“Fuera lo nuevo, dentro lo viejo” parece ser la doctrina para la política estadounidense en Siria en 2023. Las tropas estadounidenses están reanudando las operaciones tras una pausa a raíz de los ataques de Turquía contra las fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos. Esta inclinación por el statu quo ignora los riesgos que han hecho cada vez más peligrosa una presencia continuada de Estados Unidos en Siria.
La decisión de Washington de apoyar a los rebeldes sirios al comienzo de la guerra civil siria resultó desastrosa y permitió el ascenso del ISIS y otros grupos militantes. La carnicería subsiguiente provocó una nueva intervención y, con la derrota del Estado Islámico (ISIS), la justificación estadounidense para permanecer en Siria se volvió cada vez más confusa. Ahora, la perversa lógica utilizada para justificar el estacionamiento de tropas estadounidenses en Siria es proteger a esas mismas tropas estadounidenses. Este ciclo autosostenible, en el que Washington ha producido un problema por cada solución, ya ha durado demasiado.
Mientras que la estrategia de Washington es estática, la situación es dinámica y más precaria que nunca. Los ataques turcos con cohetes contra las fuerzas kurdas se han acercado a menos de 130 metros de las tropas estadounidenses. Turquía considera terroristas a los aliados kurdos de Washington, y el reciente atentado en Estambul planteó la posibilidad de otra invasión terrestre turca de Siria. Turquía es miembro de la OTAN y ya ha paralizado las solicitudes de adhesión a la OTAN de Suecia y Finlandia debido a su preocupación por los militantes kurdos. Es improbable que Estados Unidos gane nada enredándose aún más en un conflicto que dura desde la década de 1970. Además, es probable que enemistarse con Turquía socave la cohesión de la OTAN, dada la seriedad con la que Ankara se toma la amenaza del terrorismo.
Asimismo, la presencia estadounidense en Siria ha superado su objetivo. Sólo en las últimas semanas, el ISIS ha perdido a su líder por tercera vez. Tres años después de la derrota territorial del ISIS, el grupo ha sido erradicado hasta el punto de que las identidades tanto de ese líder como de su sucesor siguen siendo desconocidas. Los aliados kurdos de Washington han detenido por completo las operaciones contra el ISIS. ¿Por qué debería Washington estar dispuesto a arriesgar cientos de tropas estadounidenses para luchar contra un enemigo que es esencialmente una especie en peligro de extinción?
Incluso antes de los últimos ataques de Turquía en Siria, había muchas razones para retirarse. Las milicias respaldadas por Irán atacan regularmente a las tropas estadounidenses dentro de Siria e Irak. Estados Unidos no tiene por qué aceptar este riesgo. Estas milicias seguirán combatiendo a las fuerzas estadounidenses hasta que se retiren. Retirarse no significa ceder la iniciativa o admitir la derrota, sino reconocer que una década de tácticas infructuosas no ha producido dividendos. El deber de Washington es hacia el pueblo estadounidense, no hacia una misión con fines dudosos y mal concebidos.
Siria no es uno de los principales intereses de Estados Unidos. De hecho, Siria se encuentra en la periferia de una región a la que Estados Unidos ya ha restado importancia en su Estrategia de Defensa Nacional. En cambio, Siria es fundamental para Irán. Siria forma parte de la red de disuasión iraní y está vinculada religiosamente al sistema chiíta de Irán. Por tanto, aunque Estados Unidos es el actor más importante, Irán está dispuesto a arriesgar mucho más para mantener su influencia en Siria. Eso significa respaldar arriesgados ataques contra las tropas estadounidenses para presionar una retirada norteamericana.
Ocupar Siria puede parecer de bajo coste, pero no lo es. En primer lugar, aunque las 900 tropas en Siria parecen ser una fuerza pequeña, esto oculta los activos necesarios para proporcionar sostenimiento y apoyo. El bajo coste tampoco tiene en cuenta el riesgo de una escalada con Irán, que podría resultar devastadora para las fuerzas estadounidenses en todo el Golfo Pérsico. Decenas de miles de tropas estadounidenses en Irak, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Qatar se encuentran potencialmente al alcance de drones y misiles balísticos iraníes.
Washington sigue gastando sangre y tesoro en un conflicto interminable, que ha trastornado la vida de millones de civiles. Perpetuar esta misión puede ser políticamente fácil, pero apesta a cobardía moral evitar cambiar el modelo fallido de la última década. El peaje de la equivocada intervención en Siria va más allá del campo de batalla. Madres, padres e hijos soportan el peso de despliegues interminables y el miedo a perder a sus seres queridos. Es hora de que Washington ponga fin a este dolor y traiga de vuelta a casa a nuestras tropas de Siria.