Nada ilustra mejor la arraigada antipatía de la administración Biden hacia el Estado de Israel que la filtración de material altamente clasificado sobre el supuesto papel que la inteligencia israelí desempeñó en el asesinato de un terrorista iraní de alto rango.
Durante décadas, Israel y EE.UU. han disfrutado de una relación única de intercambio de inteligencia por la que ambos países comparten el material más sensible sobre sus respectivas operaciones de inteligencia, seguridad y militares.
Pero el arraigado vínculo de confianza que constituye la base de esta relación vital se ha visto seriamente comprometido como resultado de la atroz decisión de la administración Biden de filtrar detalles de la supuesta participación de Israel en el asesinato del coronel Sayad Khodayee, un alto comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) de Irán.
Khodayee, un oficial de 50 años de la Fuerza Quds del CGRI, fue asesinado a principios de este mes cuando dos hombres armados en una motocicleta abrieron fuego mientras estaba sentado en un coche fuera de su casa.
Posteriormente se le identificó como jefe adjunto de la Unidad 840, encargada de llevar a cabo ataques contra objetivos extranjeros, incluso contra Israel. Fuentes de los servicios de inteligencia occidentales afirman que Khodayee fue el responsable directo de los intentos de atentados terroristas contra israelíes, civiles europeos y estadounidenses, así como contra funcionarios gubernamentales de países tan lejanos como Colombia, Kenia, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos y Chipre.
La importancia de Khodayee para la Fuerza Quds quedó reflejada en el hecho de que varios altos mandos del CGRI y de la Fuerza Quds presentaron sus respetos en su funeral en Teherán.
El gobierno israelí, que tiene una política de larga data de no confirmar ni negar su participación en operaciones en el extranjero, se negó a comentar el asesinato, que tuvo lugar en Teherán el 22 de mayo.
Sin embargo, Irán se apresuró a culpar a Israel de llevar a cabo el ataque, y el presidente iraní Ebrahim Raisi afirmó que “las manos de la arrogancia global” -en referencia a Israel y Estados Unidos- eran las responsables.
“Pido a los funcionarios de seguridad que investiguen seriamente el crimen y no tengo ninguna duda de que la venganza contra los criminales por la sangre pura de este honorable mártir es inevitable”, dijo.
El portavoz del CGRI, Ramazan Sharif, dijo que el asesinato de Khodayee reforzaría su determinación de “defender la seguridad, la independencia y los intereses nacionales y de enfrentarse a los enemigos de la nación iraní”.
La opinión de Irán de que Israel estaba detrás del tiroteo se habrá visto reforzada, además, por la filtración de información clasificada por parte de la administración Biden en la que se afirmaba que Israel era responsable del ataque.
Según un informe detallado sobre la matanza publicado en The New York Times, un funcionario de la administración afirma que Israel proporcionó a Washington una información de alto secreto que indicaba que estaba detrás de la matanza.
Que este informe sea cierto o no es casi académico. El verdadero crimen, que representa una grave violación de los acuerdos de intercambio de inteligencia que existen desde hace tiempo entre Estados Unidos e Israel, es que uno de los altos funcionarios del presidente Joe Biden haya estado dispuesto a traicionar la confianza de un aliado tan cercano.
El enfado de todo el estamento de seguridad israelí por la filtración se reflejó en los comentarios del diputado israelí Ben Barak, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knesset, que también es ex jefe adjunto del Mossad. En declaraciones a la emisora israelí Radio 103 FM, Barak declaró:
“Tenemos muchas relaciones estrechas y mucha cooperación entre nosotros, que dependen de la confianza, y cuando ésta se viola de alguna manera, perjudica la cooperación futura”.
En un momento en el que las tensiones entre Irán y Occidente por el estancamiento de las conversaciones nucleares son ya muy elevadas, en Israel existe una preocupación bastante justificada de que la filtración incite a Irán a vengarse atacando objetivos israelíes, incluso si más tarde se descubre que Israel no fue responsable del asesinato.
El momento de la filtración también indica una voluntad subyacente por parte del gobierno de Biden de socavar a Israel cuando, en público, la Casa Blanca está tratando de presentarse como un aliado de Israel, como lo indica su reciente y aparente decisión de no eliminar a la CGRI de la lista estadounidense de organizaciones terroristas designadas.
En cuanto a la motivación, no está claro si la filtración fue deliberada, para perjudicar a Israel, o por no apreciar plenamente el peligro que podría causar a Israel, un acto que reflejaría la profunda falta de comprensión de la administración Biden en cuanto a lo que está en juego con toda la cuestión de Irán.
Israel se ha resistido ferozmente a la exigencia de Irán, formulada durante las conversaciones nucleares, de que la eliminación de la CGRI de la lista de terroristas fuera una condición previa para aceptar un nuevo acuerdo. Pero Biden ha negado la exigencia iraní y la semana pasada confirmó que el CGRI seguiría en la lista de Organizaciones Terroristas Extranjeras de Washington.
Sin embargo, la buena voluntad que el Sr. Biden esperaba generar con Jerusalén manteniendo al CGRI en la lista se habrá disipado por el trato absolutamente despreciable que su administración da a su aliado israelí.