La Operación Guardián de los Muros ha terminado oficialmente, pero es probable que sus ondas de choque se sientan durante algún tiempo, en Israel, en Gaza y más allá.
Todos los días llegan informes sobre ataques antisemitas en una u otra parte del mundo, y quizás uno de los ejemplos más impactantes de la propagación de este conflicto más allá de Oriente Medio ocurrió el jueves pasado, a plena luz del día, en el corazón de la ciudad de Nueva York.
Yosef Borgan, un judío que se dirigía a una concentración pacífica en defensa del derecho de Israel a proteger a sus ciudadanos de los disparos de cohetes de Hamás, se encontró rodeado por una turba llena de odio, y fue golpeado hasta el suelo y apaleado por todas partes.
Gracias a Dios, ya está de vuelta en casa con su familia, y Arutz Sheva habló con él el domingo.
“No me di cuenta de la magnitud del ataque hasta que vi el vídeo”, relata. “Sólo estoy agradecido de estar vivo”.
Borgan señala que varios días antes del ataque, fue a otra manifestación en apoyo de Israel, y pasó varias horas allí, llevando su kipá, y no ocurrió nada anormal.
“El jueves, fue exactamente la misma rutina. Tomé el metro y luego iba caminando, con mi kipá [yarmulka] puesta, y por el rabillo del ojo vi que alguien me perseguía”, relata. “Un momento después, me rodeó todo un grupo que procedió a golpearme, a darme puñetazos, a golpearme con muletas y palos”.
“Caí al suelo; estaba en posición fetal, y me agarré la cabeza y la cara y solo intenté aguantar y bracear para salir vivo”.
Al preguntarle si Borgan temió por su vida durante el asalto, responde: “Al mil por ciento. También me rociaron con gas pimienta durante casi un minuto y al principio pensé que estaba gravemente herido”.
¿Es difícil comprender que esto haya ocurrido en el corazón de Nueva York?
“Llevo toda mi vida en Nueva York. Ni en un millón de años pensé que pudiera ocurrir un incidente así. Para ser sincero, te sacude el mundo. Estoy completamente conmocionado”.
Con demasiada frecuencia, la gente explica este tipo de ataques, calificándolos de “antisionistas” o “antiisraelíes” en lugar de antisemitas, pero Borgan señala que en el momento en que fue visto por la multitud, no llevaba nada que le identificara con Israel o el sionismo.
“No llevaba nada israelí, ni una bandera. Sólo mi kipá. Así que, cuando la gente ve una kipá, piensa en ‘judíos’ e ‘Israel’. Va de la mano”.
No obstante, Borgan insistió en que tiene la intención de seguir asistiendo a los mítines pro-Israel, aunque con amigos a su alrededor para “un nivel extra de protección” y “con mi kipá”.