El 13 de mayo de 2020, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo aterrizó en Israel para una visita de ocho horas. Su viaje atrajo mucha atención, no solo porque fue muy breve sino porque ocurrió en medio de la pandemia del coronavirus, cuando los viajes diplomáticos se habían detenido.
¿Por qué hizo Pompeo el viaje en medio de la crisis? Para enviar un mensaje a Israel sobre China, con la que los Estados Unidos está compitiendo por la hegemonía. La República Popular no fue el único tema de discusión de Pompeo con el Primer Ministro Netanyahu, la aplicación de la ley israelí en partes de Judea y Samaria, e Irán también estaban en la agenda; pero su principal foco de atención fue China, según se informa.
El portavoz de la embajada china en Israel publicó una dura respuesta a la visita de Pompeo, rechazando los intentos estadounidenses de criticar la postura de Pekín, tanto en el contexto del coronavirus como en lo que respecta al desarrollo de sus relaciones con Israel. Afirmó que la cooperación chino-israelí beneficiaba a ambas partes e instó a los “amigos judíos” de China a derrotar el “virus político” junto con el coronavirus y “elegir la opción que mejor sirva a sus intereses”.
Israel se encuentra atrapado entre dos gigantes, cada uno de ellos tiene muchos y variados intereses en todo el mundo. Si bien es comprensible que Israel se acerque a su antiguo aliado estadounidense, no desea desentenderse de su nueva relación con China, la segunda potencia económica del mundo. Parece que se está cerrando la ventana de oportunidad en la que Israel puede tener relaciones con ambos países sin una interferencia significativa de ninguno de ellos.
La crisis del Falcón de 1999, durante la cual Israel se retiró de un acuerdo que había firmado con China para venderle un sistema israelí de radar aerotransportado, ofrece una visión de la situación actual de Israel. Esa crisis socavó las relaciones diplomáticas entre China e Israel durante algún tiempo, aunque finalmente se reanudaron y, de hecho, florecieron dentro de sus límites (es decir, sin relaciones militares). La razón de la moderada ira inicial de China causó una disculpa israelí y el pago de una compensación que le ayudó a no rebajarse.
Pekín también entendió que la cancelación del acuerdo fue incitada por los Estados unidos, no por Israel, que de hecho salió perdiendo. A pesar de que la cancelación fue costosa para este último, era necesario preservar la salud de las relaciones estratégicas de Jerusalén con Washington.
Hoy, como en 1999, Israel debe acceder a los deseos estadounidenses. Por supuesto, dos semanas después de la visita de Pompeo, IDE Technologies, una empresa israelí, fue anunciada como la ganadora para una licitación en la construcción de una gran planta de desalinización israelí, dejando fuera a la empresa china Hutchison Whampoa.
Las relaciones de Israel con los Estados Unidos son críticas, pero deben mantenerse de tal manera que se minimice el daño a las relaciones israelíes con China. Esto significa evitar situaciones en las que los chinos se sientan humillados. Las relaciones entre Israel y China no compiten con las relaciones entre Israel y los Estados Unidos, pero son valiosas y ventajosas, e Israel no debería renunciar a ellas por completo.
Jerusalén debe dejar claro a Washington que Israel está eligiendo a los Estados Unidos, pero también debe aclarar a China que no tiene más remedio que aceptar las demandas de los estadounidenses, dada la dependencia de Israel de ese país. Además, Israel debería reiterar a Pekín lo mucho que valora su relación y espera desarrollarla aún más y puede ofrecerse a establecer un canal tranquilo para el diálogo entre los Estados Unidos y China, que podría funcionar en beneficio de todas las partes.