Louis Kahn, reconocido arquitecto, tuvo una relación distante con su herencia judía, pero diseñó importantes sinagogas y monumentos conmemorativos del Holocausto durante el siglo XX. Por su parte, Marcel Breuer, diseñador húngaro formado en la Bauhaus, dejó de lado su judaísmo en Alemania, antes de destacar en Estados Unidos con su estilo brutalista, que con el tiempo pasó de admirado a criticado.
Aunque ninguno de los dos es nombrado explícitamente, la película The Brutalist aborda su legado. La obra sigue a László Tóth, un arquitecto sobreviviente del Holocausto interpretado por Adrien Brody, en su misión de construir una estructura monumental en los suburbios de Filadelfia. Su historia refleja la vida de destacados arquitectos judíos del siglo pasado, quienes inspiraron al director Brady Corbet en la creación de este personaje ficticio.
Corbet, de 36 años, explicó que su objetivo no era crear una película sobre el judaísmo, sino sobre arquitectura. “La historia podría ubicarse en cualquier lugar y tratar sobre cualquier persona”, afirmó durante una presentación en el Festival Internacional de Cine de Chicago. No obstante, subrayó la importancia de plasmar con precisión los detalles históricos, dado que los personajes son judíos de Europa del Este.
El guionista y director mostró un especial interés en el brutalismo, movimiento arquitectónico que prioriza superficies ásperas y concreto expuesto. Según Corbet, este estilo ha sido marginado y asociado a grupos considerados indeseados, convirtiéndose en una metáfora de aquellos que alguna vez lograron prominencia, pero luego fueron rechazados.
A pesar de la controversia que rodea al brutalismo, The Brutalist ha sido ampliamente elogiada. La película debutó en el Festival de Venecia, donde Corbet ganó el premio al mejor director. También ha recibido galardones en Nueva York y Chicago, y acumulado múltiples nominaciones a los Globos de Oro. En Hollywood se anticipa que sea una fuerte candidata al Oscar, especialmente para Brody, quien interpreta gran parte de su papel en húngaro.
Con una duración de tres horas y media, que incluye un intermedio, la película combina alcance épico y detalles íntimos. Una imagen de la boda de László en Hungría, bajo un portal con letras hebreas, conecta la narrativa con su pasado y su esfuerzo por reunir a su familia sobreviviente en Estados Unidos. The Brutalist se perfila como una obra destacada que explora la compleja relación entre el arte, la identidad y la memoria histórica.
The Brutalist: desafíos técnicos y reflexión sobre la experiencia judía
La proyección de The Brutalist tal como Brady Corbet la concibió podría ser limitada. Para recrear la atmósfera de la época, el director utilizó VistaVision, un formato de película extinto con un campo de visión amplio y detalles nítidos. Ha alentado a los espectadores a buscar los pocos cines capaces de proyectarla en 35 mm o 70 mm.
El filme aborda temas complejos en un momento de incertidumbre para los judíos estadounidenses. Explora el Holocausto, el antisemitismo, los peligros de emigrar a Estados Unidos, la exclusión de judíos de la élite global y debates en torno al sionismo temprano. Al inicio, László descubre que un primo ha intentado ocultar su identidad judía; más adelante, tras varios reveses, un familiar lo sugiere emigrar a Israel.
Esta película se suma a otras producciones de interés judío destacadas en esta temporada, como A Real Pain, de Jesse Eisenberg, una comedia dramática sobre el Holocausto; September 5, que aborda la masacre de Múnich 1972; The Order, sobre el asesinato de un locutor judío en 1984; y A Complete Unknown, una biografía de Bob Dylan.
Aunque inicialmente se acordó una entrevista con el equipo de producción, A24, la distribuidora de The Brutalist, canceló las conversaciones el día previo y no respondió a solicitudes para reprogramarlas. No obstante, Corbet compartió reflexiones sobre la película durante su presentación en Chicago dos meses antes.
El director destacó su interés por la percepción de lo desconocido, ya sea un edificio de estilo novedoso o una persona con tradiciones y orígenes diferentes. Recordó que los nazis cerraron la Bauhaus, cuna del brutalismo y formadora de arquitectos judíos como el ficticio László.
El rechazo al brutalismo coincidió con el uso de la memoria del Holocausto en obras de arquitectos judíos tras la guerra, según Gavriel D. Rosenfeld en su libro Building After Auschwitz. Sin embargo, la película trasciende el Holocausto. László, junto con Erzsébet y Zsófia, enfrenta lo que implica ser judío en su nuevo hogar, tanto antes como después de reunirse con su familia en Estados Unidos.
The Brutalist: tensiones y matices en una narrativa cargada de simbolismo
El nuevo hogar de László en Estados Unidos parece estar impregnado de un antisemitismo disfrazado de cordialidad. Un ejemplo es su benefactor, Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), un industrial adinerado que lo contrata para construir un centro comunitario con iglesia incluida. Aunque en apariencia admira a László, gradualmente se revela un trasfondo inquietante. El hijo de Harrison deja escapar comentarios como “Os toleramos”, presagiando la revelación completa de su hostilidad en el brutal tercer acto de la película.
Esta compleja dinámica, en la que los personajes judíos lidian con comentarios ambiguos de sus benefactores no judíos, resonará con aquellos que han enfrentado microagresiones en espacios públicos. En paralelo, las opiniones del elenco también han generado controversia. Pearce, un defensor vocal de los palestinos, expresó recientemente inquietudes sobre la influencia de Hollywood, aunque evitó aclarar sus declaraciones cuando fue cuestionado por Vanity Fair.
Para Corbet, las tensiones entre los personajes trascienden la religión. Explicó en Chicago que, cuando alguien depende de otro, la relación nunca es equitativa. Según él, esta situación obliga a muchos, incluido László, a soportar dinámicas éticas incómodas, como reír ante bromas intolerantes para conservar un empleo.
László, quien asiste ocasionalmente a la sinagoga, no es particularmente religioso, algo que Corbet asocia con la naturaleza obsesiva de los artistas, quienes, según él, rara vez tienen espacio en sus vidas para la devoción religiosa. Sin embargo, The Brutalist sí permite explorar diferentes facetas del judaísmo, especialmente en su epílogo, donde un giro argumental sintetiza gran parte del legado de László en pocas líneas de diálogo.
Corbet reflexionó sobre los monumentos radicales y extremos en diversas partes del mundo, como Chicago, Lituania, Nueva York e Israel, que han influido en su trabajo. Comentó que estos representan tanto el minimalismo como el maximalismo, encapsulando la esencia del brutalismo, un estilo que considera ideal para transmitir el espíritu de su película.