PEKÍN – Un acuerdo entre Irán y Arabia Saudita para restablecer relaciones diplomáticas ha otorgado a China un papel protagonista en la política de Oriente Próximo, antes reservado a pesos pesados mundiales como Estados Unidos y Rusia. Es otra señal de que la influencia diplomática de China está creciendo al mismo ritmo que su huella económica.
Bajo el liderazgo del hombre fuerte Xi Jinping, la diplomacia china se ha hecho conocida por sus airados ataques contra Occidente, sus amenazas contra Taiwán, sus medidas agresivas en el Mar de China Meridional y su negativa a condenar a Rusia por Ucrania.
El acuerdo alcanzado el viernes en Pekín, por el que las partes acordaron reabrir sus embajadas e intercambiar embajadores tras siete años de tensiones, muestra una cara diferente de la diplomacia china. Xi parece haber desempeñado un papel directo en las conversaciones al recibir al presidente de Irán en Pekín el mes pasado. También visitó la capital saudí, Riad, en diciembre para reunirse con los países árabes del Golfo, ricos en petróleo y cruciales para el suministro energético de China.
El acuerdo se consideró un importante triunfo diplomático para China, en un momento en que los Estados árabes del Golfo consideran que Estados Unidos está reduciendo su implicación en Oriente Próximo.
“Creo que es una señal de que China confía cada vez más en asumir un papel más asertivo en Oriente Medio”, declaró Muhammad Zulfikar Rakhmat, académico indonesio afiliado al Middle East Institute, con sede en Washington.
Los intereses económicos de China la arrastran cada vez más a conflictos lejos de sus costas. Es, con diferencia, el mayor cliente de las exportaciones energéticas de Oriente Medio, mientras que Estados Unidos ha reducido su necesidad de importaciones a medida que el país avanza hacia la independencia energética.
Según June Teufel Dreyer, politóloga de la Universidad de Miami especializada en política china, las autoridades chinas sostienen desde hace tiempo que Pekín debería desempeñar un papel más activo en la región.
Mientras tanto, las fricciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita han creado “un vacío en el que Pekín ha entrado con gusto”, afirmó Dreyer.
China ha realizado grandes inversiones en infraestructuras energéticas regionales. También ha aportado ocasionalmente buques de guerra para participar en operaciones contra la piratería frente a las costas de Somalia, aunque la Armada estadounidense ha sido la principal garante de la seguridad en las aguas de Oriente Medio desde la década de 1980.
En una declaración el sábado, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino citó a un portavoz no identificado que dijo que Pekín “no persigue ningún interés egoísta”.
“China no tiene intención de llenar el llamado vacío ni de crear bloques exclusivos, ni lo hará”, afirmó, en aparente referencia a Estados Unidos.
En la clausura de la sesión anual de la legislatura ceremonial el lunes, el líder Xi Jinping dijo que China debe “participar activamente en la reforma y construcción del sistema de gobernanza global” y promover “iniciativas de seguridad global”.
La victoria diplomática se produce mientras Washington ha criticado duramente a China por no condenar la invasión rusa y por acusar a Estados Unidos y a la OTAN de provocar el conflicto.
Sin embargo, muchos gobiernos de Oriente Medio ven a China como una parte neutral, con fuertes lazos tanto con Arabia Saudita, el mayor proveedor de petróleo de China, como con Irán, que depende de China para el 30% de su comercio exterior y en el que China se ha comprometido a invertir 400.000 millones de dólares en 25 años. Irán, que tiene pocos mercados de exportación debido a las sanciones impuestas por su programa nuclear, vende petróleo a China con grandes descuentos.
El acuerdo “refuerza la capacidad de Pekín para proyectar una imagen de sí mismo como actor constructivo en favor de la paz, lo que será útil para defenderse de las acusaciones de Occidente de que está apoyando la invasión de Rusia en Ucrania”, declaró Amanda Hsiao, analista del International Crisis Group con sede en Taipéi.
“Demuestra que China está intentando competir en diplomacia exterior con Estados Unidos, y no sólo en su vecindario inmediato”, afirmó Wang Lian, profesor de Relaciones Internacionales de la prestigiosa Universidad de Pekín. El éxito de las negociaciones demuestra que los dos países “han depositado su confianza en China”, afirmó Wang.
China creó el cargo de enviado especial para Oriente Próximo en 2002, centrado en Israel y la Autoridad Palestina. Aunque China vende aviones no tripulados y otro armamento a los países de la región, no lo hace a la escala de Estados Unidos y sin condiciones políticas.
Anteriormente, China había actuado con decisión para estrechar lazos en el Pacífico Sur, firmando un acuerdo de seguridad con las Islas Salomón que podría suponer la presencia de buques de guerra y fuerzas de seguridad chinas en el país. Estados Unidos, Australia y otros países actuaron con rapidez para estrechar lazos en el Pacífico, y los esfuerzos de China por firmar acuerdos similares con otras naciones insulares acabaron fracasando.
Tras conseguir un tercer mandato de cinco años que rompe las normas, Xi parece más enfrentado que nunca a Occidente, y su ministro de Asuntos Exteriores advirtió días antes de futuros “conflictos y enfrentamientos” con Estados Unidos.
Sin embargo, este tipo de diplomacia de “guerrero lobo” se reserva principalmente a los países desarrollados considerados rivales, mientras que China ha sido “admirablemente diplomática” con los demás, según Dreyer. Tras descartar en gran medida al Occidente democrático, China se ha mostrado dispuesta a estrechar lazos con regímenes autoritarios, desde Corea del Norte hasta Nicaragua.
Aunque China participa activamente en las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, los anteriores esfuerzos de mediación de Pekín han flaqueado bajo el peso de su carga política. Una reciente propuesta china de alto el fuego y negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania no llegó a ninguna parte.
Es demasiado pronto para saber si el acuerdo traerá mejoras duraderas entre los dos antiguos adversarios, y mucho menos una mayor estabilidad en Oriente Medio. No parece que se haya discutido ninguno de sus conflictos fundamentales.
Pero para Arabia Saudita, el acuerdo puede facilitar su búsqueda de una rampa de salida de su guerra por poderes contra los rebeldes Houthis respaldados por Irán en Yemen. Y para Irán, podría contribuir a una mayor estabilidad regional en un momento de crecientes problemas internos.
No todo el mundo está contento con el acuerdo.
El primer ministro Benjamin Netanyahu ha amenazado con una acción militar contra el programa nuclear iraní, que se acerca más que nunca a niveles de enriquecimiento aptos para armas. La búsqueda de un acuerdo con Teherán por parte de Riad elimina a un posible aliado para un ataque.
No estaba claro qué significaba este acontecimiento para Washington, cuya presencia en Oriente Medio ha disminuido desde el final de su retirada de Irak y en medio de su creciente independencia energética.
Sin embargo, la Casa Blanca se mostró contraria a la idea de que un acuerdo entre Arabia Saudita e Irán en Pekín sugiera que la influencia china podría sustituir a la estadounidense en Oriente Medio. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, declaró: “Yo rechazaría tajantemente la idea de que estamos dando un paso atrás en Oriente Próximo, nada más lejos de la realidad”.
El hecho de que Arabia Saudita haya alcanzado el acuerdo sin Washington demuestra que “busca diversificar sus apuestas en materia de seguridad y no depender totalmente de Estados Unidos”, escribió Jon Alterman, del Center for Strategic & International Studies, en una nota sobre el acuerdo.
“El gobierno estadounidense tiene dos opiniones al respecto: quiere que los saudíes asuman cada vez más responsabilidad por su propia seguridad, pero no quiere que Arabia Saudita vaya por libre y socave las estrategias de seguridad estadounidenses”, escribió Alterman.