustia por la salud mental del terrorista que aún custodia a sus compañeros, describiéndolo como inestable y peligroso. Indicó que los secuestrados recibían apenas 375 mililitros de agua al día, casi sin comida, y que en estado de desnutrición y debilidad extrema se les forzó a cavar un agujero para usar como letrina.