Un estudio reciente revela que la ira es la principal motivación detrás del activismo climático, según investigaciones del Centro Noruego de Investigación y la Universidad de Bergen.
Descubrimientos Claves del Centro Noruego para la Transformación del Clima y Energía
El equipo de investigación, liderado por Thea Gregersen, Gisle Andersen y Endre Tvinnereim, realizó una encuesta dirigida a más de 2.000 adultos noruegos. El propósito principal era desentrañar los sentimientos que impulsan el activismo climático, especialmente en el contexto de la ralentización del cambio climático.
Publicado en la prestigiosa revista Global Environmental Change, este estudio proporciona una visión más profunda sobre la compleja relación entre las emociones humanas y las acciones en pro del medio ambiente.
Investigaciones previas han sugerido soluciones potenciales al cambio climático, como la cesación de emisiones de gases de efecto invernadero y la implementación de tecnologías de eliminación de estos gases. Sin embargo, el progreso en estas áreas ha sido inadecuadamente lento.
Metodología y Motivaciones del Estudio sobre Activismo Climático en Noruega
En su afán por comprender la apatía global frente a una amenaza tan inminente, el equipo se centró en determinar qué motiva a las personas a pasar de la mera conciencia sobre el cambio climático a la acción activista.
Mediante una encuesta enviada a miles de noruegos, se buscó identificar las motivaciones subyacentes detrás del activismo climático. La encuesta exploró aspectos como el miedo hacia los futuros cambios climáticos, el enojo hacia las entidades gubernamentales y corporativas y la desesperanza generalizada respecto al futuro del planeta.
Esta encuesta no solo sirve como herramienta para comprender la mentalidad noruega, sino que también puede ser una ventana para entender tendencias globales en cuanto a activismo ambiental.
Resultados Principales: La Ira como Motor del Cambio
Tras un riguroso análisis de los datos, se descubrió que cerca de la mitad de los encuestados se sentían enfurecidos por el cambio climático. Esta ira estaba predominantemente dirigida hacia las acciones humanas que lo causan y hacia la falta de financiamiento adecuado para soluciones climáticas.
El estudio también destaca la percepción de negligencia por parte de gobiernos y entidades al no implementar leyes más estrictas sobre emisiones de gases de efecto invernadero. Estos hallazgos ponen de manifiesto la urgencia de abordar las emociones humanas en cualquier estrategia de activismo climático.
La emoción más recurrente vinculada al compromiso con el activismo fue, de hecho, la ira, siendo citada siete veces más que la segunda emoción más frecuente, la esperanza.