El recrudecimiento del conflicto en Gaza pone a prueba las posturas internacionales, con China y Rusia fortaleciendo su influencia geopolítica a medida que Estados Unidos enfrenta distracciones.
El escenario en Oriente Próximo ha tomado un giro significativo con las recientes hostilidades en la franja de Gaza, evidenciando una postura más firme de China y Rusia en el conflicto. La agudización de la violencia entre Israel y Hamás ha catalizado tensiones geopolíticas, mientras Pekín y Moscú ven posibles ventajas estratégicas al desviar la atención de su competidor principal, Estados Unidos.
Tras la escalada de ataques de Hamás, China sorprendió con una neutralidad que generó descontento en varios sectores israelíes y occidentales. Su llamado a la “calma” evitó condenar explícitamente al grupo palestino, y notablemente, se abstuvo de etiquetar los actos de Hamás como “terrorismo”, incluso después de que ciudadanos chinos fueran afectados, una postura que contrarió las afirmaciones de autoridades israelíes sobre víctimas y rehenes.
En su estrategia de ampliar la influencia en Oriente Próximo, parte de la ambición global del líder Xi Jinping, China ha cultivado relaciones positivas con actores clave en la región, como Irán, notorio patrocinador de Hamás y Hezbolá. Este nuevo capítulo de inestabilidad en Gaza podría presentar a Pekín oportunidades únicas: potencialmente mediar para prevenir una crisis mayor, consolidándose como un “pacificador” y, simultáneamente, desviando el enfoque estadounidense de asuntos más cercanos a China y la región Asia-Pacífico.
Para Rusia, las ganancias podrían ser aún más pronunciadas. Con la atención de Estados Unidos fijada en Oriente Medio, la cuestión de Ucrania se ha relegado en los medios occidentales. Algunos expertos sugieren que este cambio en el foco mediático podría emboldenar la posición del presidente Vladimir Putin, apostando a que la resistencia rusa superará el compromiso occidental con Ucrania.
La volatilidad en Oriente Próximo plantea desafíos y oportunidades, y mientras la situación continúa desarrollándose con rapidez, las repercusiones a largo plazo permanecen inciertas. Sin embargo, está claro que China y Rusia están posicionándose astutamente para capitalizar este momento de crisis geopolítica.
La prolongación del conflicto en Oriente Medio genera complejas repercusiones geopolíticas. Kiev teme que la intensificación de la violencia lleve a una reducción de la ya decaída asistencia militar estadounidense. Este contexto pone de relieve la importancia estratégica de Pekín en el Sur Global y sus esfuerzos por fortalecer vínculos en Oriente Medio, aunque persiste la incertidumbre sobre si la crisis actual servirá como una distracción duradera para Washington.
A principios de año, China demostró su habilidad diplomática al facilitar un acuerdo preliminar entre Arabia Saudí e Irán, un logro ampliamente celebrado por Pekín. Más adelante, Xi Jinping se presentó como mediador ofreciendo apoyo al presidente palestino Mahmud Abbas en futuras negociaciones de paz con Israel. Sin embargo, estos esfuerzos no aseguran un resultado favorable. La situación podría, en cambio, resaltar la falta de experiencia de China en mediaciones en la región, representando desafíos inesperados.
La posición de Rusia en el escenario también es compleja. A pesar de la necesidad urgente de Israel de más interceptores para su sistema de defensa Cúpula de Hierro, un equipo que Ucrania no posee, Kiev anhela más apoyo en forma de artillería y municiones. Esto plantea preguntas sobre el alcance del compromiso de Moscú con la crisis actual y sus implicaciones a largo plazo.
En contraste, Estados Unidos ha reafirmado su papel crítico en la región. A pesar de las múltiples tensiones, la respuesta rápida de Washington, incluyendo el despliegue de grupos de portaaviones y la intervención del secretario de Estado Antony Blinken, subraya su influencia sustancial y la habilidad para ofrecer respuestas ágiles frente a crisis emergentes.
Mientras tanto, China ha optado por una estrategia de bajo perfil, una táctica que podría interpretarse de diversas maneras en el contexto de una amenaza creciente de guerra en la región. El equilibrio de poderes sigue siendo delicado, y las acciones de las potencias globales en esta crisis continuarán definiendo sus roles y relaciones en el panorama internacional.