La OPEP+ adoptó esta semana una medida inusual tanto en su propio seno como en el de la OPEP. El cártel ampliado acordó una reducción de la producción de 2 millones de bpd en un periodo de demanda estable, oferta limitada y alta inflación en las mayores economías del planeta. Y lo que es más importante, la OPEP+ tomó esta decisión a pesar de los reiterados esfuerzos de Washington por influir en los líderes del cártel, especialmente en Arabia Saudita y los EAU.
Solo un día antes de la conferencia de la OPEP+, la CNN afirmó que la administración había desplegado todos sus recursos humanos, y que la Casa Blanca, según un funcionario no identificado, “tuvo un espasmo y entró en pánico”.
A destacados funcionarios como Amos Hochstein y Janet Yellen se les encomendó disuadir a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos de recortar la producción. Los temas de conversación incluían una advertencia no del todo tenue de que seguir adelante pondría en peligro políticamente su reputación y sus relaciones con Occidente y Estados Unidos. Pero eso es exactamente lo que hicieron los saudíes y los emiratíes. Siguieron adelante.
Los comentaristas se apresuraron a señalar que la acción era una bofetada en la cara de Occidente en su conjunto y de Estados Unidos en particular. Occidente necesita actualmente petróleo más barato que cualquier otra región, ya que la Unión Europea ha impuesto un embargo al crudo y los combustibles rusos y la administración demócrata estadounidense necesita gas asequible antes de las elecciones de mitad de mandato para tener una posibilidad siquiera remota de conservar la mayoría de su partido en el Congreso.
En una conferencia de prensa posterior a la reunión de la OPEP+, el ministro de Energía de Arabia Saudita, el príncipe Abdulaziz bin Salman, acusó a Reuters de informar de manera inexacta, se negó a responder a las preguntas de la organización y esencialmente desestimó las afirmaciones hechas por Hadley Gamble de CNBC de que la OPEP+ se estaba poniendo del lado de Rusia y armando el petróleo en un momento en que la economía mundial lo necesitaba. Fue una afirmación simbólica de un cambio significativo en la alineación geopolítica.
En otras palabras, la OPEP+ demostró descaradamente que puede hacer lo que considere necesario para salvaguardar sus propios intereses, incluso si esto significa trabajar en contra de los intereses de su aliado tradicional más importante.
Los Estados Unidos y sus aliados occidentales deben prestar atención, según Javier Blas, de Bloomberg, que lo afirmó en un artículo de opinión escrito tras la reunión. Washington, Londres, París y Berlín no tienen ningún aliado dentro del grupo OPEP+, lo que constituye una primicia en la historia energética moderna.
Aunque estos acontecimientos están indudablemente interconectados, se podría afirmar que este cambio geopolítico es más significativo para el futuro del mundo que el conflicto de Ucrania.
Arabia Saudita ya ha expresado su deseo de unirse al grupo BRICS, lo que es casi seguro una declaración de apoyo a la alianza entre Rusia y China. Su aliado interno más cercano, los Emiratos Árabes Unidos, suele seguir la política exterior de Riad, por lo que apoya esta ruptura con Occidente y el estrechamiento de lazos con un grupo muy literal que simboliza una parte importante del PIB mundial.
Por decirlo de forma sencilla y sin rodeos, el segundo mayor productor de petróleo del mundo, después de Estados Unidos, se pone del lado del enemigo y da la espalda a sus antiguos aliados geopolíticos. Puede sonar como una amenaza en ese tema de conversación del equipo principal de Biden mencionado anteriormente, pero ¿qué forma tomaría específicamente esa amenaza?
La reacción ha sido bastante general hasta ahora. El presidente Biden expresó su decepción por la miope decisión de la OPEP+ de recortar las cuotas de producción en una declaración oficial el miércoles, amenazando con tomar medidas para “reducir el control de la OPEP sobre los precios de la energía”.
La única forma de reducir la influencia de la OPEP sobre los precios de la energía sería aumentar la producción nacional, algo que Biden ha prometido que no hará e incluso se ha comprometido a no hacer. Sin embargo, esto reduciría el número de opciones disponibles para una reacción, como detener el suministro de armas a Riad.
De hecho, en respuesta a la decisión de reducción de la producción de la OPEP+, algunos demócratas del Congreso ya han pedido una fuerte reducción del suministro de armas al Reino. Sería un reto vender tal decisión, ya que hacerlo enfadaría mucho al complejo militar-industrial con la Casa Blanca.
Además de detener el suministro de armas a Arabia Saudita, las campañas de presión política son otra opción. Algunos en las redes sociales bromean diciendo que es cuestión de tiempo que Washington se dé cuenta de la falta de democracia y de las violaciones de los derechos humanos en el reino del desierto.
Aparte de esto, no hay mucho que Washington pueda hacer para “castigar” a Riad, que lidera la OPEP y es colíder de la OPEP+ con Moscú. Dada la importancia de Arabia Saudita como productor de petróleo en un momento en que Occidente experimenta una escasez de energía, la imposición de sanciones probablemente no sería una medida acertada. La coacción no ha funcionado y, al menos de momento, no parece que vaya a funcionar en el futuro.
Cada vez parece más prudente mantenerse al margen de este asunto para evitar un mayor distanciamiento con antiguos amigos, lo que podría tener un impacto negativo en la economía estadounidense y no solo en términos de reputación. Después de todo, Arabia Saudita es el tercer exportador de crudo a Estados Unidos.