“Vergonzoso. En el punto álgido de la batalla contra el coronavirus, siete directores de hospitales públicos se ven obligados a mendigar fondos al gobierno, que se los niega. Pronto traeremos un nuevo tipo de liderazgo a Israel”.
“El gobierno está perdiendo el control. La gente está muriendo. Dejen de jugar a la política y contrólense”.
“La economía está en ruinas, la morbilidad está en un pico alarmante, y todo ello porque el gobierno ha perdido el control y actúa por intereses políticos. Pero podemos eliminar la pandemia de coronavirus. En diez días, muchos israelíes podrían volver a llevar una vida casi normal, y en pocas semanas, Israel podría ser un país verde”.
“Israel debe deshacerse del coronavirus ya que confiar solo en las vacunas es irresponsable. Podemos frenar el COVID muy rápidamente y volver a la vida normal… Y en cuanto al fiasco de Ben Gurion, ¿cuántas variantes y muertes podrían haberse evitado si las pruebas se hubieran administrado como sugerimos?”.
Las anteriores son solo algunas de las declaraciones realizadas por el primer ministro Naftali Bennett desde principios de año y antes de asumir el cargo. La distancia entre sus críticas al gobierno de Netanyahu, aunque sean ciertas en algunos casos, es trágica e inconcebible teniendo en cuenta la disfuncionalidad de su propio gobierno en medio de la cuarta ola de infecciones.
El actual brote está golpeando duramente a Israel, y Bennett está fallando en casi todo lo que había acusado a Netanyahu de no hacer también. Tal vez incluso peor. Durante más de dos meses, el actual gobierno actuó con arrogancia e indiferencia, desoyendo las advertencias y recomendaciones de los altos funcionarios de salud, que instaron al gobierno a tomar medidas inmediatas para que no se produjera otro brote en Israel. En las ocasiones en que el Gabinete del Coronavirus acordó imponer una restricción, ésta entró en vigor una o dos semanas después.
Esta imperdonable toma de decisiones, nada menos que en un momento de pandemia mundial, deja al descubierto que las declaraciones pasadas de Bennett, así como las observaciones de sus compañeros de la Knesset, son pomposas e hipócritas. Muchos de ellos, como el ministro de Asuntos Exteriores, Yair Lapid, también criticaron a Benjamin Netanyahu cuando era primer ministro.
Lapid calificó de “locura” y “fracaso” al gobierno anterior por negarse a proporcionar fondos suficientes a los hospitales cuando los necesitaban. Sin embargo, ahora que está en el poder, su gobierno está haciendo lo mismo. Los directores de los hospitales de todo Israel protestan contra los actuales dirigentes por abandonarlos. ¿Ha hecho Lapid alguna declaración al respecto?
Nada hace estallar la burbuja de un líder que declaró apresuradamente que sabía cómo vencer una pandemia que llegar al poder. Lo mismo ocurre con los antiguos miembros de la oposición, que ahora que están al mando, se han dado cuenta de que están fallando no menos que sus predecesores.
El coronavirus ha dejado al descubierto la hipocresía, las mentiras y las ilusiones de la mayoría de los políticos y, por desgracia, incluso la del Ministerio de Sanidad y las administraciones de los hospitales, todo lo cual nos ha costado hasta ahora la vida de 7.000 israelíes.