Tras un paréntesis de varias décadas, la guerra ha vuelto a estallar en Europa, recordándonos a todos que las escenas que estamos acostumbrados a ver en las regiones maltrechas de Oriente Medio o en los países en desarrollo también pueden aparecer en el viejo continente. La presente guerra tendrá muchas consecuencias, sobre todo para los mercados energéticos europeos y mundiales.
Rusia es uno de los mayores proveedores de gas a Europa Occidental y literalmente “controla la válvula” que calienta las casas en invierno e impulsa la industria en Europa. Alrededor del 40 % del suministro de gas de Europa procede de Rusia. Del mismo modo, alrededor del 27 % de las importaciones de petróleo crudo de Europa -aproximadamente 6 millones de barriles al día- proceden de Rusia.
En una conferencia de prensa, la declaración del presidente estadounidense de que su país boicoteará el gas de Rusia y prohibirá las importaciones llevó a Gran Bretaña a sumarse al boicot; junto con la suspensión del proyecto Nord Stream 2 -el gasoducto de Rusia a Alemania-, Occidente intenta ejercer una presión insuperable sobre el presidente ruso Vladamir Putin para que detenga la guerra que declaró a Ucrania.
Todos tenemos claro que Occidente necesitará encontrar nuevas fuentes de energía para dar calor a sus ciudadanos durante el invierno y poner en marcha la industria y la economía, sin depender del gas ruso. La UE ya ha declarado que para finales de año la dependencia europea del gas ruso se reducirá en dos tercios. Los europeos planean obtener un tercio de este ahorro de otras fuentes de gas – incluyendo Israel. El otro tercio se obtendrá mediante algunas medidas inmediatas: ampliación del uso de la quema de biomasa, aumento de la producción de energía renovable, reducción del consumo de energía para calefacción en los sectores público y privado, mejora del aislamiento térmico de los edificios y mucho más. Las posibles soluciones para la crisis actual responden a la necesidad urgente de aportar soluciones a la crisis climática, que ha saltado a los titulares recientemente tras la Conferencia sobre el Cambio Climático de Glasgow.
Hay que tener en cuenta que el calor -sobre todo el procedente de la combustión de gas- para usos residenciales, la industria, la agricultura y el comercio, comprende aproximadamente el 50 % de todo el consumo final de energía a nivel mundial, frente a solo el 20 % de la energía suministrada a través de las redes eléctricas. La forma de reducir la dependencia del gas de Rusia, por tanto, requiere centrarse en el calor, que hoy en día no suele ser suministrado por la electricidad.
Las empresas israelíes de tecnología climática pueden unirse a los esfuerzos mundiales y europeos para reducir el nivel de consumo de gas de Rusia. Israel cuenta con muchos logros y una importante profundidad tecnológica en todos los aspectos de la energía térmica y solar, y es líder mundial en el uso de la energía solar para el agua caliente residencial. Varias empresas tecnológicas líderes en el campo de la generación y el almacenamiento de energía para calefacción y refrigeración operan actualmente en Israel, como TIGI (sistemas solares térmicos para la producción de energía del calor de procesos industriales), Brenmiller (almacenamiento de energía térmica) y Nostromo, (almacenamiento de energía térmica en frío). Estas y otras empresas pueden ocupar un lugar destacado en el esfuerzo por proporcionar las soluciones tecnológicas que Europa necesitará en los próximos años.
El orden mundial está siendo socavado por las guerras en Europa del Este. Paralelamente, la necesidad de actuar rápidamente para mitigar la crisis climática es cada vez más clara. El mundo tiene la oportunidad de cambiar de marcha en todos los aspectos de las energías renovables y de invertir pensamiento y recursos para inclinar la balanza respecto a nuestra dependencia de las fuentes de energía de la Tierra. Incluso Israel tiene algo que ofrecer.
El autor es el director general de TIGI, proveedor de soluciones de energía renovable para el calentamiento y almacenamiento de agua para usos industriales y comerciales, que ahorran energía y costes de calefacción y reducen las emisiones.