BEIRUT — En apenas un año, los acontecimientos en ambos lados de la frontera entre Líbano y Siria han transformado el panorama político y de seguridad. En Siria, una ofensiva relámpago de insurgentes islamistas derrocó al autócrata Bashar al-Assad, quien gobernó durante décadas, y estableció un nuevo gobierno en Damasco. En Líbano, una guerra devastadora contra Israel infligió un duro golpe a Hezbolá, la organización terrorista chií libanesa respaldada por Irán y aliada de Assad, que hasta hace poco era una fuerza dominante en Oriente Medio. Un acuerdo negociado por Estados Unidos logró un frágil cese al fuego.
Pese al colapso del régimen de la familia Assad, que se mantuvo en el poder durante 54 años, las relaciones entre Beirut y Damasco persisten en un estado de tensión, como lo han estado durante décadas, dado que Siria no ha reconocido plenamente la soberanía de su vecino más pequeño. Recientes enfrentamientos en la frontera han causado la muerte y heridas a varias personas, tanto combatientes como civiles, incluyendo una niña libanesa de cuatro años. Aunque Beirut y Damasco han coordinado en cierta medida la seguridad fronteriza, los esfuerzos para restablecer relaciones políticas avanzan con lentitud. A pesar de las visitas de dos jefes de gobierno libaneses a Siria, ningún funcionario sirio ha viajado a Líbano.
A continuación, se expone el trasfondo de estas complejas relaciones:
Muchos sirios han albergado resentimiento hacia Hezbolá por su intervención en la guerra civil siria en defensa del gobierno de Assad. La caída de este último obligó a los combatientes de Hezbolá a regresar a Líbano, pero muchos libaneses temen ahora ataques transfronterizos perpetrados por terroristas islámicos sirios.
Se han impuesto nuevas restricciones a los ciudadanos libaneses que desean ingresar a Siria, mientras que Líbano mantiene estrictos controles sobre los sirios que buscan entrar en su territorio. Además, los libaneses temen que Damasco intente someter a Líbano a una nueva tutela siria. Los sirios, por su parte, han considerado a Líbano como una plataforma para actividades antisirias, incluyendo la acogida de figuras de la oposición antes de que Hafez al-Assad, padre de Bashar, asumiera el poder en un golpe incruento en 1970.
En 1976, Hafez al-Assad envió tropas a Líbano, supuestamente para restablecer la paz en un país que se precipitaba hacia una guerra civil que se prolongó hasta 1990. Una vez concluido la guerra, las fuerzas sirias, actuando como una potencia colonial, permanecieron en Líbano durante otros 15 años. Durante el régimen de los Assad, los temidos agentes de seguridad sirios reprimieron y torturaron a disidentes para mantener el control del país, una práctica que también extendieron a Líbano.
“Los sirios perciben a Líbano como la principal vía para conspiraciones en su contra”, afirma el analista político libanés Ali Hamadeh.
Tiempos turbulentos
No fue hasta 2008 que ambos países acordaron establecer misiones diplomáticas, un hito que marcó el primer reconocimiento oficial de Siria a la independencia de Líbano desde que este último se emancipó de Francia en 1943.
Este avance ocurrió tras el asesinato en 2005 del exprimer ministro libanés Rafik Hariri mediante un atentado con camión bomba, del cual muchos acusaron a Damasco. Dos meses después, Siria retiró sus tropas de Líbano bajo presión internacional, poniendo fin a 29 años de dominio casi absoluto sobre su vecino.
Cuando estalló la guerra civil siria en 2011, cientos de miles de sirios cruzaron la frontera hacia Líbano, convirtiendo a este país, ya afectado por crisis internas, en el que alberga la mayor proporción per cápita de refugiados en el mundo. Una vez en Líbano, los refugiados denunciaron actos de discriminación, como toques de queda impuestos a ciudadanos sirios en ciertas zonas.
Hezbolá, por su parte, envió miles de combatientes a Siria en 2013 para apoyar a Assad, ante el temor de que sus líneas de suministro desde Irán se vieran interrumpidas. Al igual que los libaneses están divididos respecto a la política interna de su país, la guerra en Siria los fragmentó aún más entre quienes apoyaban al gobierno de Assad y quienes se oponían a él.
Desconfianza y estancamiento
Un obstáculo clave para mejorar las relaciones ha sido el destino de aproximadamente 2,000 sirios detenidos en cárceles libanesas, incluidos unos 800 acusados de ataques y tiroteos, muchos de los cuales no han sido juzgados. Damasco solicita que Beirut los entregue para que cumplan sus condenas en Siria, pero las autoridades judiciales libanesas sostienen que no liberarán a los responsables de ataques y que cada caso debe analizarse de manera individual.
En julio, familiares de los detenidos se manifestaron en un paso fronterizo exigiendo la liberación de sus parientes. La protesta coincidió con informes sobre la posible presencia de combatientes extranjeros desplegados por tropas sirias en Líbano, algo que los funcionarios de Damasco negaron.
Otro impedimento es la exigencia de Líbano de que los refugiados sirios regresen a su país tras la caída de Assad. Alrededor de 716,000 refugiados sirios están registrados ante la agencia de la ONU para los refugiados, mientras que cientos de miles más residen en Líbano sin registro, en un país con una población de aproximadamente 5 millones. Siria, por su parte, reclama la devolución de miles de millones de dólares en depósitos de ciudadanos sirios bloqueados en bancos libaneses desde el colapso financiero de Líbano en 2019.
Los enfrentamientos más graves tras la caída de Assad ocurrieron a mediados de marzo, cuando las autoridades sirias afirmaron que miembros de Hezbolá cruzaron la frontera, secuestraron y asesinaron a tres soldados sirios. El gobierno y el ejército libanés sostuvieron que el incidente involucró a contrabandistas y que Hezbolá no participó. Días después, los ministros de Defensa de Líbano y Siria viajaron a Arabia Saudita y firmaron un acuerdo para demarcar la frontera y fortalecer la coordinación.
En julio, circularon rumores en Líbano que sugerían que la ciudad norteña de Trípoli sería cedida a Siria a cambio de que este país renunciara a los Altos del Golán en favor de Israel.
Beirut también expresó su malestar por el nombramiento este año de un oficial del ejército libanés, Abdullah Shehadeh, quien desertó en 2014 para unirse a los insurgentes sirios, como jefe de seguridad en la provincia central siria de Homs, limítrofe con el noreste de Líbano. En Siria, pocos conocían su verdadero nombre; era simplemente identificado por su alias, Abu Youssef el Libanés. Las autoridades de seguridad sirias confirmaron su designación.
Los analistas consideran que un paso crucial sería que ambos países colaboren para fortalecer la seguridad contra el contrabando transfronterizo. Un plan respaldado por Estados Unidos, recientemente adoptado por el gobierno libanés, propone avanzar hacia la demarcación completa de la frontera.
Radwan Ziadeh, investigador principal del Centro Árabe en Washington, sostiene que la mejor vía para progresar sería que Siria y Líbano aborden cada problema de manera individual, en lugar de buscar un acuerdo integral. De esta forma, las tensiones se reducirían de manera gradual, afirmó, y restó importancia a recientes declaraciones de figuras sirias prominentes opuestas a Assad, quienes aseguraron que Líbano forma parte de Siria y debería reintegrarse a ella.
“Se trata de voces individuales que no representan al Estado sirio”, declaró Ziadeh.