Se han escrito ríos de tinta sobre Silicon Valley. Sobre las valoraciones multimillonarias de sus startups, sobre la actividad de su comunidad inversora e incluso sobre las condiciones que se dieron para su nacimiento… y con razón, ya que es indiscutiblemente el ecosistema número 1 del mundo en lo que se refiere a emprendimiento.
Pero lo que poca gente conoce es que el segundo ecosistema más emprendedor del mundo está mucho más cerca de nosotros, tanto en distancia como en cultura: se trata de Israel, el gran desconocido. Si nos atrevemos a rascar más allá de la superficie, más allá de la imagen estereotipada que nos transmiten los medios de comunicación masivos, descubrimos un país lleno de matices, pero sobre todo descubrimos el país cuyo sobrenombre es Startup Nation.
Un pequeño país con algo menos de 8 millones de habitantes que sin embargo se enorgullece de albergar más de 4.000 startups, de tener 63 empresas cotizadas en el índice tecnológico NASDAQ (más que toda Europa junta) y donde más de un 75% de sus exportaciones son de alta tecnología. Pero no siempre fue así… de hecho hace 30 años Israel basaba su economía principalmente en la exportación de naranjas.
Una transformación basada en el talento y el orgullo
Y esta milagrosa transformación que ha dado nacimiento a lo que ahora se llama Silicon Wadi es una de las mejores y más interesantes lecciones que debemos aprender en España, ya que por sorprendente que a primera vista pueda parecer, se trata de un país que tiene muchísimo más que ver con nosotros que Estados Unidos… y por tanto un mejor ejemplo en el que inspirarse.
Es importante profundizar en el porqué de este éxito, sin duda, pero comprendiendo que hay algunos factores de entorno difícilmente imitables… como su situación geoestratégica. Hace 30 años el gobierno de Israel se planteó seriamente cómo podrían lograr ese famoso cambio de modelo productivo que nosotros cuestionamos ahora, y partieron de la siguiente reflexión: “No tenemos un mercado local/nacional de suficiente tamaño, y no tenemos un mercado regional accesible (es decir, sus países limítrofes)… con lo que nuestra única opción es trabajar a escala global. Y para ello debemos construir sobre nuestros activos: no tenemos una tierra rica en recursos naturales, solo tenemos desierto y personas… así que debemos construir una economía basada en el talento”.
Y para comprender esta afirmación es importante comprender un poco más el carácter y cultura del pueblo israelí: abierto y directo hasta un punto que puede llegar a incomodar a un Europeo, obsesionado por el fondo y no por la forma, y tremendamente discutidor (de hecho hay un dicho que dice “dos judíos, tres opiniones” que lo refleja muy bien). Se trata de un pueblo tremendamente diverso en lo tocante a nacionalidades de origen, etnias e incluso idiomas (aunque prácticamente todo el mundo habla un inglés correcto, además de su lengua madre y hebreo)… y donde lo único que los une es su religión.
Y este es uno de los factores posiblemente más controvertidos, pero que sin duda es parte del éxito de esta Startup Nation: a diferencia de España, un país en el que no paramos de cuestionarnos nuestro propio valor y donde existe un cierto complejo de inferioridad con otros países, en Israel se sienten el pueblo elegido. Y eso es algo que permea en todas las capas de la sociedad y que da una confianza en el futuro de la que carecen muchos otros países. De hecho da igual con quien hables, del mundo público o privado, primero te ccontará orgulloso lo estupendo que es el país y las tremendas capacidades que tiene, y luego hablará de su empresa.
La importancia de la educación y la influencia del servicio militar
Con este afán de transformar su economía uno de los factores claves sobre los que se trabajó es la educación universitaria… y por los resultados podríamos decir que con mucho éxito: Israel tiene 2 universidades entre las 30 mejores del mundo, y según el WEF Global Competitiveness Report tiene un ratio de 249,2 patentes per cápita (En España este ratio es de 9,1).
Pero si hay algo que marca la educación Israelí es la formación que se recibe durante el servicio militar (36 meses para los hombres y 21 para las mujeres). Más allá de la formación puramente castrense, su educación se mima con múltiples materias de ámbito no directamente militar y con una formación en habilidades sorprendente: se potencia mucho la creatividad y la capacidad para tomar decisiones por uno mismo (en contraposición con la visión tradicional del ejército, allí al que sigue decisiones sin pensar se le denomina roshkatan – cabeza pequeña).
De hecho muchas de las startups más conocidas de Israel nacieron de unidades de ingeniería especializada, como la famosa Unit 8200, y es habitual en las entrevistas de trabajo que para valorar la formación del aspirante no solo se le pregunte por la educación formal sino por la unidad en la que se sirvió durante el periodo de milicia.
Tras la época de milicia es habitual que con la paga los jóvenes hagan un viaje para conocer mundo, y a la vuelta empiecen la formación universitaria… con un alto nivel de madurez y experiencias personales a sus espaldas. Y al acabar (o durante) su periodo universitario muchos de estos chicos deciden fundar su propia startup en lugar de trabajar para un tercero (mucho más atractivo, ya que todo el mundo conoce a alguien que ha tenido un gran éxito o ha vendido su startup).
El papel crucial del gobierno
Y estas nuevas empresas pueden optar a participar en el programa de incubadoras del gobierno, uno de los más interesantes del mundo. El programa nació como respuesta a la oleada de inmigración cualificada que sufrió Israel en los 90 (más de 750.000 refugiados rusos). Se consideró entonces que la mejor forma de integrar a esa población no era ponerlos a hacer trabajos de baja cualificación, sino ofrecerles la posibilidad de montar su propia empresa y aprovechar su talento… con gran éxito.
Cualquier nueva compañía aceptada en alguna de las más de 20 incubadoras que hay en el país se le proporcionan no solo apoyo, asesoramiento y un sitio en el que trabajar sino 250.000 dólares… a cambio de royalties sobre los productos que produzca la empresa. Esta filosofía
win-win de dinero público a cambio de royalties impregna todos los programas para potenciar la innovación y permite que de un año al siguiente el gobierno tenga ya cubiertos una parte importante de sus presupuestos.
El surgimiento del venture capital israelí
Pero claro, las compañías creadas se encontraban entonces con un problema: la falta de fondos para crecer…, ya que el mercado del venture capital (capital riesgo) de Israel era pequeño y poco experimentado (algo parecido a lo que sucede en España con honrosas excepciones). Con la vocación de solventar este problema el gobierno creó un programa que en mi opinión que fue la chispa que “arrancó” el ecosistema emprendedor del país: Yozma.
La iniciativa nació tras hablar con los distintos actores del ecosistema, y pretendía cubrir no solo la falta de capital y experiencia inversora, sino también la baja capacidad (por aquellos tiempos) en aspectos de negocio y marketing de las compañías israelitas. Para ello se diseñó un programa (que hemos intentado imitar -pero mal- en España) para crear 10 nuevos fondos de 20 millones de dólares a los que el gobierno aportaría como mucho el 40% y en los que no tendría capacidad de modificar las decisiones del fondo.
Pero lo interesante fue que el 60% restante debía ser aportado no solo por compañías Israelitas, sino que se incentivó la entrada de fondos de venture capital extranjero con reputación y éxitos en la inversión en startups (track record verificado), lo que sirvió para que más de un 56% de las operaciones de inversión tuviera éxito (un ratio increíble todavía a día de hoy)… lo que atrajo a muchos nuevos fondos interesados en emular esos éxitos. Y a día de hoy, Israel se ha convertido en país del mundo con un ratio de inversión en capital riesgo per cápita mayor: entre 150 y 170 dólares (en España el mismo ratio es de 2 dólares).
Con todos estos mimbres algunas de las principales empresas tecnológicas del mundo como CISCO, Microsoft o Intel decidieron establecer centros de I+D en Israel para aprovechar el enorme talento que habían podido observar, y eso añadió los socios del mundo corporativo que el país necesitaba para establecer alianzas y canales de comercialización… así como posibles escenarios de compra de sus startups.
Actualmente es el segundo ecosistema emprendedor más potente del mundo… pero recordemos que no siempre fue así. Es un ejemplo de cómo un país se puede reinventar a sí mismo, pero construyendo desde abajo a arriba (de las necesidades de la gente y sus actores principales y no desde la “visión” de algún político), haciendo de la necesidad virtud y sobre todo, creyendo en sus propias capacidades. Hablando con Yigal Erlich (el impulsor de Yozma y el que es considerado padre del venture capital en Israel) sobre la situación del ecosistema emprendedor de España, me dijo: “solo os hace falta escuchar a vuestros emprendedores, creer que podéis… y tiempo”.