Rusia parece decidida a vender el último barril de petróleo del mundo. Mientras otras superpotencias energéticas y petroestados de todo el mundo se esfuerzan por diversificar sus economías y afianzarse en la floreciente transición energética verde, Rusia se ha negado rotundamente a reducir su dependencia de la industria de los combustibles fósiles y compite por la distinción de ser el último hombre en pie en una industria cuyos días están inevitablemente contados.
Esta estrategia podría dar sus frutos durante años o incluso décadas. Aunque las Naciones Unidas y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático han dado la voz de alarma de que hemos llegado a un punto de no retorno en lo que respecta al calentamiento global, y de que es absolutamente necesario abandonar los combustibles fósiles para evitar los efectos más devastadores del cambio climático, es muy poco probable que se produzca una revolución de este tipo de la noche a la mañana.
Es más que probable que el mundo siga teniendo apetito por cientos de miles de millones de barriles de petróleo, y Rusia estará más que feliz de suministrarlos, al margen del “código rojo para la humanidad” de la ONU. De hecho, a corto plazo esta estrategia podría suponer un impulso considerable para la economía rusa, ya que los competidores se vuelven ecológicos y desaparecen.
Como parte del impulso de Rusia para dominar el futuro de la industria de los combustibles fósiles, el país está aumentando rápidamente sus operaciones en el Ártico. Este plan, preocupantemente, es un doble golpe para el medio ambiente: extraer y trasladar más combustibles fósiles que los expertos ruegan a la comunidad mundial que se mantengan bajo tierra y, al mismo tiempo, explotar uno de los ecosistemas más vulnerables y esenciales del mundo, lo que repercute en todo el planeta.
La cuestión de la perforación y el transporte marítimo en el Ártico es tan controvertida y divisiva que cinco de los seis mayores bancos de Estados Unidos (un grupo que no suele ser conocido por sus inclinaciones ecologistas) se han desprendido completamente de las empresas de perforación en los refugios del Ártico.