La disputa entre Polonia e Israel sobre el Holocausto alcanzó nuevas alturas esta semana luego de que el primer ministro de Polonia dijera que el genocidio no solo tuvo perpetradores polacos, ucranianos y alemanes, sino judíos también.
Al abordar una nueva ley que penaliza culpar a Polonia por los crímenes nazis, Mateusz Morawiecki dijo en una entrevista el sábado que los efectos de la ley no serían tan radicales como sus críticos protestan.
«No será visto como criminal decir que hubo autores polacos, ya que hubo perpetradores judíos, ya que hubo ucranianos; no solo los perpetradores alemanes», dijo.
Si su declaración pretendía calmar a los críticos de la ley -incluidos los grupos judíos internacionales y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, que calificó la legislación como sin fundamente- entonces Morawiecki fracasó espectacularmente.
Al intensificar su retórica, Netanyahu calificó el comentario como «escandaloso».
«Aquí hay un problema de incapacidad para comprender la historia y una falta de sensibilidad ante la tragedia de nuestro pueblo», dijo el líder israelí.
Otro líder israelí, el presidente Reuven Rivlin, expresó su desprecio por el comentario.
«Decir que los judíos colaboraron con los nazis es una nueva bajeza», dijo.
Jonny Daniels, un influyente activista de la conmemoración en Polonia amigo de Morawiecki, lo llamó una forma de negación del Holocausto.
Lo que Morawiecki dijo es técnicamente preciso, pero históricamente injusto a la luz de la naturaleza específica de la persecución nazi enfocada en los judíos, según los estudiosos que han estudiado las docenas de acusaciones presentadas en Israel contra los colaboradores nazis.
Hasta 1972, docenas de acusaciones condujeron a juicios en Israel de supuestos colaboradores judíos con los nazis, dijo Rivka Brot, miembro del Centro para la Ley Judía y Democrática de la Universidad Bar-Ilan. Brot escribió su tesis doctoral sobre el enjuiciamiento de colaboradores judíos por tribunales judíos en campos transitorios en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, y más tarde en el Estado de Israel.
Ninguno de los juicios terminó con una sentencia de más de 18 meses de prisión.
Incluso antes del establecimiento de Israel, se establecieron docenas de tribunales comunales no oficiales para procesar cientos de denuncias contra presuntos colaboradores judíos en campos de personas desplazadas en Europa, dijo Brot. Al carecer de poderes legales vinculantes, estos tribunales podían pronunciar sentencias simbólicas de imputación que significaban excomunión para los condenados.
Brot dijo que el elemento ofensivo en la observación de Morawiecki no es que mencionó a los judíos que colaboraron con los alemanes, sino que los listó junto a los colaboradores polacos.
«Cualquier comparación entre colaboradores judíos y polacos es falsa», dijo. «Los prisioneros judíos que colaboraron lo hicieron bajo la amenaza de muerte inmediata». Los polacos, agregó Brot, sufrieron mucho bajo los nazis, «pero la mayoría no estaban sujetos a las mismas circunstancias que los judíos destinados a la aniquilación».
Los colaboradores judíos incluyeron «kapos» y otros funcionarios de la estructura de poder interno que los nazis obligaron a los judíos a conformar en los campos y guetos, dijo Brot.
Además, algunos judíos ayudaron a los nazis a localizar a otros judíos que vivían escondidos a cambio de la libertad de los colaboradores o la de sus parientes.
Los judíos que colaboraron dentro de los campos y guetos a menudo decían en su defensa que no lo hicieron para mejorar su propia situación, sino para mejorar las vidas de otros judíos.
Eliezer Gribaum, un kapo judío polaco acusado de golpear sin piedad a los reclusos en el campamento de Birkenau y luego muerto en la Guerra de la Independencia de Israel, dijo que aceptó el cargo a petición de otros judíos, que necesitaban protección contra un antisemita Kapo no judío, un criminal alemán.
El caso de los judíos que permanecieron fuera de los campos o guetos ayudando a los nazis a perseguir a otros judíos parece aún más oscuro.
Entre ellos, notoria fue Stella Kubler, quien comenzó a cazar judíos para los nazis para evitar que sus padres fueran deportados, y permaneció en su servicio hasta el final de la guerra. Ella y otros judíos cazadores de judíos recibieron documentos especiales de la Gestapo e incluso armas. Algunos incluso recibieron un bono en efectivo de 200 marcos por cada judío que ayudaron a entregar.
Algunos de ellos, incluido Rolf Isaaksohn, entregaron a los nazis a sus propios parientes, un tío, en el caso de Isaaksohn, según una exposición de Der Spiegel de 1992 acerca de los judíos cazadores de judíos.
Kubler fue juzgado dos veces por sus acciones, que resultaron en el asesinato de docenas: una por un tribunal soviético que la sentenció a 10 años de cárcel y luego por un tribunal alemán occidental, que la condenó pero no la sentenció a prisión. Ella habló con odio puro sobre el pueblo judío, y hasta su muerte en 1994 fue una de las favoritas entre los editores de literatura antisemita.
Los miembros de Judenrats, consejos judíos establecidos en guetos que respondían ante los alemanes, constituyen otra variante de colaboración.
Decenas de ellos se suicidaron para evitar llevar a cabo las órdenes de aniquilación de los alemanes contra poblaciones vulnerables del gueto, como niños y mujeres, dijo a JTA Dina Porat, historiadora del museo del Holocausto Yad Vashem en Israel. Otros cooperaron con los nazis por miedo a que el ghetto estuviera sujeto a represalias masivas si no lo hacían.
Sin embargo, otros líderes de Judenrat parecían saborear los poderes conferidos a ellos. Notorio entre ellos fue Chaim Mordechai Rumkowski del ghetto de Lodz.
Moviéndose por el ghetto en un carruaje tirado por caballos, Rumkowski instituyó moneda con su firma y estampillas con su imagen, lo que le valió el apodo sarcástico de «Rey Jaim». Infamemente, instó a sus súbditos a entregar a sus hijos a los Alemanes, quienes los enviaron a ser asesinados. Fue asesinado a golpes en Auschwitz, donde llegó en el último transporte.
El martes, el ministro de Asuntos Exteriores polaco, Jacek Czaputowicz, reconoció en una entrevista al periódico Dziennik Gazeta Prawna que había colaboradores polacos y agregó que la situación concerniente a la colaboración «era extremadamente complicada».
Hubo casos, agregó, en que los judíos capturados por los alemanes llevaron a los nazis a los polacos que los estaban escondiendo. (Según un testimonio, una mujer en la aldea de Chociszewo denunció a su esposo no judío a los alemanes para entablar una relación amorosa con un judío a quien había escondido, y que luego fue asesinado por las tropas rusas).
Aunque muchos colaboradores judíos fueron despreciados por los judíos en Israel y más allá, compararlos con colaboradores polacos «es moral e históricamente falso también debido al complejo espectro de colaboración», dijo Porat. Esta complejidad no se aplica a los colaboradores polacos, algunos de los cuales fueron amenazados de muerte si no traicionaban ni entregaban judíos.
«La acusación contra todos esos colaboradores puede parecer similar», dijo Porat, «pero el contexto en el que actuaron es radicalmente diferente».