Estados Unidos y Rusia respaldan a fuerzas opuestas en Siria. Moscú ha proporcionado un amplio apoyo a las milicias chiítas, ha luchado junto a ellas y ha condenado anteriores ataques estadounidenses de represalia contra ellas.
Desde cualquier punto de vista objetivo, los ataques contra instalaciones secundarias en represalia por haber atacado activos estatales clave muestran moderación. Así fueron los ataques aéreos del presidente Joe Biden el 25 de febrero en el este de Siria contra instalaciones de las milicias chiítas respaldadas por Irán, ordenados tras los ataques anteriores con cohetes de las milicias respaldadas por Irán contra la embajada de Estados Unidos en Bagdad y las tropas estadounidenses estacionadas en el aeropuerto de Erbil. Pero ahora los funcionarios rusos se apresuran, como era de esperar, a expresar su indignación por la percepción de la agresión y el unilateralismo estadounidenses.
La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova, expresó su condena y añadió: “reafirmamos nuestro rechazo a cualquier intento de convertir el territorio sirio en un escenario para ajustar cuentas geopolíticas”. El senador Sergei Tsekov, miembro del comité de asuntos exteriores del Consejo de la Federación de la Cámara Alta, denunció los ataques como “extremadamente escandalosos”.
El tiempo se convirtió en otro punto de controversia. El secretario de prensa del presidente ruso Vladamir Putin, Dmitry Peskov, afirmó que el Kremlin desconocía si Estados Unidos había avisado con antelación a Rusia, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, dijo que Estados Unidos había avisado con varios minutos de antelación. El portavoz del Pentágono, John Kirby, dijo en una rueda de prensa que Estados Unidos utilizó el canal de desconflicción adecuado, como confirmó el propio Lavrov, e “hicimos lo que creemos que era la notificación adecuada”. Dado que Estados Unidos y Rusia respaldan a fuerzas opuestas en Siria y que Moscú ha proporcionado un amplio apoyo a las milicias chiítas, ha luchado junto a ellas y ha condenado anteriores ataques estadounidenses de represalia contra ellas, por no hablar de la profunda asociación de Moscú con Teherán, el equipo de Biden podría haber tenido una preocupación legítima por si Moscú avisaba a alguien de los próximos ataques.
Los funcionarios rusos también tacharon el ataque de escalada. El vicepresidente primero del Comité de Asuntos Internacionales del Consejo de la Federación, Vladimir Dzhabarov, afirmó: “No son terroristas, son milicias, y no hay razón para bombardear aquí. Uno tiene la impresión de que a Estados Unidos no le interesa combatir a los terroristas en Siria, sino incitar el conflicto para que arda allí continuamente”. Su comentario pone de manifiesto el tradicional doble rasero de Moscú, que da carta blanca al terrorismo chiíta, pero no al suní.
Por último, los funcionarios rusos están preocupados por el acuerdo con Irán. El jefe del Comité de Asuntos Internacionales del Consejo de la Federación, Konstantin Kosachev, sugirió que los ataques socavarán los renovados esfuerzos diplomáticos sobre el acuerdo con Irán entre Washington y Teherán y condenó lo que percibió como otra expresión de unilateralismo estadounidense y desprecio por el derecho internacional. El jefe del Comité de la Duma Estatal (parlamentaria) para Asuntos Internacionales, Leonid Slutskiy, dijo: “El ataque se llevó a cabo sin ningún tipo de juicio o investigación… todo esto puede llevar a una escalada en la región”.
Todas estas condenas, por supuesto, son un poco ricas viniendo del Kremlin, que utilizó Siria precisamente como escenario geopolítico para ajustar cuentas con Estados Unidos y ejerció poca proporcionalidad, al margen del derecho humanitario. Pero tal vez por todo lo que dijeron los funcionarios rusos, lo que no dijeron es más intrigante. Los funcionarios rusos no criticaron a Biden por no haber pedido consejo al actual gobierno iraquí, dirigido por dos líderes -el presidente Barham Salih y el primer ministro Mustafa al-Kadhimi- que, según la opinión generalizada de los funcionarios estadounidenses, están realmente decididos a preservar la soberanía iraquí y calificaron el anterior ataque de la milicia chiíta a Erbil como un acto de terror. Si Moscú se tomara en serio la lucha contra el terrorismo, el apoyo a la soberanía y la promoción de un auténtico multilateralismo, habría querido celebrar más consultas con el gobierno iraquí sobre esta cuestión. En lugar de ello, Moscú se preocupa ahora de que las negociaciones del acuerdo con Irán se vean socavadas.
Las respuestas de Moscú no hacen más que confirmar que, aunque el equipo de Biden parece estar correctamente preocupado por Rusia en Europa, no debería contar con el Kremlin para desempeñar un papel útil en los renovados esfuerzos diplomáticos sobre el programa nuclear iraní. En lugar de respuestas fragmentarias, ya sean ciberataques o envenenamiento de críticos, Estados Unidos debería centrarse en construir una estrategia unificada hacia Rusia.
Anna Borshchevskaya es investigadora del Washington Institute for Near East Policy y se centra en la política rusa hacia Oriente Medio, además de ser autora del libro Putin’s War in Syria: Russian Foreign Policy and the Price of America’s Absence.