Un año después del derrocamiento de Bashar al-Assad, la transición política en Siria continúa en una situación precaria. Los investigadores de Naciones Unidas piden el fin de los ciclos de venganza y represalia que aún dividen al país y dificultan su recuperación institucional y social.
La Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre Siria, creada por la ONU, examina y documenta todas las violaciones del derecho internacional de derechos humanos cometidas desde marzo de 2011. El organismo reconoce los esfuerzos iniciales de las autoridades sirias por enfrentar los abusos y crímenes heredados de décadas previas.
No obstante, el panel advierte que los brotes de violencia posteriores a la caída de Assad generaron nuevos desplazamientos y un aumento de la polarización, “generando preocupaciones sobre la dirección futura del país”. Además, señala que el “catálogo horrible” de atrocidades cometidas por el régimen derrocado “equivalía a violencia criminal industrial” contra la población siria.
“Los ciclos de venganza y represalia deben ponerse fin para que Siria pueda seguir avanzando hacia un futuro como Estado que garantice el pleno respeto a los derechos humanos de todo su pueblo, con igualdad, Estado de derecho, paz y seguridad para todos en nombre y en hecho”.
“La transición de Siria es frágil. Mientras muchos en todo el país celebrarán este aniversario, otros temen por su seguridad actual, y muchos volverán a dormir en tiendas de campaña este invierno. El destino desconocido de muchos miles de personas que fueron desaparecidas por la fuerza sigue siendo una herida abierta”, agrega el documento.
El organismo insiste en que superar el legado de la guerra y la devastación exigirá “gran fuerza, paciencia y apoyo”. Concluye que “el pueblo sirio merece vivir en paz, con pleno respeto por derechos que durante mucho tiempo se han negado, y no tenemos duda de que están a la altura de la tarea”.
