El “Gran Robo de Granos” solo recibió su nombre años después. En aquel momento, en el verano de 1972, los responsables políticos estadounidenses ni siquiera sabían que les habían robado.
En una notable hazaña de compra centralizada y coordinada de productos básicos, los comerciantes soviéticos se hicieron con enormes cantidades de grano estadounidense a precios de ganga. Compraron en secreto un número récord de fanegas a los exportadores estadounidenses a precios artificialmente bajos, subvencionados por el gobierno de Estados Unidos.
El episodio encendió un debate de la época de la distensión sobre el “agropoder”, el “petropoder” y el “arma alimentaria”. Los académicos empezaron a estudiar si los Estados podían utilizar de forma fiable los mercados nacionales de productos básicos para inclinar la balanza de la rivalidad entre grandes potencias a su favor, la llamada “arma alimentaria”. Les preocupaba que este incidente demostrara que la Unión Soviética también podía explotar otras ventajas asimétricas de su sistema económico. Y se preguntaban si Estados Unidos podría tomar represalias similares.
Pero el “arma alimentaria” resultó ser una herramienta caprichosa. Los Estados se esforzarían por utilizar los mercados de productos básicos con fines estratégicos. Para Estados Unidos en particular, coordinar su mercado de productos básicos “excedería las capacidades legales del gobierno estadounidense”. Estados Unidos no “gozaba de un control discrecional sobre los recursos alimentarios” y no tenía “ninguna entidad única para canalizar las exportaciones de alimentos”.
Las reservas de productos básicos de la guerra fría eran arsenales impotentes. Manejarlas estratégicamente estaba más allá del poder de los responsables políticos soviéticos o estadounidenses, desde el punto de vista legal, político y logístico. La cuestión que se plantea ahora es si el mercado de productos básicos de China está sujeto a limitaciones similares en una nueva ronda de competencia entre grandes potencias.
Ninguna de las limitaciones que convencieron a los académicos de la inutilidad del “arma alimentaria” a finales de la década de 1970 inhibe a China en la actualidad. En cambio, las tres características principales del mercado chino de productos básicos -su enorme escala, su dirección estratégica y su capacidad de supervisión- hacen que China pueda utilizar el poder de su mercado de un modo que supera la capacidad estadounidense o soviética del siglo XX.
China es el mayor productor, consumidor o exportador del mundo de muchos de los productos básicos más comercializados. Los esfuerzos por reconstruir el contenido exacto de las existencias de China, utilizando los recibos de compra y las estimaciones de los grupos comerciales, ofrecen una imagen incompleta.
China no solo adquiere para consumir. Las grandes compras, que se reflejan en los titulares de las transacciones, ocultan una lógica estratégica. Al evaluar el contenido de las reservas estratégicas de productos básicos de China, se pueden deducir tres objetivos estratégicos.
El primer objetivo es dirigir una estrategia de compra coordinada que llene estas reservas estratégicas. Los compradores estatales de materias primas, como el gigante agrícola Cofco, ejecutan muchas de las operaciones que llenan estas reservas. Esta coordinación se extiende a las materias primas más críticas imaginables. Recientemente, China fusionó tres empresas mineras de tierras raras en un conglomerado estatal, que ahora gestionará el 40% del suministro mundial de tierras raras medias y pesadas.
El segundo objetivo es construir más reservas para aumentar este acervo. El último Plan Quinquenal de China recoge este imperativo. El plan, que traza el curso económico de China hasta 2025, articula específicamente la necesidad de una nueva capacidad de almacenamiento de reservas para satisfacer las aspiraciones de una economía nacional más autosuficiente.
El tercer objetivo es supervisar las fuerzas del mercado que amenazan el poder de las reservas estratégicas. Si el tamaño del mercado chino permite a sus comerciantes de productos básicos tener influencia mundial, y la gestión descendente de las reservas aumenta ese poder de compra, la supervisión reguladora trabaja para garantizar que se esfuerza por alcanzar los objetivos estatales.
En conjunto, la presencia de estas tres características en el mercado de productos básicos de China -tamaño, dirección y supervisión- despiertan el temor a un “arma alimentaria”, especialmente cuando China intenta superar por la fuerza los baches del mercado de productos básicos.
Este otoño, con los precios de los alimentos, la energía y los metales en máximos de la década, los reguladores de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reserva, presidida por un estrecho aliado de Xi Jinping, recibieron órdenes de marcha del Consejo de Estado de China: “examinar las transacciones anormales y las especulaciones maliciosas”. Estos reguladores consideraron que los precios del mineral de hierro y del carbón estaban “completamente divorciados de las realidades de la oferta y la demanda”, por lo que convocaron a las compañías de carbón y delegaron la producción de energía en las empresas estatales. Para controlar la subida vertiginosa del precio del carbón, los mismos reguladores limitaron el precio del carbón a la mitad del precio de mercado y establecieron onerosas tasas para el comercio especulativo, lo que contribuyó a la escasez constante de la cadena de suministro.
En Pekín no existen las limitaciones del siglo XX para el “arma alimentaria”, hecho que probablemente fomente su despliegue. Sin embargo, las mismas características que confieren al mercado chino de productos básicos cierto grado de influencia internacional -tamaño, dirección y supervisión- aumentarán los costes de esgrimir el “arma alimentaria”. En última instancia, el uso de las medidas drásticas como correctivo temporal del mercado producirá nuevas distorsiones, nuevas intervenciones reguladoras y más resultados ajenos al mercado.