Investigadores de las Universidades de Tel Aviv y Haifa han realizado un sorprendente descubrimiento al encontrar un vínculo genético entre variedades modernas de uvas y aquellas cultivadas hace más de 1.100 años en Israel, las cuales podrían estar mencionadas en la Biblia.
Arqueología y uvas: una historia compartida
El estudio analizó el ADN de antiguas semillas de uva descubiertas en excavaciones arqueológicas en el Néguev. Los hallazgos sugieren que las variedades Syriki y Be’er podrían haber sido cultivadas en Israel desde hace más de mil años.
Estas variedades podrían estar mencionadas en la Biblia, en el libro de Génesis y en el libro de Números. Las investigaciones arqueológicas han revelado una próspera industria vinícola en la región durante la época bizantina y los primeros tiempos árabes (siglos IV a IX d.C.).
El estudio también ha descubierto cómo la industria del vino decayó tras la conquista musulmana y cómo no fue hasta los tiempos modernos, en el Estado de Israel, cuando el cultivo de uvas de vino se reanudó.

Un vino renacido de la antigüedad
El hallazgo de las semillas y su posterior análisis genético ha permitido a los científicos identificar las variedades locales aún existentes en la actualidad. La variedad Be’er, por ejemplo, se cultiva en la bodega Barkan para elaborar un vino blanco especial.
Este descubrimiento abre nuevas posibilidades para restaurar y mejorar las antiguas variedades locales, adaptadas al clima y suelo de la región, lo que podría resultar en uvas de vinificación más adecuadas para condiciones climáticas difíciles.
La arqueología y la historia del vino
El estudio demuestra cómo la arqueología puede ayudar a revelar la historia de la producción de vino y las prácticas vinícolas en diferentes culturas. El análisis de antiguas semillas de uva y otros hallazgos arqueológicos relacionados con la producción de vino nos permite comprender mejor el papel del vino en la historia y las tradiciones de la humanidad.

Resumen
Arqueólogos de las Universidades de Tel Aviv y Haifa han encontrado un vínculo genético entre variedades modernas de uvas y aquellas cultivadas en Israel hace más de 1.100 años, algunas posiblemente mencionadas en la Biblia. Este descubrimiento podría impactar en la industria vinícola moderna de Israel, al permitir la restauración y mejora de antiguas variedades locales más adaptadas al clima y suelo de la región.