En su tercera visita a la Argentina, Israel Shamay, actual jefe de la División de Operaciones de Cooperación Internacional con América de la Autoridad de Innovación Israelí, tuvo la oportunidad de avanzar en distintos convenios con la Cámara de Comercio Argentino-Israelí (CCAI) y con sectores de punta de nuestro país, en particular en el ámbito de la biotecnología. En ese sentido, se mostró entusiasmado con el flamante acuerdo de cooperación firmado con la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), que cuenta entre sus socios a las compañías biotecnológicas más grandes de América Latina.
«Tenemos un amplio campo en el que podemos trabajar juntos, ya que Israel ha desarrollado importantes avances en sectores como la agrotecnología, la irrigación inteligente, la agricultura de precisión y la robótica orientada al sector agrícola, ya sea a través de sensores, análisis de Big Data o inteligencia artificial», destacó en un diálogo que mantuvo con DEF.
-¿Cuáles son las claves para entender la revolución que se dio en el sector de la innovación tecnológica israelí a partir de la década del 90?
En realidad, si chequeamos los datos estadísticos, el fenómeno no se inició estrictamente en la década del 90, pues ya teníamos un buen punto de partida. En los 80, el nivel de inversión de Israel en investigación y desarrollo (I+D) era de alrededor del 2 % del PBI, un índice que aún hoy es considerado alto y que no es superado por el promedio de los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que reúne a las 34 economías más avanzadas.
Hoy Israel, con el 4,5 % de su PBI destinado a inversiones en I+D, se ubica en el primer lugar a nivel mundial. Yo pienso que la combinación de una cultura emprendedora y la excelencia de sus investigadores se convirtieron en un gran atractivo para la inversión extranjera, fenómeno que se inició en los 90 cuando los inversores se interesaron en la economía israelí y, en particular, en su sector tecnológico. Hoy el ecosistema de la innovación tecnológica israelí está mayormente apoyado en inversiones extranjeras, ya sea a través de capitales de riesgo o de empresas multinacionales. Eso significa que actualmente exportamos el producto de nuestros talentos.
-La Autoridad de Innovación es la sucesora de la Oficina del Jefe Científico, que se creó bajo la órbita del Ministerio de Economía. ¿Qué destacaría de la experiencia israelí?
La Oficina del Jefe Científico fue creada hace prácticamente 50 años, cuando el término innovación aún no era tan utilizado. La experiencia fue una combinación de ciencia y economía. En eso consiste, básicamente, la innovación tecnológica. Nuestro objetivo siempre ha sido que la ciencia tenga una aplicación práctica y genere un impacto económico. Fue un enfoque visionario, no solamente por su estrategia de largo plazo sino porque permitió crear mecanismos muy originales que se han prolongado hasta nuestros días. Lo que siempre nos hemos planteado ha sido suministrar incentivos para atraer capital de riesgo e inversiones al sector de la investigación y el desarrollo. Otro punto central, que explica el éxito de la experiencia israelí en temas de innovación tecnológica, es que desde el primer momento abrimos nuestras puertas a la cooperación internacional. Las inversiones en I+D, sumadas a un clima de apertura a la cooperación con otros países, explican el boom israelí en el sector del hi-tech (alta tecnología).
-¿Qué rol juega la industria militar en el desarrollo del sector tecnológico israelí?
Puedo enfocar el tema desde mi historia personal. Yo nunca podría haber llegado a especializarme en este ámbito si no hubiera tenido antes una experiencia en el Ejército. En rigor, mi primera conexión con el mundo de la ciencia y la tecnología fue en la escuela secundaria, que cursé en la ORT, donde estudié Ciencias de la Computación. Luego hice mi servicio militar en la Unidad 8200 (cuerpo de las Fuerzas de Defensa de Israel especializado en la captación de señales de inteligencia y descifrado de códigos). Allí no solo adquirí una sólida base en temas tecnológicos, sino que aprendí cómo resolver problemas, cómo trabajar en equipo y en tareas orientadas a objetivos. Así fue como me incorporé, posteriormente a una start-up, Efrat Future Tech, como uno de sus primeros treinta empleados. En pocos años, esa pequeña compañía se convirtió en un gigante mundial que domina el mercado mundial de servicios que suministran valor agregado a empresas de telecomunicaciones y operadores de telefonía móvil. Fue fascinante ver crecer esa empresa y transformarse en una multinacional, Comverse Technology, con oficinas en Nueva York. Al operar en un contexto global, ya desde mis años de joven ingeniero en sistema de la información, tuve la oportunidad de interactuar con la comunidad del hi-tech a nivel global.
-En distintos informes, la propia autoridad israelí señala a la escasez de personal especializado como una de las debilidades del sistema. ¿Cuáles son las causas de esta carencia y qué desafíos representa para ustedes?
En los años 90 tuvimos la fortuna de que se instalaran en Israel alrededor de un millón de inmigrantes procedentes de la antigua Unión Soviética, muchos de ellos con grandes habilidades y talentos en el ámbito científico y tecnológico. Esa fue, además, la razón que nos impulsó a crear un programa de incubadoras para permitir que estos talentos adquiriesen capacidades para lanzar sus propias empresas e insertarse en una economía moderna y occidental. El problema es que difícilmente tengamos la suerte de volver a contar con una nueva oleada migratoria de miles o millones de personas con estas capacidades. Debemos, entonces, buscar otras fuentes de talento. Esa es justamente una de las nuevas tareas que tenemos en la Autoridad de Innovación de Israel, donde hemos analizado la actual composición social de nuestra población y su reflejo en el sector de la innovación tecnológica. Los datos nos indican que el 75 % de la participación en ese sector está conformada por hombres judíos, con lo cual está claro que las mujeres, los árabes israelíes y los ortodoxos religiosos (Haredim) están sub-representados.
-Otro de los puntos de debate es la compra por parte de grandes corporaciones internacionales de buena parte de las start-ups que surgen en Israel. ¿Cuál es su visión al respecto?
Esa es una discusión que, por lo que he visto, también tienen ustedes en la Argentina. Esta es mi tercera visita y he podido conocer muy buenos talentos en el país. Mucha gente me pregunta cómo hacer para retenerlos y evitar que terminen radicando en el exterior. Lo que funcionó bien en Israel es que los capitales fruto de la venta de esas start-ups que tuvieron su “exit strategy” en los 90 fueron reinvertidos en nuevas empresas de esas mismas dimensiones. Es un proceso estimulante, ya que permite atraer a los jóvenes que tienden a identificarse con el éxito. Hoy las madres israelíes ya no aspiran únicamente a que sus hijos sean abogados o médicos, como ocurría en el pasado, sino que esto no les preocupa e incluso los alientan a ingresar en el sector del hi-tech. Es un gran salto cultural. Nuestro objetivo es permitir que surjan muchos más casos exitosos vinculados al sector de la innovación tecnológica y, al mismo tiempo, continuar desarrollando nuestros talentos locales. Por otra parte, Israel acaba de lanzar la denominada Innovation Visa, orientada a emprendedores, con una duración de dos años. Ellos son recibidos en nuestro país y el objetivo es que se inserten en organizaciones, incubadoras, aceleradoras de empresas y universidades, para canalizar sus proyectos. Transcurrido ese período, si pretenden establecerse e iniciar un emprendimiento en Israel, la visa puede ser extendida. Esta iniciativa podría atraer también a emprendedores argentinos que quieran formar parte de este «ecosistema», al menos durante un par de años.