En el ojo del huracán
La tensión en Oriente Próximo se desató como una tormenta despiadada. Tras un letal ataque a una base estadounidense en el noreste de Siria, el Pentágono, con el peso de la venganza en sus hombros, envió aviones de combate a surcar el cielo, buscando justicia a través de sus cañones.
Palabras como “enérgicamente” dejaron de ser simples advertencias para convertirse en acciones, y el humo del campo de batalla se mezcló con el polvo de la desconfianza. Los recientes intentos de distensión en la región se vieron amenazados por el fuego cruzado entre EE. UU. e Irán.
Los demonios del cielo
El viernes, dos ataques simultáneos contra fuerzas estadounidenses en Siria desataron el infierno. Cohetes impactaron una planta de Conoco, dejando a un miembro del ejército estadounidense herido, pero estable. Mientras tanto, un enjambre de aviones no tripulados acechaba a Green Village, hogar de las tropas estadounidenses. La gran mayoría de los drones fueron derribados, y ningún soldado estadounidense resultó herido.
La comunidad de inteligencia de EE. UU. apuntó a Irán como el responsable del ataque con drones del jueves. Los restos recuperados y las corrientes de amenazas de los servicios de inteligencia respaldaron esta acusación, aunque no se presentaron pruebas inmediatas.
La ira de las águilas
Como respuesta, los F-15 estadounidenses despegaron desde la base aérea de al-Udeid en Qatar, con sus garras afiladas y listos para el combate. Los aviones atacaron varios lugares alrededor de Deir el-Zour, en represalia por el ataque con drones y otros recientes incidentes contra las fuerzas de la coalición en Siria.
El presidente Biden, junto al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, expresó su más sentido pésame a la familia del estadounidense muerto y deseó la pronta recuperación de los heridos. Pero el drama bélico no había terminado.
Un campo de batalla en llamas
En medio de la oscuridad de la noche, los cielos de Deir el-Zour se iluminaron con explosiones. La provincia estratégica, fronteriza con Irak y rica en petróleo, se convirtió en el escenario de una intensa confrontación entre las fuerzas estadounidenses y las milicias respaldadas por Irán. Los ataques aéreos israelíes han estado apuntando a las rutas de suministro iraníes en esa misma zona en meses anteriores.
El número de muertos y heridos en los ataques estadounidenses variaba según las fuentes. Los activistas informaron de cuatro muertos y varios heridos, mientras que el Observatorio Sirio de Derechos Humanos afirmó que 11 combatientes apoyados por Irán murieron en diferentes localidades.
Un futuro incierto
El general Erik Kurilla, máximo comandante de EE. UU. para Oriente Próximo, advirtió que sus fuerzas podrían llevar a cabo ataques adicionales si fuera necesario. “Estamos preparados para opciones escalables ante cualquier ataque iraní adicional”, dijo Kurilla en un comunicado.
La diplomacia para desescalar el intercambio pareció comenzar de inmediato. El ministro de Asuntos Exteriores de Qatar habló por teléfono con el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, así como con el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Hossein Amirabdollahian. Doha ha sido últimamente un interlocutor entre Irán y EE. UU. en medio de las tensiones por el programa nuclear de Teherán.
El equilibrio de fuerzas en juego
Desde el ataque estadounidense con aviones no tripulados que mató al general de la Guardia Revolucionaria Qassem Soleimani en 2020, Irán ha tratado de “dificultar la vida de las fuerzas estadounidenses estacionadas al este del Éufrates”, según Hamidreza Azizi, experto del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad.
“Irán aumentó su apoyo a los apoderados locales en Deir el-Zour mientras trataba de aliarse con las fuerzas tribales de la zona”, escribió Azizi en un análisis reciente.
La tensión en un mes islámico
Los ataques se producen durante el mes islámico del Ramadán, lo que añade una capa adicional de preocupación en una región ya convulsa.
La guerra de Siria comenzó con las protestas de la Primavera Árabe de 2011, que sacudieron todo Oriente Medio y derrocaron gobiernos en Egipto, Libia, Túnez y Yemen. Más tarde se transformó en un conflicto regional por poderes en el que Rusia e Irán han respaldado al presidente Bashar Assad. Naciones Unidas calcula que más de 300.000 civiles han muerto en la guerra. Estas cifras no incluyen a los soldados e insurgentes muertos en el conflicto, cuyo número se estima en decenas de miles.