La crisis energética de Europa continúa, ya que los volúmenes de almacenamiento de gas se han reducido a mínimos de 10 años. Un posible invierno duro podría provocar una grave escasez de energía y el posible cierre de grandes sectores de la economía.
Aunque el debate principal se centra actualmente en el posible papel de Rusia en la crisis energética, una nueva narrativa podría ocupar pronto los titulares. En un movimiento sorprendente, el gobierno holandés ha indicado que en una situación de grave escasez de suministro, el campo de gas de Groningen, el mayor campo de gas terrestre de Europa, podría reabrirse parcial y temporalmente. Parece que el término Enfermedad Holandesa podría adquirir un nuevo significado, pasando de ser la paradoja de un Estado rentista que padece abundantes recursos a una muestra de la falta de realismo de Europa en lo que respecta a los riesgos de la transición energética y las actuales competencias del mercado.
El ministro holandés Stef Blok ha indicado que está estudiando la posible reapertura del yacimiento de Groningen, en concreto de cinco pozos, especialmente el de Slochteren, según ha indicado Johan Attema, director de la Asociación de Energía Eléctrica de los Países Bajos (NAM), la operadora del yacimiento de Groningen. La reapertura del campo, incluso en caso de emergencia o crisis energética, es políticamente controvertida.
Hasta hace poco, el plan era que Groningen se cerrara por completo en 2023, lo que pondría fin a la producción y exportación de gas a gran escala por parte de los Países Bajos de forma fulminante.
Los medios de comunicación holandeses especulan con la posibilidad de que el ministro Blok solicite la reapertura del yacimiento de Groningen, una decisión que debe tomarse antes del 1 de octubre. Si el ministro decide cambiar los actuales planes de cierre, toda la debacle de Groningen, según algunos, se prolongará. Está claro, viendo la deplorable situación actual del sector energético europeo, que Groningen sigue siendo necesaria. La actual crisis energética podría tener graves consecuencias para las economías y el bienestar de los Estados miembros de la UE, cambiando las narrativas en Bruselas y en las respectivas capitales europeas.
La falta de suministro de gas natural por parte de Rusia (o la voluntad política de suministrar más), la dificultad de aumentar rápidamente las importaciones de gas noruego o de otros gases, está poniendo en peligro la situación energética de Europa. Al mismo tiempo, está sobre la mesa el posible cierre de varias industrias europeas que hacen un uso intensivo de la electricidad, como las de fertilizantes, productos químicos y producción de acero/aluminio.
Los líderes políticos tendrán que enfrentarse a las implicaciones directas del aumento de la factura energética o de los posibles déficits energéticos para los consumidores y la industria. Ambas cosas podrían provocar protestas o derrumbes políticos durante las próximas elecciones. Se está debatiendo ampliamente la amenaza de una crisis energética, pero no hay soluciones reales, salvo la bajada de impuestos. Debido al aumento de los costes energéticos, un posible nivel de precios récord de 100 MMBtu o 250 dólares por barril de crudo equivalente es una muy mala noticia para los políticos, especialmente en los Países Bajos, Alemania, Francia y el Reino Unido.
Sin embargo, no está claro si los políticos europeos son conscientes del papel que sus propias políticas han desempeñado en la creación de esta crisis. Incluso con la reanudación parcial del yacimiento de Groningen, que podría aliviar parte del dolor en Europa Occidental, hay un problema mayor que debe abordarse.
Al abrir el mercado del gas a la liberalización, sin dar las herramientas necesarias a las partes, e impulsar un mercado al contado, se introdujo la inestabilidad en el sistema. Los poderes geopolíticos siguen en juego, mientras que las empresas de servicios públicos y los proveedores europeos han visto poco apoyo de sus gobiernos.
Al mismo tiempo, cuando se desecharon los contratos a largo plazo con Rusia, indexados al precio del petróleo, muchos no entendieron que esto podría significar la entrega de plenos poderes de mercado a las empresas no estatales, como Gazprom. Putin lo ha celebrado, sabiendo que se le ha entregado la llave de los mercados europeos, con la opción de manipular los fundamentos y los precios al mismo tiempo. Mientras tanto, Europa no ha conseguido diversificar suficientemente el suministro.
Los líderes europeos deben reconsiderar desesperadamente su posición ante el suministro de gas ruso y el futuro papel de NordStream 2, que sigue amenazado por las sanciones de Estados Unidos y la oposición de Europa del Este.
Sin embargo, parece que el líder ruso Vladimir Putin tiene todas las cartas en la mano en lo que respecta al gas natural en Europa. Sin un aumento sustancial del suministro de gas natural a Europa, los consumidores y la industria podrían enfrentarse a un invierno de descontento. La estrategia de diversificación del suministro de gas en Europa ha sido un fracaso, no solo por las tácticas y reglamentos de la UE, sino también por el énfasis unilateral que se está poniendo en una rápida transición energética, la desinversión en hidrocarburos y las inversiones a gran escala en energías renovables, sin darse cuenta de que la columna vertebral del sistema económico europeo sigue siendo el combustible de hidrocarburos.
La situación actual muestra un hecho principal: el éxito de la transición energética no se basa en un enfoque unilateral. Al confiar demasiado en las energías renovables, el mercado se desestabilizó, pero los políticos y otros no quisieron admitirlo. La desestabilización podría y debería evitarse, reconociendo el hecho de que en un futuro previsible los hidrocarburos, incluido el carbón, desempeñarán un papel importante en el mercado energético europeo.
Al mismo tiempo, los políticos europeos también deberían reconocer que, sin hidrocarburos, no solo se ve amenazado el suministro de energía, sino que la economía de los hidrocarburos se resiente. La mayoría aún no lo entiende del todo, pero sin hidrocarburos, especialmente gas natural y petróleo, la alimentación y otros sectores primarios se verán muy afectados. Ya se han registrado los primeros cierres de empresas de fertilizantes y de acero.
Bruselas, Londres, Berlín, e incluso La Haya, deberían empezar a cambiar su enfoque sobre la energía y la economía del futuro. Los políticos deberían empezar a escuchar a los analistas del mercado que han estado advirtiendo de una alteración de los mercados energéticos. La estrategia energética europea a largo plazo debería reconocer la posición de los hidrocarburos como columna vertebral y, al mismo tiempo, invertir en opciones renovables. Las inversiones en almacenamiento, suministro diversificado y producción nacional son cruciales. Sin ellas, gigantes del suministro como la Rusia de Putin tienen todas las de ganar.