Según un nuevo estudio de la NASA, hay un agujero negro supermasivo suelto que atraviesa el espacio en un abrir y cerrar de ojos, dejando tras de sí un rastro de estrellas de 200.000 años luz de longitud.
Este enorme objeto, con el peso de 20 millones de masas solares, ha dejado tras de sí un rastro tan masivo que supera con creces todo lo que los científicos habían visto hasta ahora, pues es dos veces más ancho que la propia Vía Láctea.
Las conclusiones de este estudio se publicaron en la revista académica The Astrophysical Journal y fueron posibles gracias a un descubrimiento accidental del telescopio espacial Hubble de la NASA.
El agujero negro “monstruo invisible” y una extraña partida de billar galáctico
Los agujeros negros son concentraciones de gravedad que se forman cuando muere una gran estrella. Son tan fuertes que nada, ni siquiera la luz, es capaz de escapar. Abundan en todo el universo -un estudio llega a cifrar el número de agujeros negros en el universo observable en unos 40 cuatrillones- y son muy misteriosos: al no tener luz, no se pueden ver; en general, sólo se sabe que existen por cómo influye su atracción gravitatoria en todo lo que hay a su alrededor.
Los agujeros negros supermasivos, sin embargo, son aún mayores, y técnicamente miden más de 100.000 masas solares, pero podrían llegar a medir millones y miles de millones de masas solares. Para ponerlo en perspectiva, una masa solar equivale al Sol.
Estos agujeros negros se encuentran en el centro de la mayoría de las galaxias espirales. Nuestra Vía Láctea no es una excepción, y el agujero negro supermasivo Sagitario A* es esencialmente alrededor del cual gira toda la galaxia.
¿Fuera de las galaxias? ¿Es posible algo así?
Sí. Se trata de lo que se conoce como agujero negro desbocado o, en este caso, agujero negro supermasivo desbocado. Es lo que ocurre cuando un agujero negro acaba expulsado de su galaxia.
¿Cómo ocurre esto?
Lo más probable es que ocurra cuando más de un agujero negro supermasivo entra en la mezcla.
En este caso concreto, los científicos responsables de este estudio parecen pensar que se debió a una fusión galáctica.
Las fusiones galácticas son lo que ocurre cuando las galaxias se fusionan. Un ejemplo de ello fue captado recientemente por el Hubble, que observó tres galaxias fusionándose entre sí.
Cuando esto ocurre, el resultado es una nueva galaxia mucho mayor.
Nuestra propia Vía Láctea está a punto de fusionarse con nuestra vecina, la Galaxia de Andrómeda, en los próximos miles de millones de años.
¿Una fusión de agujeros negros supermasivos?
Ahora bien, cuando esto ocurre, los planetas y las estrellas de ambas galaxias no suelen acabar colisionando entre sí porque hay mucho espacio entre ellas. Sin embargo, este no es el caso de los agujeros negros supermasivos, que comienzan a orbitar entre sí. Algo así observó incluso el Hubble en enero.
Pero al cabo de unos millones de años, los agujeros negros supermasivos pueden acabar fusionándose, lo que puede desencadenar ramificaciones gravitatorias masivas para toda la nueva galaxia.
¿Cómo es posible que un agujero negro supermasivo acabara expulsado de su galaxia?
Según los científicos responsables del estudio, la respuesta podría estar en que, mientras se producía la fusión, una tercera galaxia entró en la mezcla, trayendo consigo su propio agujero negro supermasivo.
Dos agujeros negros supermasivos por sí solos tienen ramificaciones considerables en la gravedad. Cuando interviene un tercero, la intensidad es aún mayor. En última instancia, el resultado final parece haber sido que uno de estos agujeros negros supermasivos tuvo que irse, expulsado debido a las leyes de la gravedad como una partida cósmica de billar, disparándose a través del espacio.
Ahora que este agujero negro está libre, lo interesante es saber adónde se dirige y qué deja a su paso.
El comecocos cósmico, pero al revés
La NASA lo ha comparado con el comecocos cósmico, pero al revés: en lugar de devorar un camino de estrellas a su paso por el espacio, en realidad está creando otras nuevas. Esto se debe a las interacciones entre el agujero negro y el gas con el que entra en contacto, ya que se mueve demasiado rápido como para devorar gran cosa.
De hecho, se mueve tan rápido que, en teoría, podría recorrer los 384.000 kilómetros de distancia entre la Tierra y la Luna en sólo 14 minutos.
Por supuesto, aunque sabemos que esto ocurre, lo que no sabemos es exactamente cómo o por qué funciona.
Entonces, ¿cómo lo descubrieron los científicos, si los agujeros negros son tan difíciles de ver?
Resulta que por pura casualidad.
Los científicos responsables de este estudio, de la Universidad de Yale, estaban estudiando una galaxia enana cercana con el Hubble cuando vieron una extraña racha de estrellas que no debería estar ahí.
Tras observarla detenidamente, se dieron cuenta de que en un extremo había una galaxia de origen, y en el otro un agujero negro supermasivo.
¿Qué pasó con los otros agujeros negros de esta fusión? ¿Siguen ahí?
Los científicos creen que no. Más bien creen que acabaron saliendo disparados en dirección contraria.
Esto significa que no sólo hay otros dos agujeros negros supermasivos desbocados en alguna parte, sino que también hay una galaxia muy grande que albergaba tres agujeros negros supermasivos y que ahora no posee ninguno, y la observación de esa galaxia podría corroborarlo.
Pero para saber más, la NASA necesita mirar más. El uso de telescopios más avanzados, como el telescopio espacial James Webb y el observatorio de rayos X Chandra, puede arrojar más luz sobre esta extraña bonanza de agujeros negros.