En la avalancha de informes sobre el acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos y el retraso en el plan de extender la soberanía a grandes partes de Judea y Samaria, se ha olvidado una cuestión. Aunque se considera marginal, podría resultar central precisamente en este contexto: la batalla de la herencia sobre el liderazgo de la Autoridad Palestina.
Los Emiratos Árabes Unidos, apoyados por EE.UU., tienen la intención de apoyar a Mohammed Dahlan, el hombre fuerte de Fatah en el exilio que se convirtió en asesor del Príncipe Heredero Mohammed bin Zayed Al Nahyan. Dahlan, considerado parte de la corriente principal de la OLP y que es conocido por sus buenos lazos con los líderes de Hamás, está siendo promocionado como el reemplazo del presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas. La creencia de que Abbas continúa en el mismo callejón sin salida que sus predecesores, impulsó a los líderes del Golfo a pensar y forjar un nuevo, moderno y sostenible camino.
Se supone que Dahlan es un presidente diferente, innovador, principalmente sin los temores que han impedido hasta hoy la firma de un acuerdo permanente con Israel. Sus primeros pasos en la creación de una nueva base de apoyo muestran su deseo de traer la paz, antes de establecer un estado con una base económica que traiga esperanza a sus ciudadanos. Los 15 años que Dahlan ha pasado haciendo negocios en el extranjero le darán la experiencia necesaria para establecer un Estado real en Cisjordania y Gaza, y no una especie de cuerpo indefinido que sobrevive con interminables limosnas y donaciones.
Pero a Dahlan le espera una sorpresa. No será bienvenido y tendrá que abrirse camino a la fuerza. Dahlan ya ha comenzado a construir el sistema que asegurará que su aterrizaje sea lo más suave posible. Pero en Cisjordania, hay quienes se ven a sí mismos como potenciales herederos: Jibril Rajoub, Mahmoud al Aloul, Tawfiq Tirawi, y Majed Faraj.
Todos entienden que un intento de Occidente con apoyo israelí de plantar Dahlan a la fuerza podría resultar en un baño de sangre. Dahlan está dejando Gaza para la segunda etapa, esperando que después de ver cómo mejora Cisjordania, querrán duplicar su modelo. Está planeando poner en práctica todo lo que ha aprendido en el Golfo: establecer una democratización, es decir, una regla única centralizada que permita una buena vida, una amplia reforma económica, inversiones en infraestructura, inversiones en industrias innovadoras, turismo, banca, etc. “Los Estados del Golfo tienen petróleo”, le reta su oposición; “Pero Cisjordania y Gaza pueden ser, junto con Israel, un destino turístico popular”, responden sus partidarios.
Si escuchamos pronto sobre “los bandos que se preparan”, no se confundan. No serán bandos políticos, sino milicias armadas que luchan por mantener las políticas tradicionales de los líderes palestinos durante generaciones contra el paracaidismo de un colaborador occidental. ¿Podrá Dahlan tomar el liderazgo en Ramallah sin que se dispare una sola bala, o tendremos que ver una guerra civil palestina? De cualquier manera, la cuenta atrás ha comenzado.