El tamaño del cerebro ha permitido a ciertos animales de gran tamaño, como los elefantes, los rinocerontes, los hipopótamos y los canguros, adaptarse a los cambios a lo largo de decenas de miles de años y sobrevivir a grandes extinciones, según han descubierto investigadores de la Universidad de Tel Aviv y la Universidad de Nápoles.
Descubrieron que las especies que sobrevivieron tenían cerebros un 53% más grande de media que las especies de tamaño corporal similar que estaban estrechamente relacionadas pero que se han extinguido.
El profesor Shai Meiri, de la Facultad de Zoología de la Universidad de Tel Aviv y del Museo Steinhardt de Historia Natural, declaró: “Nuestra hipótesis es que los mamíferos con cerebros más grandes han podido adaptar su comportamiento y afrontar mejor las condiciones cambiantes -principalmente la caza humana y posiblemente los cambios climáticos que se produjeron durante ese periodo- en comparación con los mamíferos con cerebros relativamente pequeños”.
La última Edad de Hielo supuso la extinción generalizada de grandes animales en todos los continentes, excepto en la Antártida.
En la masa continental americana, esos animales incluían perezosos terrestres gigantes que pesaban cuatro toneladas, un armadillo gigante que pesaba una tonelada y mastodontes parecidos a los elefantes.
En Australia, se extinguieron el marsupial diprotodonte, que pesaba una tonelada, canguros gigantes y un marsupial parecido al león.
En Eurasia se perdieron ciervos gigantes, rinocerontes lanudos, mamuts y elefantes gigantes de hasta 11 toneladas.
Los investigadores examinaron un periodo de unos 120.000 años, desde que comenzó la última Edad de Hielo -cuando los humanos modernos empezaron a extenderse por todo el mundo con armas letales- hasta hace 500 años.
Recurrieron a la literatura paleontológica para recopilar datos sobre 50 especies extintas de mamíferos de tamaño considerable, desde un extinto oso hormiguero gigante que pesaba 11 kilogramos (24 libras), hasta el elefante de colmillos rectos, cuyos restos se han encontrado en Gesher Bnot Ya’akov, en el norte de Israel, y que pesan 11 toneladas.
A continuación, compararon el tamaño de la cavidad craneal de cada animal con el de 291 especies de mamíferos evolutivamente cercanos que sobrevivieron y aún existen en la actualidad.
El peso de estos últimos oscilaba entre 1,4 kg, o tres libras (el ornitorrinco), y cuatro toneladas (el elefante africano).
Por último, introdujeron los datos en modelos estadísticos que incluían el tamaño corporal y la filogenia (la historia evolutiva) de las distintas especies.
“Estudios anteriores han demostrado que muchas especies, especialmente las de gran tamaño, se extinguieron debido a la caza excesiva por parte de los humanos que entraron en sus hábitats”, explicó Jacob Dembitzer, el estudiante de doctorado de la Universidad de Nápoles que dirigió la investigación.
“Sabemos que la mayoría de las extinciones fueron de animales grandes y, sin embargo, no está claro qué es lo que distingue a las grandes especies existentes (que aún existen) de las que se extinguieron”.
Según Meiri, “nuestra hipótesis es que la flexibilidad del comportamiento, posibilitada por un cerebro grande en relación con el tamaño del cuerpo, dio a las especies supervivientes una ventaja evolutiva: les ha permitido adaptarse a los cambios que han tenido lugar en las últimas decenas de miles de años, incluidos el cambio climático y la aparición de los humanos”.
En Australia y Sudamérica, las extinciones fueron especialmente graves. En la actualidad, los canguros rojos y grises son los animales autóctonos más grandes de Australia. En Sudamérica, son el guanaco y la vicuña (similar a la llama, que es un animal domesticado), y el tapir.
Los investigadores descubrieron que los grandes mamíferos que vivían en estos dos continentes tenían cerebros relativamente pequeños.
El profesor Pasquale Raia y la estudiante de doctorado Silvia Castiglione, de la Universidad de Nápoles, también participaron en la investigación, que se publicó en la revista Nature Scientific Reports.