El segundo bombardero furtivo B-21 Raider realizó su primer vuelo el 11 de septiembre de 2025 desde la planta de la Fuerza Aérea en Palmdale, California, acompañado en formación cerrada por un F-16 de la Fuerza Aérea estadounidense que actuó como avión de persecución. Al igual que el primero, este B-21 voló hacia la base aérea de Edwards, donde se integrará en el programa de pruebas de vuelo.
El aparato es el cuarto B-21 en total, ya que la flota actual incluye dos unidades destinadas a pruebas en tierra, designadas G-1 y G-2, y dos aeronaves de ensayos en vuelo, designadas T-1 y T-2. El T-1 realizó su primer vuelo el 10 de noviembre de 2023, mientras se desconoce la fecha en que G-1 y G-2 se incorporaron a la flota.
NEW: The second B-21 Raider stealth bomber (T-2) made its first flight.pic.twitter.com/VShmVaVWm3
— Clash Report (@clashreport) September 11, 2025
Se esperaba que el T-2 volara antes de finalizar el año y, según declaraciones recientes de oficiales de la Fuerza Aérea, ese momento estaba próximo. Con la incorporación del T-2, se informó de la existencia de seis fuselajes B-21 en distintas fases de producción en la planta 42.
El secretario de la Fuerza Aérea, Troy Meink, señaló que la segunda aeronave permite acelerar la campaña de pruebas a medida que el servicio avanza hacia la evaluación de sistemas de misión y de armamento. Northrop Grumman coincidió en esta apreciación y añadió que se ha introducido un paquete de software mejorado destinado a demostrar la capacidad de ofrecer actualizaciones fluidas a toda la flota B-21.
Mientras las pruebas progresan, la Fuerza Aérea y Northrop Grumman preparan la operación y el mantenimiento del B-21. La empresa afirma que desarrolla un conjunto completo de capacidades de formación, con simuladores de alta fidelidad y movimiento completo, laboratorios inmersivos y entornos virtuales, como parte de la unidad de instrucción formal de la Fuerza Aérea en la base aérea de Ellsworth, en Dakota del Sur. Estos recursos incluirán contenidos y dispositivos de entrenamiento para futuros pilotos, encargados de carga de armamento, personal de mantenimiento y personal de apoyo.
Segundo B-21 en vuelo
En comparación con el vuelo inaugural del primer B-21, el segundo aparato no llevaba instalada la sonda de datos aéreos ni el “trailing cone” que habitualmente se monta en prototipos durante las pruebas iniciales. El trailing cone consiste normalmente en un cable de nailon con un cono estabilizador que se despliega en vuelo, a una distancia equivalente a entre 1 y 1,5 veces la envergadura —aproximadamente 50 metros— detrás de la aeronave, para medir con precisión la presión atmosférica estática en el flujo libre de aire, fuera de las perturbaciones generadas por el propio avión. Este parámetro resulta esencial para los pilotos.
Dado que el primer B-21 ha volado durante casi dos años, es posible que Northrop Grumman y la Fuerza Aérea hayan reunido datos suficientes y no hayan considerado necesaria la instalación de este equipo en el segundo avión. La supresión de este instrumental reduce aún más las diferencias con la configuración final del nuevo bombardero.
Sin embargo, algunos rasgos típicos de las pruebas de vuelo iniciales permanecen, como la ejecución del vuelo en configuración de aterrizaje y el uso de un avión de persecución. El vuelo en configuración fija persigue minimizar riesgos al reducir el número de sistemas complejos en operación, mientras que el avión de persecución proporciona una capa adicional de seguridad al ofrecer una perspectiva externa del aparato durante todo el vuelo y asistencia en caso de problemas.
A diferencia del primero, el segundo B-21 no recibió un nombre antes del vuelo inaugural. Tal como se informó entonces, en la puerta del tren delantero del primer B-21 figuraba un logotipo con el perro de varias cabezas Cerbero de la mitología griega. Además, el segundo B-21 no llevaba el emblema estilizado de pruebas de vuelo de Northrop Grumman ni el número de serie pintado en la puerta del tren delantero.
El B-21 Raider
El B-21 Raider constituye la pieza central del programa de bombarderos de ataque a larga distancia de la Fuerza Aérea estadounidense. Northrop Grumman lo desarrolló para ofrecer una plataforma superviviente, flexible y asequible, capaz de penetrar defensas avanzadas. Es el primer nuevo bombardero estadounidense en más de tres décadas y representa un salto generacional destinado a asegurar la capacidad de ataque global de Estados Unidos durante las próximas décadas.
El avión cuenta con doble capacidad, ya que puede portar armamento convencional y nuclear, y reemplazará gradualmente a las flotas de B-1B Lancer y B-2 Spirit, al tiempo que complementará al B-52J Stratofortress modernizado. Se espera que el Raider forme la columna vertebral de la fuerza de bombarderos de la Fuerza Aérea durante muchos años.
La Fuerza Aérea estadounidense tiene actualmente 100 B-21 encargados. Northrop Grumman recibió a finales de 2024 el segundo contrato de producción inicial a bajo ritmo y está incrementando la fabricación para cumplir los plazos del servicio, aunque informes recientes indican que la producción se mantiene por debajo del presupuesto y adelantada al calendario.
En cuanto al diseño, el B-21 conserva la icónica configuración de ala volante del B-2, pero un examen más detallado revela múltiples perfeccionamientos fruto tanto de avances en tecnología furtiva como de lecciones aprendidas en programas anteriores. Entre las características más notorias destacan las tomas de aire integradas al fuselaje para reducir la firma radar, ventanillas laterales del cockpit más estrechas y arqueadas, y un tren de aterrizaje principal con un diseño simplificado de dos ruedas.
Northrop Grumman y la Fuerza Aérea subrayan que las innovaciones más importantes se encuentran en los sistemas y materiales del avión, más que en cambios aerodinámicos radicales. El Raider incorpora una nueva generación de recubrimientos de baja detectabilidad y materiales compuestos diseñados para aumentar la durabilidad y reducir el mantenimiento intensivo característico de los aparatos furtivos.
Su aviónica se construyó sobre una arquitectura de sistemas abiertos, lo que permite integrar sensores, armamento y sistemas de misión de manera más rápida y rentable que en plataformas anteriores. Además, la aeronave se concibió desde el principio para operar como parte de una fuerza en red, capaz de compartir datos con otras plataformas y, potencialmente, controlar sistemas no tripulados en futuros conceptos operativos.