Puede que no estemos solos” fue la conclusión del reciente informe del Pentágono que, por primera vez, admitió que los objetos voladores no identificados (OVNIS) podrían ser visitantes alienígenas de otros planetas.
La idea de que los seres humanos somos la forma de vida más elevada del universo es el ejemplo más estupendo de arrogancia desde la noción de que el sol gira alrededor de la tierra. Veamos…
Hay ocho planetas en nuestro sistema solar y millones de sistemas solares similares en nuestra galaxia, la Vía Láctea. En este punto entramos en números que para la mayoría de nosotros están más allá de los poderes de la imaginación. Aunque las estimaciones varían, según el astrofísico Mario Livio, del Space Telescope Science Institute de Baltimore, hay entre 100.000 y 200.000 millones de galaxias. Cuando se lanzó el telescopio espacial James Webb en 2020, el observatorio reveló aún más.
Por supuesto, no estamos solos.
Creer que la humanidad es la única especie inteligente en tal inmensidad es como si alguien que vive en la Edad de Piedra de Harrogate afirmara que no hay vida fuera de Yorkshire.
Los escépticos pueblerinos y egocéntricos dicen que cualquiera que viva en una galaxia lejana nunca podría visitarnos, porque no tendría los medios ni el tiempo para hacerlo. ¿Por qué no? Bueno, los científicos dicen que lo más rápido que puede moverse algo en el universo es la velocidad de la luz, que es de 186.000 millas por segundo. Por tanto, un año luz se define como la distancia recorrida por la luz en un año. Y la mayoría de las galaxias están a millones de años luz. Por lo tanto, nada ni nadie podría viajar desde allí hasta aquí.
¿Cómo lo saben? Sólo por otra colosal arrogancia. Nuestra comprensión de la física se ha desarrollado a lo largo de los siglos. Hace unos cientos de años no sabíamos nada de la velocidad de la luz. ¿Quién puede negar que, en unos pocos siglos más, nuestros conocimientos de física podrían haber avanzado tanto como para hacer que nuestros cálculos actuales sobre la velocidad de la luz parezcan antiguos? Además, ¿quién se atrevería a negar la posibilidad -más aún, la probabilidad- de que especies lejanas sepan más de lo que nosotros sabremos jamás?
Los físicos de hoy en día admiten de buen grado que sus conocimientos son incompletos. En concreto, uno de los más grandes físicos del siglo XX, Werner Heisenberg (1901-1976), dijo: “El universo no solo es más extraño de lo que pensamos; es más extraño de lo que podemos pensar”.
Más extraño de lo que podemos pensar, ciertamente. Pero eso no significa que no haya seres en el universo cuya comprensión, conocimiento y sabiduría superen con creces la nuestra. De hecho, no hay ninguna razón -excepto un nuevo ataque de arrogancia por nuestra parte- para pensar que esos seres avanzados tengan el más mínimo interés en nuestras actividades. Muy posiblemente nos mirarían como un hombre cansado mira a las moscas.
Ezra Pound dijo: “Derriba tu vanidad, digo. Derríbala”.
Debemos deshacernos de esta idea de que somos la medida de todas las cosas. Mi suposición es que entendemos lo que llamamos universo como un caracol entiende su pequeña parcela de jardín.