Del colapso del ejército y la caída de Damasco a la lenta reconstrucción, Siria navega diplomacia, violencia sectaria, tensiones kurdas e incertidumbre económica.
Secuelas de la prisión y rehabilitación un año después de la liberación
Un año atrás, Mohammad Marwan salió tambaleante, descalzo y aturdido frente a la prisión de Sednaya, en las afueras de Damasco, cuando fuerzas rebeldes abrieron sus puertas y liberaron a los reclusos. Lo arrestaron en 2018 por huir del servicio militar obligatorio. El padre de tres hijos pasó en bicicleta por otras cuatro cárceles antes de llegar a Sednaya, un extenso complejo al norte de Damasco sinónimo de atrocidades cometidas bajo el depuesto presidente Bashar al-Assad.
Recordó a los guardias que esperaban para dar la “bienvenida” con palizas y descargas eléctricas. “Dijeron: ‘No tenéis derechos aquí, y no vamos a llamar a una ambulancia a menos que tengamos un cadáver’”, afirmó. Su regreso a casa del 8 de diciembre de 2024 resultó jubiloso, con familiares y amigos reunidos en su pueblo de la provincia de Homs para recibirlo tras años de cárceles y maltrato, tras su salida de Sednaya.
Durante el año transcurrido, no logró superar las secuelas físicas y psicológicas de seis años de prisión. Sufrió dolor en el pecho y dificultad para respirar que resultaron ser tuberculosis. Lo acosaron una ansiedad paralizante y problemas de sueño. Ahora recibe tratamiento para la tuberculosis y asiste a terapia en un centro de Homs dedicado a la rehabilitación de exreclusos. “Estábamos en algo parecido a un estado de muerte”. “Ahora hemos vuelto a la vida”.

El país de Marwan también intenta sanar un año después del final del reinado represivo de cincuenta años de la dinastía Assad. Tras catorce años de guerra civil, un cálculo aproximado habló de medio millón de muertos, millones de desplazados y un territorio golpeado y dividido. La caída del régimen sorprendió incluso a insurgentes que terminaron por destituirlo y abrió un periodo de incertidumbre que aún domina la vida política, social y económica.
Claves del primer año tras la caída del régimen
- Sednaya abrió sus puertas el 8 de diciembre de 2024 y liberó a los presos.
- Marwan fue arrestado en 2018 por huir del servicio militar; pasó seis años preso.
- Recibe tratamiento de tuberculosis y terapia en Homs, con mejora gradual.
- El fin del reinado de cincuenta años dejó un balance de medio millón de muertos.
Colapso militar y toma de Damasco tras la ofensiva de noviembre de 2024
A finales de noviembre de 2024, grupos del noroeste —liderados por Hayat Tahrir al-Sham, cuyo entonces jefe, Ahmed al-Sharaa, ejerce hoy como presidente interino— lanzaron una ofensiva sobre Alepo para recuperarla de las fuerzas de Assad. El ejército sirio colapsó con escasa resistencia, primero en Alepo y después en Hama y Homs, lo que dejó expedita la carretera hacia Damasco. Al mismo tiempo, grupos insurgentes del sur se movilizaron para avanzar hacia la capital.
Los rebeldes tomaron Damasco el 8 de diciembre, mientras fuerzas rusas evacuaron con rapidez a Bashar al-Assad, que permanece exiliado en Moscú. Rusia, aliada de larga data de Assad, no intervino militarmente para defenderle. Desde entonces estableció lazos con los nuevos gobernantes del país y mantuvo sus bases en la costa siria, con lo cual aseguró continuidad en su presencia regional. A la par, insurgentes del sur se dirigieron hacia la capital.

Hassan Abdul Ghani, portavoz del ministerio de Defensa sirio, afirmó que HTS y sus aliados iniciaron una gran reforma organizativa después de sufrir fuertes pérdidas en 2019 y 2020, cuando las fuerzas de Assad retomaron zonas antes controladas por los rebeldes. La ofensiva de noviembre de 2024 no buscó al inicio tomar Damasco, sino anticipar una campaña prevista contra Idlib. Atacar Alepo ofreció una solución para ampliar el radio de la batalla y salvaguardar áreas liberadas.
Al calcular el momento del ataque, los insurgentes quisieron aprovechar la distracción rusa por la guerra en Ucrania y el desgaste del grupo libanés Hezbolá, respaldado por Irán, tras una guerra dañina con Israel. Cuando las defensas del ejército sirio colapsaron, los rebeldes siguieron adelante y aprovecharon cada oportunidad de oro, según Abdul Ghani. El objetivo inicial consistió en frustrar una campaña prevista contra Idlib, con la idea de proteger zonas liberadas.
Diplomacia de al-Sharaa, tensiones sectarias y relación con kurdos
Desde su ascenso abrupto, Ahmed al-Sharaa, ahora presidente interino del país, emprendió una ofensiva diplomática de encanto y forjó lazos con países occidentales y árabes que rechazaron a Assad y que en su día lo consideraron terrorista. Un momento culminante de ese esfuerzo llegó en noviembre: se convirtió en el primer presidente sirio desde la independencia del país en 1946 en visitar Washington. El episodio se presentó como momento culminante de éxito en la arena internacional.

Los logros diplomáticos convivieron con brotes de violencia sectaria en los que combatientes suníes progubernamentales mataron a cientos de civiles alauitas y drusos. Como reacción, grupos drusos locales establecieron un gobierno de facto y un ejército propio en la provincia sureña de Sweida, lo que introdujo nuevas tensiones y un foco de poder fuera de Damasco. Más tarde, Israel intervino en medio de enfrentamientos en Sweida a partir de llamados de su comunidad drusa.
Persisten tensiones entre el nuevo gobierno de Damasco y las fuerzas lideradas por kurdos que controlan el noreste, pese a un acuerdo firmado en marzo que debía conducir a la fusión de sus fuerzas. La integración prometida no avanzó al ritmo esperado y mantuvo abiertas disputas sobre autoridad, despliegue y competencias. La falta de avances sostuvo la desconfianza en el noreste del país. Ambas partes mantienen posiciones firmes sobre control territorial.
Israel desconfía del nuevo gobierno islamista, aunque al-Sharaa aseguró que no desea un conflicto con ese país. Israel tomó una zona de amortiguamiento antes patrullada por la ONU en el sur de Siria y lanzó ataques aéreos e incursiones desde la caída de Assad. También intervino en medio de los choques en Sweida, tras llamados de su comunidad drusa. Las negociaciones para un acuerdo de seguridad entre Israel y Siria quedaron estancadas.
Economía lenta y reconstrucción: Yarmouk y testimonios de Damasco y Homs

Mientras tanto, la economía siria se mantuvo lenta, a pesar del levantamiento de la mayoría de las sanciones occidentales. Aunque países del Golfo prometieron invertir en proyectos de reconstrucción, poco llegó al terreno. El Banco Mundial estimó en $216.000 millones el costo de reconstruir las zonas dañadas por la guerra, una cifra que reflejó la magnitud del desafío, y poco se materializó sobre el terreno hasta la fecha.
La reconstrucción avanzó sobre todo a pequeña escala, con propietarios que pagaron la reparación de sus casas y negocios dañados. En las afueras de Damasco, el otrora vibrante campo palestino de Yarmouk quedó como un paisaje lunar. Lo ocuparon varios grupos armados y después lo bombardearon aviones gubernamentales. Tras 2018, el campo quedó prácticamente abandonado. Desde la caída de Assad, un flujo constante de antiguos residentes regresó a sus viviendas.

Las zonas más dañadas siguen desiertas en gran medida, aunque en la calle principal que conduce al campamento los muros derruidos ya fueron reemplazados en edificios con estructura sana. Varias tiendas reabrieron y familias regresaron a sus apartamentos. No obstante, cualquier iniciativa de reconstrucción más amplia parece todavía lejana. Los trabajos se concentraron en inmuebles que permanecen estructuralmente sólidos, y su alcance no cubrió barrios muy dañados por ahora, al menos.
Maher al-Homsi, que repara su casa dañada pese a la falta de agua, pidió retirar las viejas viviendas destruidas y construir torres. El dentista Bassam Dimashqi vio “algún tipo de libertad”, aunque alertó sobre la seguridad y su impacto económico. Marwan consideró la situación “mucho mejor”, pero aceptó trabajos diarios mal pagados. Tras completar el tratamiento contra la tuberculosis, planea salir a Líbano y recibe apenas 50.000 o 60.000 libras sirias al día, unos cinco dólares.
