La incertidumbre sobre el destino de los tres rehenes israelíes de mayor perfil sumió a Noam Nisim en la confusión. Un medio israelí anunció en Instagram que la familia Bibas había recibido la confirmación oficial de la muerte de Shiri y sus hijos, Kfir y Ariel, en cautiverio. La noticia parecía corroborar el comunicado de Hamás, que afirmaba que los cuerpos serían entregados a Israel el jueves. Poco después, la publicación fue eliminada.
Al mismo tiempo, los parientes de los Bibas desmintieron haber recibido confirmación alguna y describieron el anuncio de Hamás como un motivo de desconcierto. Para Nisim, instructora de pilates en un centro comunitario de Jaffa, el caos informativo solo reforzaba la sensación de que los Bibas no regresarían con vida.
“No sé cómo reaccionar porque ni siquiera sé a qué reaccionar”, confesó el martes. “Estoy en shock. Pero, en el fondo, lo esperábamos. Eso no hace que duela menos”.
El comunicado de Hamás conmocionó a la sociedad israelí. La familia Bibas se ha convertido en un símbolo del sufrimiento causado por la crisis de los rehenes. Un video de Shiri, desesperada y abrazando a sus hijos mientras era secuestrada en Gaza, quedó grabado en la memoria colectiva desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. La angustia creció en noviembre, cuando el grupo terrorista publicó imágenes de Yarden Bibas, el esposo de Shiri, sollozando tras ser informado de la supuesta muerte de su familia en un bombardeo israelí. Israel investigó la afirmación sin confirmarla.
Yarden fue capturado por separado y liberado este mes, pero las declaraciones oficiales sobre su familia han sido cada vez más pesimistas. El mes pasado, un funcionario israelí expresó “graves preocupaciones” sobre su destino.
Algunos israelíes aún albergan una esperanza remota. Liz Peretz, enfermera del Centro Médico Wolfson y presente en el centro comunitario de Jaffa, se aferra a la posibilidad de que los informes sean erróneos. Advierte que, si se confirman, la indignación contra el Estado será contundente.
Su hijo Nehorai, de 11 años, insiste en que el anuncio de Hamás es mera propaganda. “Están mintiendo”, afirma. “Quieren que lloremos, que suframos. No van a devolver los cuerpos”.
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Mientras los israelíes asimilaban la tragedia, algunos expresaban furia y exigían venganza. O Benaroya, cajera, abogaba por “justicia” para la familia Bibas. Consultada sobre su significado, respondió: “Matar a todos los involucrados, incluso a quienes apoyan a Hamás. Todos deben pagar”.
A las puertas de un estadio, Sagi Vanunu, empleado de un restaurante, fue más allá: Israel debería “declarar una guerra mundial contra Gaza” tras la próxima liberación de rehenes vivos el sábado. De no hacerlo, afirmó, el país demostraría que “ya no valora la vida ni tiene derecho a existir”.
La indignación trascendió Jaffa. Dan Shapiro, exembajador de EE. UU. en Israel, expresó su conmoción en X: “El duelo por Shiri, Ariel y Kfir Bibas va acompañado de una rabia apenas contenida. Sus asesinos son monstruos. Esta guerra no acabará hasta que Hamás sea erradicado”.
La tensión creció con el acuerdo de liberar a 47 terroristas palestinos presos a cambio de cuatro rehenes muertos. Para Shalev Shaki, de 15 años, la negociación era inaceptable. “Debemos hacer todo para traerlos de vuelta, pero sin ceder ante terroristas. Hay que golpearlos con fuerza para recuperar a los rehenes sin concesiones”, sostuvo.
Kira Dan Or, consultora de crianza, reflexionó sobre el impacto de la tragedia en Yarden Bibas, esposo y padre de las víctimas. “No hay consuelo. Nunca sabrá qué les ocurrió ni cómo murieron. Vivirá con esas preguntas para siempre. ¿Qué clase de vida será esa?”.
El martes trajo también una noticia positiva: las familias de los seis últimos rehenes vivos que serán liberados en la primera fase del alto el fuego —Omer Wenkert, Omer Shem Tov, Eliya Cohen, Tal Shoham, Avera Mengistu y Hisham al-Sayed— fueron notificadas de su pronta liberación.
Pero la incertidumbre persistía. En esta fase, que se extiende hasta marzo, aún quedan catorce rehenes por liberar, de los cuales ocho han muerto y seis siguen con vida. El anuncio de la liberación de seis rehenes vivos obligó a muchas familias a leer entre líneas.
“¿Tengo que sacar mis propias conclusiones?”, cuestionó Danny Elgarat, hermano del rehén danés-israelí Itzik Elgarat, de 70 años. “Si se publican los nombres de seis personas vivas, significa que el resto no lo está. Pero nadie nos informó de nada”.
Jonny Daniels, analista pro-Israel, advirtió que, si se confirma la muerte de la familia Bibas, el golpe emocional será profundo. “Se había depositado mucha esperanza en un milagro. La gente quedará devastada y llevará tiempo sanar”, señaló.
Anat Sharbat, organizadora de vigilias por los rehenes en la Plaza de los Rehenes en Tel Aviv, advirtió que los próximos días serán especialmente duros. “Nuestra nación parece una sola familia. Todos hablan como si su propio hijo estuviera en Gaza. La montaña rusa de esperanza y desesperación nos ha desgastado. Y esto no termina, solo continúa”.