Michael Rosbash, cuyos padres huyeron de la Alemania nazi, y cuyo padre era jazán (persona que guía los cantos en la sinagoga), es uno de los tres científicos estadounidenses galardonados con el premio Nobel de Medicina por sus avances en el estudio del “reloj biológico”.
Rosbash bromeó tras conocer la noticia y afirmó que la llamada con la que le fue notificada su premiación le “destruyó los ritmos cicardianos”.
“Empezaré por el hecho de que la llamada de esta mañana a las 05.10 destruyó mis ritmos circadianos despertándome”, bromeó el científico desde la Universidad de Brandeis (Massachusetts), desde donde junto a otro de los galardonados, Jeffrey Hall, avanzó en la comprensión de nuestros ritmos vitales.
Las revelaciones de sus estudios han llevado a una mejor comprensión de la adaptación de plantas y animales al ciclo circadiano, la sucesión del día y la noche, gracias al llamado “reloj biológico”, algo que ayuda a explicar desde los problemas de “jet lag” e insomnio a las fases de la función clorofílica.
Rosbash dio un especial agradecimiento a Hall, quien le contagió la pasión por el “reloj biológico” hace más de 20 años y con quien ha caminado de la mano hacia estos descubrimientos.
“La ciencia son una serie de experimentos y observaciones y luego escribimos la narrativa”, dijo el genetista, comparando los estudios científicos con las anécdotas de la vida.
Como sucede normalmente con el importante galardón, los investigadores recibieron una llamada telefónica por sorpresa cuando aún no habían despertado en Estados Unidos.
“Esto realmente me tomó por sorpresa y realmente tuve problemas para encontrar mis zapatos esta mañana”, dijo el tercero de los premiados, Michael Young, en otra rueda de prensa.
Lo paradójico es que pese a sus profundos avances, que están sirviendo para innumerables investigaciones paralelas, aún no se sabe mucho sobre el efecto más básico de los genes sobre el reloj genético, el sueño.
“El propósito del sueño es algo que sigue siendo bastante misterioso”, señaló Young.
“Aunque no sabemos para qué sirve, sabemos que es importante”, agregó.
Su trabajo, hecho durante décadas, ayuda a explicar cómo la vida se adapta al ciclo de 24 horas del día y también cómo las enfermedades como el cáncer surgen en las células.
Hall y Rosbash, en la Universidad Brandeis; y Young, en la Universidad Rockefeller de Nueva York, lograron aislar en 1984 ese gen, descubrieron la proteína que codifica y cómo sus niveles oscilan a lo largo del día en sincronía con el ritmo circadiano.
A través de un ciclo de retroalimentación inhibidor, esa proteína podía evitar su síntesis y regular sus propios niveles en un ritmo cíclico y continuo, bloqueando la actividad del gen, según Hall y Rosbash.
Fue Young, en un estudio de 1994, quien descubrió un segundo gen que codifica otra proteína, que unida a la anterior podía entrar en el núcleo de la célula y bloquear la actividad del primer gen, cerrando así el ciclo.
Estudios posteriores de los galardonados y otros científicos permitieron descubrir más componentes moleculares para explicar la estabilidad y las funciones del “reloj biológico”.
“Esto es un testamento para la mosca de la fruta”, agregó Roshbash entre risas.
Fuente: aurora-israel.co.il