Según el estudio anual del Instituto Nacional de Seguros, publicado a principios de este mes, dos millones de israelíes viven en la pobreza. Más de una quinta parte de los israelíes viven por debajo del umbral de pobreza, lo que supone un aumento del 0,5%, del 20,5% al 21%, con respecto al año anterior.
Esta preocupante cifra confirma el patrón negativo de aumento de las tasas de pobreza en la nación durante los diez años anteriores. Existe una preocupación legítima de que la clase media pueda desintegrarse y la brecha de la pobreza aumente como consecuencia del aumento del coste de la vida en Israel.
Israel tiene una de las tasas de pobreza más altas entre las naciones ricas, y ocupa el segundo lugar, después de Costa Rica, en las estadísticas de pobreza de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). En Israel, la pobreza está desigualmente distribuida, es significativamente mayor en la periferia socio-geográfica, y aún más prevalente entre la población árabe y ultra-religiosa.
Pero la pobreza no toma partido. No le importa el género, el tono de piel o la afiliación religiosa. Ataca siempre, en todas partes y contra todos los que puede. La justicia es la antítesis de la pobreza. El hambre, la angustia y la agonía de la pobreza engendran ignorancia y violencia, que la sociedad israelí trata a diario en hospitales, escuelas y calles.
La forma de combatir la desigualdad y reducir la pobreza es ampliamente reconocida por quienes ocupan puestos de autoridad. Para ayudar a los trabajadores con bajos ingresos a integrarse de forma significativa en la población activa, es necesario invertir públicamente en el desarrollo de aptitudes laborales y apoyo. Estas son las iniciativas más cruciales que la actual administración debe impulsar.
Los responsables de la toma de decisiones deben despertar y darse cuenta de que los empleos mal pagados no hacen sino aumentar las diferencias entre los grupos desfavorecidos y contribuyen poco a acabar con el ciclo de la pobreza. El papel del gobierno es animar a los que deciden trabajar y ayudarles a ganar salarios sustanciales que les abran nuevas oportunidades.
Infraestructura gubernamental innovadora
En 121 nos esforzamos mucho por cumplir esta misión. Queremos construir un sistema gubernamental de vanguardia que proporcione una educación de primera categoría patrocinada públicamente. Numerosas personas con salarios bajos y desempleados se beneficiarán de la variedad de oportunidades de desarrollo profesional de los cursos.
Además, la inversión en educación temprana, desde el nacimiento hasta los tres años, es necesaria si el gobierno desea atajar la pobreza en su origen. Según las investigaciones, los tres primeros años de existencia de un niño son cruciales para el desarrollo de sus capacidades cognitivas, mentales y motoras. La inversión en educación temprana es crucial porque puede ayudar a reducir las diferencias sociales en el futuro.
Tenemos la responsabilidad moral de preparar a los profesores encargados de instruir a los bebés y niños pequeños y de proporcionarles las competencias y los recursos que necesitarán para impartir una enseñanza de alta calidad. Al mismo tiempo, hay que aumentar el sueldo de los educadores para atraer a más trabajadores cualificados al sector.
Por último, el gobierno israelí debe encontrar la manera de mantener a los ancianos. Muchos viven en la pobreza y no tienen pensión. Los repartos pueden hacerse de forma inteligente y diferente para que quienes más las necesitan reciban más.
Se pueden reducir los costes y beneficiar a los necesitados. Al fin y al cabo, las personas mayores no deberían tener que elegir entre alimentos y medicinas en una nación rica e industrializada como Israel.
Si nos lo proponemos, las brechas pueden cerrarse y la pobreza no es un estado predestinado. Instamos a los responsables políticos a que dejen de perder el tiempo. Debemos empezar a promover la educación de nuestros hijos e intentar cerrar las brechas sociales en Israel tras muchos años de elecciones e inactividad social y económica.