Cientos de partidarios libaneses del grupo terrorista Hezbolá, algunos con palos en la mano, atacaron un campamento de protesta establecido por manifestantes antigubernamentales en el centro de Beirut, quemando algunas de sus tiendas y desmantelando otras el martes.
El primer ministro libanés, Saad Hariri, anunció su renuncia el martes en medio del colapso económico y de casi dos semanas de protestas sin precedentes que exigían un cambio político.
La violencia se produjo poco después de que docenas de otros partidarios de Hezbolá, también con palos en la mano, atacaron un control de carretera establecido por los manifestantes en una calle principal de la capital.
El martes marcó el 13º día de las protestas contra el gobierno del Líbano, que han sido una expresión sin precedentes de la ira que ha unido a millones de libaneses contra lo que los manifestantes dicen que es una clase política corrupta e ineficiente en el poder durante décadas desde la guerra civil de 1975-1990.
Pero en los últimos días, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, se ha vuelto crítico con las protestas, alegando que han sido respaldadas y financiadas por potencias extranjeras y grupos políticos rivales.

“¿Qué significa que los israelíes lleven a los libaneses entre los que están en la entidad sionista a la frontera para mostrar solidaridad con las protestas?, dijo el viernes la cadena de televisión Al-Manar de Hezbolá. No quedó claro de inmediato a qué se refería.
Pidió a sus partidarios que abandonaran los mítines e instó a los manifestantes a que retiraran los controles de carretera. Las manifestaciones masivas han paralizado a un país que ya está lidiando con una grave crisis fiscal.
Hezbolá y sus aliados dominan el gobierno actual y es la organización más poderosa del país.
La policía antidisturbios y el ejército se movilizaron por primera vez el martes para tratar de separar a los grupos rivales, pero las fuerzas de seguridad no lograron detener el asalto a la Plaza de los Mártires, donde los manifestantes antigubernamentales han mantenido su posición desde el 17 de octubre.
Los manifestantes están pidiendo al gobierno que renuncie, realizando concentraciones en plazas públicas y promoviendo una campaña de desobediencia civil que incluye el bloqueo de las carreteras principales.
En la barricada de Beirut, la multitud enfurecida se hinchó a primera hora de la tarde, algunos usando palos para ahuyentar a los manifestantes. Algunos de los hombres también atacaron a los periodistas, dándoles patadas e intentando destruir sus cámaras.
Muchos entre la multitud enfurecida cantaron: “Dios, Nasrallah, y todo el Dahiyeh”, en referencia al suburbio del sur que es un bastión del grupo terrorista apoyado por Irán que busca destruir a Israel. Otros dijeron a los equipos de televisión que estaban molestos por los controles de carretera e insultos a su líder.
Luego se dirigieron a la plaza central, derribando tiendas de campaña, destrozando sillas de plástico y usando postes de metal para hacer agujeros en las tiendas, que luego quemaron. También golpearon a algunos manifestantes antigubernamentales. Un presentador de televisión lo describió como “una escena de guerra”.
En su discurso del viernes, Nasrallah evocó el espectro de una nueva guerra civil como la que terminó en 1990, diciendo que “alguien está tratando de empujarla… hacia una guerra civil”.
Fue visto como precursor de la confrontación del martes.