Los estudios sísmicos de Rosgeologia y otros trabajos relacionados desde los años 70 hasta ahora indican que hay al menos 513.000 millones de barriles de petróleo y gas equivalente en la Antártida, y Moscú ha puesto sus ojos en el continente menos explorado del mundo
Dada la marcha que ha tomado sobre todos los demás en la exploración y desarrollo de los recursos de petróleo y gas en la región del Ártico, no debería sorprender a nadie que sepa algo de la despiadada determinación de Moscú de hacer exactamente lo mismo en la otra punta del mundo, la Antártida.
Según un anuncio de la semana pasada, la empresa estatal rusa de estudios geológicos, Rosgeologia, llevó a cabo un nuevo e importante estudio sísmico en el Mar de Riiser-Larsen, frente a la costa de la Tierra de la Reina Maud de la Antártida a principios de este año. Además, Rosgeologia declaró inequívocamente que realizó este estudio de 4.400 kilómetros -el primer estudio sísmico realizado en la zona por Rusia desde finales de los años noventa- con el propósito expreso de “evaluar el potencial de petróleo y gas en alta mar de la zona utilizando la tecnología más avanzada”.
Curiosamente, en una especie de risa irónica para aquellos que han tenido algún trato serio con Rusia bajo el presidente Vladimir Putin, hay quienes citan todo tipo de razones por las que tales planes no pueden seguir adelante al menos durante los próximos años. Es de suponer que estas personas estaban dormidas cuando Rusia entró en Crimea, o Georgia, o se las arreglaron unilateralmente para cambiar el estatus del Caspio de un lago a un mar con el fin de estafar a Irán con billones de dólares de ingresos, y probablemente creen que los glotones también son buenas mascotas. No obstante, estos inocentes citan el Tratado Antártico de 1959 (firmado por 53 países distintos) que, a diferencia de los tratados que rigen el Ártico (que permiten la exploración y el desarrollo de hidrocarburos), supuestamente protegen los recursos minerales de la Antártida en general, incluidos los posibles yacimientos de petróleo y gas en particular.
Según el Tratado, los siete países con una reivindicación específica en la Antártida -Argentina, Australia, Chile, Francia, Nueva Zelandia, Noruega, Reino Unido (no Rusia, cabe señalar)- se limitan a la mera investigación científica no militar en la región. Rusia (y los EE.UU.), no obstante, han construido instalaciones de investigación dentro de las áreas reclamadas por estos otros países (la de Rusia está en la reclamación de Noruega). Es cierto que varios de estos países han realizado con toda probabilidad análisis clandestinos de sus reivindicaciones con el fin de determinar los recursos más valiosos -como el petróleo y el gas- que se encuentran en sus regiones, pero ninguno de ellos ha declarado nunca de forma tan directa que esté buscando depósitos de petróleo y gas para su futuro desarrollo, aparte de Rusia. Teóricamente, la prohibición de la actividad mineral en la Antártida no se renovará hasta el año 2048, sin embargo, dado lo que Rosgeologia ha encontrado hasta ahora, Rusia puede decidir adelantar unilateralmente esta fecha unos 28 años o lo que le resulte más conveniente.
Según los estudios sísmicos de Rosgeologia y otros trabajos conexos realizados desde el decenio de 1970 hasta la fecha, hay por lo menos 513.000 millones de barriles de petróleo y gas equivalentes en la Antártida, aunque todavía no está claro para la empresa si esto se refiere a toda la región o solo a la zona que ha estudiado específicamente hasta ahora. Aunque los ingenuos creen que no se han hecho pruebas exhaustivas específicas para revelar los volúmenes de petróleo y gas -esa es la línea oficial de todos los países al respecto-, las limitadas pruebas que se han hecho para revelarlo han mostrado un enorme potencial.
Además, según varias fuentes de la industria del petróleo y el gas, incluso en Moscú, los rusos: “Tienen buenas razones para creer que hay enormes reservas de petróleo y gas no solo en el área que probaron a principios de este año [en el Mar de Riiser-Larsen y en gran parte de la Tierra de la Reina Maud] sino en toda la región [la Antártida]”, según uno de ellos.
Hay una gran diferencia, por supuesto, entre los recursos totales en el lugar y la tasa de recuperación de un entorno tan difícil, pero eso nunca se ha interpuesto en el camino de Rusia antes, especialmente cuando se tienen en cuenta todos los demás minerales extraíbles y extremadamente valiosos que también pueden estar allí, si los resultados del Ártico son algo a tener en cuenta. Estos podrían incluir oro, plata, diamantes, cobre, titanio, uranio y elementos de tierras raras. Además, Rusia ha estado a la vanguardia de estas exploraciones del Ártico – con gran éxito – desde entonces, incluyendo la famosa colocación de su bandera en el fondo del mar bajo el Ártico en 2009. Desde entonces, los gigantes estatales, Rosneft, Gazprom Neft y el ingenioso Novatek de estilo occidental, han estado al frente de todas las operaciones en el Ártico, con cientos de miles de millones de proyectos actuales y potenciales a la vista. El objetivo sigue siendo que el petróleo del Ártico represente entre el 20% y el 30% de toda la producción rusa para 2050.
Habida cuenta de los crecientes casos de colaboración de Rusia con China para lograr resultados financieros y geopolíticos más amplios, tampoco es sorprendente la creciente presencia de China en el juego antártico. Se trata de una prolongación natural de la presentación por parte de China en 2018 de su primer libro blanco oficial sobre la política del Ártico, en el que dice que alentará a las empresas a construir infraestructuras y a realizar viajes comerciales de prueba, allanando el camino para las rutas marítimas del Ártico que formarán una “Ruta de la Seda Polar”. Esto siguió a que China se convirtiera en un “miembro observador” del Consejo del Ártico en 2013. Sin embargo, incluso antes de eso, China había estado construyendo nuevas “estaciones de investigación científica” en la Antártida desde 1983, momento en el que, de manera ominosa para todos, firmó el mencionado Tratado Antártico de 1959. En este contexto, China encargó el primero de su nueva gama de buques rompehielos a principios de 2016 – el Haibing 722 – que es eminentemente capaz de soportar los vientos de fuerza 12 que se encuentran en el Océano Austral y más allá, tiene un alcance de 7.000 millas, y cuenta con una plataforma de aterrizaje adecuada para grandes helicópteros de transporte.