Rootella lidera la producción de micorrizas que mejoran la absorción de nutrientes, reducen fertilizantes químicos y restauran suelos para mercados globales.
Micorrizas israelíes revolucionan la agricultura intensiva
Empresas israelíes como Rootella desarrollan recubrimientos de semillas con hongos micorrícicos que optimizan la absorción de nutrientes en cultivos intensivos. Estos microorganismos forman asociaciones simbióticas con las raíces de las plantas, incrementando la captación de agua, fósforo y otros elementos esenciales, especialmente en suelos degradados o pobres. La tecnología reduce hasta un 80% la necesidad de fertilizantes fosfóricos, según estudios de campo, y fortalece la resistencia de las plantas al estrés abiótico, como sequías o salinidad. Las exportaciones de estos productos alcanzan mercados en Europa, América Latina y Asia, consolidando a Israel como líder en soluciones agrícolas sostenibles.
La aplicación de micorrizas arbusculares, el tipo más común en cultivos agrícolas, permite a las plantas explorar un mayor volumen de suelo mediante el micelio fúngico. Este sistema radicular extendido mejora la eficiencia en la absorción de nutrientes de baja movilidad, como el fósforo, que a menudo permanece inaccesible en suelos tropicales o áridos. Groundwork BioAg, la empresa detrás de Rootella, produce inóculos con alta concentración de esporas viables, garantizando una colonización rápida de las raíces tras la siembra. Los cultivos tratados muestran un aumento del 15-50% en rendimiento, según datos de ensayos en maíz, soja y hortalizas.
El proceso de inoculación es sencillo y adaptable a sistemas de agricultura intensiva. Los recubrimientos de semillas, aplicados antes de la siembra, aseguran que las micorrizas establezcan simbiosis desde las primeras etapas de crecimiento. Alternativamente, los inóculos se integran en sistemas de fertirrigación, distribuyendo los hongos a través del riego. Estas técnicas minimizan el impacto ambiental al reducir la lixiviación de nutrientes y la contaminación de suelos y acuíferos, problemas comunes con fertilizantes químicos. Israel ha invertido en investigación para optimizar estas tecnologías, con instituciones como el Volcani Center liderando estudios sobre micorrizas nativas y su compatibilidad con cultivos comerciales.
La adopción de micorrizas responde a la creciente demanda global de prácticas agrícolas sostenibles. Normativas como el Reglamento UE 2019/1009 promueven bioestimulantes que reduzcan el uso de fertilizantes químicos en un 20% para 2030. Los productos de Rootella cumplen con estos estándares, ofreciendo una alternativa viable para agricultores que buscan certificaciones orgánicas. Además, las micorrizas mejoran la estructura del suelo, aumentando la retención de agua y previniendo la erosión, lo que beneficia regiones con suelos degradados por monocultivos o laboreo intensivo.
Datos clave sobre micorrizas en la agricultura intensiva
- Absorción de nutrientes: Incrementan la captación de fósforo, nitrógeno, potasio y micronutrientes como zinc y cobre.
- Reducción de fertilizantes: Disminuyen hasta un 80% la necesidad de fertilizantes fosfóricos en suelos pobres.
- Resistencia al estrés: Mejoran la tolerancia a sequías, salinidad y temperaturas extremas.
- Rendimiento: Aumentan la productividad de cultivos entre un 15% y 50%, según ensayos.
- Mercados globales: Exportaciones a Europa, América Latina y Asia desde Israel.

Innovación israelí en biofertilizantes para suelos degradados
La investigación en Israel ha permitido adaptar micorrizas a diversos cultivos, desde cereales y leguminosas hasta frutales y hortalizas. Groundwork BioAg utiliza cepas seleccionadas de hongos micorrícicos arbusculares, como Glomus intraradices, que colonizan el 95% de las plantas agrícolas. Estas cepas se cultivan en condiciones controladas para garantizar su viabilidad y eficacia. Los ensayos realizados en suelos arenosos y arcillosos demuestran que las plantas micorrizadas desarrollan sistemas radiculares más robustos, lo que mejora la estabilidad del suelo y reduce la erosión en un 30%, según datos de campo.
El impacto económico de estas tecnologías es significativo. Los agricultores que usan Rootella reportan ahorros en fertilizantes y agua, además de un aumento en la calidad de los cultivos. Por ejemplo, en cultivos de tomate y pimiento, las plantas micorrizadas producen frutos con mayor contenido nutricional, un factor clave en mercados competitivos. Israel exporta estas soluciones a países con suelos degradados, como Brasil y India, donde los monocultivos han reducido la fertilidad natural. La tecnología también se aplica en proyectos de restauración de suelos en regiones áridas, apoyando la seguridad alimentaria global.
La producción de micorrizas en Israel se beneficia de un ecosistema de innovación agrícola. Empresas como Groundwork BioAg colaboran con universidades y centros de investigación para desarrollar nuevos inóculos adaptados a condiciones locales. El Volcani Center ha identificado cepas nativas de micorrizas que resisten altas concentraciones de sal, un problema común en suelos irrigados del Néguev. Estas cepas se integran en productos comerciales, ampliando su aplicabilidad en regiones semiáridas de Oriente Medio y África.
El uso de micorrizas también reduce la dependencia de insumos químicos, alineándose con las políticas agrícolas de Israel para promover la sostenibilidad. Los cultivos tratados con Rootella muestran menor incidencia de enfermedades radiculares causadas por patógenos como Fusarium o Phytophthora. Esto disminuye la necesidad de fungicidas, generando ahorros adicionales para los agricultores y reduciendo el impacto ambiental de las prácticas agrícolas.
Contexto global de las micorrizas en la agricultura sostenible
El mercado global de biofertilizantes, incluidos los productos micorrícicos, crece a una tasa anual del 12%, según informes de MarketsandMarkets. Israel se posiciona como un actor clave en este sector, con empresas que combinan biotecnología y agricultura de precisión. La demanda de micorrizas aumenta en regiones afectadas por la desertificación y la sobreexplotación de suelos, donde los fertilizantes químicos son menos efectivos. Países como Estados Unidos y Australia han adoptado tecnologías israelíes para restaurar suelos agrícolas y mejorar la productividad.
Las micorrizas arbusculares dominan el mercado debido a su versatilidad. Estos hongos, pertenecientes al filo Glomeromycota, forman estructuras llamadas arbúsculos dentro de las células radiculares, facilitando el intercambio de nutrientes. A diferencia de los fertilizantes químicos, que pueden lixiviar hasta un 50% de los nutrientes aplicados, las micorrizas retienen los elementos en la rizosfera, maximizando su disponibilidad para las plantas. Este mecanismo es especialmente valioso en suelos con baja materia orgánica, comunes en regiones áridas.
La tecnología de Rootella se ha probado en cultivos de alto valor, como viñedos y plantaciones de aguacate, donde la calidad del suelo es crítica. En Chile, por ejemplo, los productores de fruta han integrado micorrizas para contrarrestar la salinidad del suelo y mejorar la absorción de agua en condiciones de sequía. Los resultados muestran un aumento del 20% en la retención de agua en suelos tratados, según estudios locales. Estas aplicaciones refuerzan la relevancia de las micorrizas en la agricultura moderna.
El liderazgo de Israel en este campo se basa en décadas de investigación agrícola. Desde la fundación del Volcani Center en 1921, el país ha priorizado soluciones para maximizar los recursos en entornos desafiantes. Las micorrizas representan una continuación de esta tradición, combinando ciencia y pragmatismo para abordar los retos de la agricultura global. Con un enfoque en la sostenibilidad, Israel exporta no solo productos, sino tambiénme también conocimiento, fortaleciendo la posición del país como un centro de innovación agrícola.