LAUREL, Estados Unidos (AFP) – La NASA intentará el lunes una hazaña nunca antes realizada por la humanidad: estrellar deliberadamente una nave espacial contra un asteroide para desviar ligeramente su órbita, en una prueba clave de nuestra capacidad para impedir que los objetos cósmicos devasten la vida en la Tierra.
La nave espacial Double Asteroid Redirection Test (DART) fue lanzada desde California el pasado mes de noviembre y se aproxima rápidamente a su objetivo, contra el que chocará a unas 14.000 millas (22.500 kilómetros) por hora.
“Es la cuenta atrás de la colisión cósmica final”, tuiteó el control de la misión en el Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins, en Maryland.
Sin duda, ni el asteroide Dimorphos ni su hermano mayor, llamado Didymos, suponen una amenaza cuando ambos se acercan al Sol, pasando a unos 11 millones de kilómetros de la Tierra en su máxima aproximación.
Pero la NASA ha considerado importante realizar el experimento antes de que se descubra una necesidad real.
Si todo va según lo previsto, el impacto entre la nave espacial del tamaño de un coche y el asteroide de 160 metros (dos estatuas de la libertad) debería producirse a las 19:14 hora del este (2314 GMT), y podrá verse en una transmisión en directo de la NASA.
Al golpear Dimorphos de frente, la NASA espera empujarlo a una órbita más pequeña, reduciendo en diez minutos el tiempo que tarda en rodear a Didymos, que actualmente es de 11 horas y 55 minutos, un cambio que será detectado por los telescopios terrestres en los próximos días o semanas.
El experimento de prueba de concepto hará realidad lo que hasta ahora sólo se había intentado en la ciencia ficción, sobre todo en películas como “Armageddon” y “No mires hacia arriba”.
Un reto técnico
Mientras la nave se propulsa por el espacio, volando de forma autónoma para la fase final de la misión, su sistema de cámaras comenzará a emitir las primeras imágenes de Dimorphos.
Minutos más tarde, un satélite del tamaño de una tostadora llamado LICIACube, que ya se separó de DART hace unas semanas, pasará cerca del lugar para capturar imágenes de la colisión y de los eyectos, la roca pulverizada que se desprende del impacto.
Las imágenes de LICIACube se enviarán en las próximas semanas y meses.
También observan el evento un conjunto de telescopios, tanto en la Tierra como en el espacio -incluido el recientemente operativo James Webb-, que podrían ser capaces de ver una nube de polvo cada vez más brillante.
Por último, se obtendrá una imagen completa del sistema cuando una misión de la Agencia Espacial Europea, llamada Hera, llegue dentro de cuatro años para estudiar la superficie de Dimorphos y medir su masa, que actualmente los científicos sólo pueden adivinar.
Estar preparados
Muy pocos de los miles de millones de asteroides y cometas de nuestro sistema solar se consideran potencialmente peligrosos para nuestro planeta, y no se espera ninguno en los próximos cien años aproximadamente.
Pero “te garantizo que si esperas lo suficiente, habrá un objeto”, dijo Thomas Zurbuchen, de la NASA.
Lo sabemos por el registro geológico: por ejemplo, el asteroide Chicxulub, de seis millas de ancho, golpeó la Tierra hace 66 millones de años, sumiendo al mundo en un largo invierno que provocó la extinción masiva de los dinosaurios junto con el 75% de todas las especies.
Un asteroide del tamaño del Dimorphos, por el contrario, sólo causaría un impacto regional, como la devastación de una ciudad, aunque con mayor fuerza que cualquier bomba nuclear de la historia.
El impulso que el DART imprima a Dimorphos dependerá de si el asteroide es una roca sólida o más bien un “montón de basura” de rocas unidas por la gravedad mutua, situación que aún no se conoce.
Tampoco se conoce la forma del asteroide, pero los ingenieros de la NASA confían en que el sistema de guía SmartNav de DART alcance su objetivo.
Si no lo consigue, la NASA tendrá otra oportunidad dentro de dos años, con la nave espacial con el combustible suficiente para otra pasada.
Pero si tiene éxito, la misión marcará el primer paso hacia un mundo capaz de defenderse de una futura amenaza existencial.