Como resultado de los ataques aéreos de Rusia en Siria, que comenzaron hace cuatro años, casi 8.300 civiles han muerto, entre ellos unos 2.000 niños, según informó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR), con sede en Londres.
Según los activistas sirios de derechos humanos, durante el mismo período, los ataques aéreos rusos causaron la muerte de unos 5.500 combatientes rebeldes y unos 5.200 militantes jihadistas. Esto significa que las víctimas civiles representan más del 40% de las muertes, señala el informe.
Rusia es uno de los aliados más importantes del presidente sirio Bashar al-Assad y su régimen. Desde el 30 de septiembre de 2015, aviones rusos bombardean regiones rebeldes y jihadistas en Siria. Gracias al apoyo ruso, el régimen de Assad ha logrado recuperar el control sobre la mayor parte de Siria. Después de ocho años y medio de guerra civil, el gobierno sirio controla aproximadamente dos tercios del país.
Los hospitales y la infraestructura de importancia crítica han sido atacados repetidamente durante los ataques de aviones rusos y sirios. Los críticos acusan a Moscú y Damasco de atacar deliberadamente esas instalaciones. En agosto, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, ordenó una investigación de tales violaciones en Idlib, la última gran región de Siria controlada por los rebeldes.