Durante años, Estados Unidos se ha opuesto firmemente a la construcción y posterior apertura del gasoducto Nord Stream 2, que discurre bajo el mar Báltico para conectar directamente a Alemania, y por tanto a la Unión Europea (UE) en su conjunto, con las considerables reservas de gas natural de Rusia.
Aunque el gasoducto, de 11.000 millones de dólares, está terminado, aún no se ha puesto en marcha debido a los contratiempos relacionados con la naturaleza extremadamente controvertida de su construcción. Los defensores del gasoducto sostienen que es esencial para el suministro energético de Europa, como demuestra la actual crisis energética del continente.
Los que se oponen, con Estados Unidos a la cabeza, sostienen que el proyecto no solo perpetuará la dependencia de la región de los combustibles fósiles que se calientan en el mundo, sino que además el gasoducto comprometerá en gran medida la seguridad energética de la UE y aumentará peligrosamente la dependencia de la región respecto a Rusia, dando a Moscú un enorme poder geopolítico.
Oponerse al gasoducto Nord Stream 2 fue uno de los raros puntos en común que compartieron las administraciones de Obama y Trump, y la administración de Biden siguió inicialmente el ejemplo y anunció sanciones contra cualquier empresa que participara en la realización del proyecto, pero luego decidió renunciar a esas sanciones en mayo en un supuesto intento de mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Alemania. Sin embargo, aunque el oleoducto ya se ha completado, aún no ha obtenido la aprobación final de Alemania para comenzar a funcionar.
Ahora, Rusia tiene más poder de negociación que nunca para conseguir la aprobación del oleoducto y aumentar su alcance geopolítico en Europa. A medida que la economía europea ha vuelto a la vida tras el bloqueo y la gente retoma la vida habitual después de la pandemia, la demanda de energía ha superado con creces la oferta, lo que ha provocado una grave crisis energética y el consiguiente aumento de los precios en toda la UE. Los precios regionales de referencia de la energía ya se han disparado hasta casi un 500% solo este año, y es probable que solo empeoren a medida que el hemisferio norte se adentre en los meses más fríos del invierno, cuando la demanda de energía suele aumentar considerablemente.
Todo esto ha sido sin duda música para los oídos de Moscú, que ya suministra casi la mitad del gas natural de la UE y nada le gustaría más que monopolizar ese mercado. A medida que la crisis energética europea se ha intensificado, Moscú no ha aumentado su suministro para satisfacer la demanda de la región, en una medida que muchos expertos han interpretado como una forma de “chantaje energético” para obligar al gobierno alemán a dar luz verde al Nord Stream 2.
Ahora, en el último acontecimiento del drama entre Rusia y Europa, Moscú se ha ofrecido finalmente a aumentar su suministro de gas natural a la región con problemas de energía. El miércoles, Vladimir Putin anunció que Rusia ayudaría a estabilizar el suministro y los precios de la energía en toda Europa, lo que ha llevado a los precios de la energía a una montaña rusa y ha hecho que los analistas energéticos den la voz de alarma de que Europa es más vulnerable que nunca a la influencia rusa.
“Europa se ha convertido en rehén de Rusia en lo que respecta al suministro de energía”, afirmó el miércoles Timothy Ash, estratega principal de mercados emergentes de Bluebay Asset Management, en una nota de investigación. “[Está] clarísimo que Rusia tiene a Europa (la UE y el Reino Unido) en una situación de bloqueo energético, y Europa (y el Reino Unido) son demasiado débiles para llamarla y hacer algo al respecto”, escribió, antes de poner un punto más fino: “Europa se está acobardando porque teme que, a medida que se acerca el invierno, Rusia siga apretando las tuercas (de los gasoductos energéticos) y permita que se congele hasta que se salga con la suya y se certifique el NS2”.
La creciente dependencia de Moscú no es solo un peligro geopolítico: el aumento de la demanda de combustibles fósiles también supone una grave amenaza para los objetivos climáticos. Europa no solo ha recurrido a Moscú para obtener gas natural, sino que también ha estudiado la posibilidad de almacenar carbón para el invierno. China y la India también se enfrentan a sus propias crisis energéticas. China ha sufrido incluso apagones en las últimas semanas, ya que Pekín se esfuerza por satisfacer la demanda. Esto ha hecho que la demanda de carbón se dispare en un momento en el que el mundo necesita dejar de quemar carbón. En definitiva, estas crisis energéticas en todo el mundo demuestran hasta qué punto seguimos dependiendo de los combustibles fósiles para reforzar nuestra seguridad energética, y el enorme poder que esto otorga a los principales actores energéticos, como Rusia, creando un peligroso y delicado (im)equilibrio geopolítico.