Los materiales orgánicos utilizados para construir segmentos y torres almenaras de la Gran Muralla china contienen muchos más datos históricos, medioambientales y científicos de lo que se creía hasta ahora.
Los investigadores, que publicaron sus hallazgos en la revista Nature, examinaron la composición química de los juncos recogidos en antiguas secciones de la Gran Muralla situadas en las actuales Gansu y Xinjiang. Utilizaron una combinación de técnicas cromatográficas y análisis isotópicos. Era la primera vez que se utilizaban estos métodos para analizar datos arqueológicos de la Gran Muralla.
La cromatografía es el proceso de descomponer un material en sus partes componentes disolviéndolo en un disolvente fluido y llevándolo a través de un sistema que atrapará y separará sus componentes. Este sistema puede ser diferente según el experimento, pero el sistema de cromatografía más reconocible es el papel que cambia de color y que produce líneas horizontales en las pruebas de antígenos caseros COVID-19.
El análisis isotópico no es tan aplicable a la vida cotidiana, pero es esencialmente un método de análisis de compuestos orgánicos e inorgánicos a nivel molecular.
¿Qué descubrieron los investigadores?
Los científicos aprovecharon los materiales bien conservados para aprender todo lo que pudieron sobre la historia local. Observaron, por ejemplo, que el cambio climático regional provocó “cambios hidrológicos significativos en las aguas superficiales” sólo después de la dinastía Song (1160 d.C.).
El estudio respalda las teorías arqueológicas existentes, que especulan con que ciertas partes de la muralla fueron alteradas o reparadas mucho después de su construcción original.
Los tramos más conocidos de la Gran Muralla china se construyeron durante la dinastía Ming, en el siglo XV d.C., y se hicieron de ladrillo y piedra; sin embargo, son sólo una parte de una red que se extiende por el norte de China y que contiene una gran variedad de materiales de construcción. Algunos tramos que se remontan al año 475 a.C. se construyeron con materiales locales, como juncos y madera, o tierra de grava.
Los investigadores explicaron que “tras la unificación de China en el 221 a.C. se estableció un conjunto de murallas de fascinas y tierra apisonada” para protegerse de la amenaza de los estados xiongnu y xianbei del norte. Estas defensas fueron esenciales en el siglo II a.C. para expandir los territorios de la dinastía Han hacia la frontera occidental, incluidas las actuales provincias de Xinjiang y Gansu, desde donde se realizó el estudio.
El artículo destaca “el potencial futuro de estos materiales in situ como valiosos archivos biogeoquímicos para estudiar los ecosistemas y la hidrología alterados por el hombre”. Es decir, que estudiando la materia vegetal antigua, la comunidad científica puede llegar a una comprensión más profunda de las condiciones ambientales en puntos históricos concretos a lo largo de la Gran Muralla China.